La Vanguardia (1ª edición)

Vida de un hombre generoso

-

Si todas tus riquezas se redujeran a un billete de diez euros en el bolsillo y vieras por la calle a alguien que crees más necesitado que tú, ¿qué harías?

La profesión de periodista y la de actor se parecen en muchas cosas. Claro, pensarán los mal pensados, ambos juegan con la verdad (Donald Trump es un advenedizo en la búsqueda del periodismo como chivo expiatorio y responsabl­e de todos los males).

En realidad, en lo que más se parecen la prensa y la interpreta­ción es que permiten a quienes las practican vivir mil vidas. Tratar a personas interesant­es, incluso a algún político, o compartir, por ejemplo, una noche con los sintecho que durmieron en la iglesia de Santa Anna de Barcelona durante la operación Frío.

Al cronista le ha permitido también conocer al hombre más generoso del mundo. No es un filántropo adinerado ni un mecenas implicado en mil fundacione­s e iniciativa­s altruistas. O un rico empresario comprometi­do con las causas sociales. Es el rumano Silvio, una de las 941 personas que cada noche pernoctan en la calle en la capital catalana, según Arrels Fundació.

La primera vez que el cronista lo vio fue en Santa Anna, el 25 de enero. Silvio –de 46 años, aunque parece mayor– permaneció allí dos semanas, hasta que la iglesia cambió las pernoctaci­ones por un hospital de campaña, también abierto las 24 del día para que personas como él puedan descansar un rato, tomar un café, comer algo o conversar con alguien.

Mientras durmió en la sala capitular de la parroquia, se encargó de limpiar cada mañana los lavabos y de realizar pequeños trabajos que le recordaron que una vez fue albañil. También acolchó bancos de la capilla de la virgen de Montserrat y el reclinator­io del confesiona­rio. “Eso lo he hecho yo”, le decía con orgullo a Viqui Molins. Esta religiosa teresiana, una de las impulsoras de la iniciativa solidaria de la parroquia, junto a mosén Peio, el rector, suele decir: “No hago cosas porque soy feliz, soy feliz porque hago cosas”. Y algo parecido pensaría Silvio allí agachado, mientras mejoraba el reclinator­io.

La segunda vez que el cronista lo vio fue un mes después, en la calle del Pi. Quizá en ese momento, el rumano sólo recordase que conocía de algo al hombre que le estrechaba la mano. “¿Qué haces por aquí?”, le preguntó Silvio. Y el interpelad­o, con una indolencia que siempre lamentará, respondió: “Buscando algo”. Quería decir que buscaba alguna historia, algo para publicar, pero se limitó a decir: “Buscando algo”. Silvio entendió otra cosa.

¿Qué harías si tuvieras 10 euros y vieras en la calle a alguien que crees más necesitado que tú?

Él no lo dudó, se metió la mano en el bolsillo, sacó un billete arrugado de diez euros y dijo: “Esto es todo lo que tengo, quédatelo”.

Los servicios sociales, Cáritas y otras entidades altruistas, como la Fundació Itaca, buscaron una solución para los sintecho más vulnerable­s de Santa Anna. Algunos regresaron a sus países. El balsero cubano Leandro Gómez Reyes recibió ayuda para tramitar la solicitud de protección internacio­nal por motivos políticos: tras una breve etapa en un piso compartido de la calle Ample, ahora duerme en un centro de acogida de extranjero­s, ha conseguido un número de afiliación a la Seguridad Social y tiene una oferta de trabajo. Otros encontraro­n recursos más estables para no tener que dormir en la calle. Muy bonito, pero la lucha contra la exclusión

“Toma este dinero, es todo lo que tengo, quédatelo, pero cómprate una Pepsi: el alcohol es muy malo”

no es romántica, como sabe mosén Peio, que una vez tuvo que llamar a la policía porque uno de los sintecho de la iglesia trató de vender droga a otro.

La tercera vez que el cronista lo vio fue el pasado día 3, a las 11.25 horas, de nuevo en Santa Anna, donde se vivía una escena convulsa. Una furgoneta y cuatro coches de los Mossos habían acudido para detener a un indigente francés por agredir a otra usuaria del hospital de campaña y que ya había dado sobradas muestras otros días de su carácter conflictiv­o y pendencier­o. Silvio, que había recaído en la bebida, andaba por allí con la mirada vidriosa y no reconoció al cronista. Sus problemas con el alcohol, una enfermedad de la que no sana, una esclavitud de la que no se libera, le habían hecho volver a la calle.

Unas semanas antes, mientras trataba de desprender­se infructuos­amente de un billete de diez euros, Silvio decía: “Toma este dinero, es todo lo que tengo, quédatelo, pero cómprate una Pepsi: el alcohol es muy malo”.

Precisamen­te por esto, por las recaídas y porque luchar contra la exclusión no es romántico, tiene tanto mérito que nunca se rindan los servicios sociales, la iglesia de Santa Anna, Cáritas y tantas organizaci­ones. “Si no me contáis, no existo. Cada uno de nosotros tiene una historia diferente y necesita una solución diferente”, dijo un sintecho a los miembros de Arrels durante un censo nocturno de indigentes. En sus 30 años de vida, esta asociación ha logrado que 231 personas tengan una casa y abandonen la calle. Pueden parecer pocas, pero ¡231 personas son 231 historias y soluciones diferentes! En eso pensaba el cronista mientras rechazaba los diez euros y descubría que, por mucho que haga y realmente no hace casi nada, jamás tendrá un corazón como el de Silvio, que un día fue el hombre más generoso del mundo.

 ?? CÉSAR RANGEL ?? El rumano Silvio, un día que se encontraba especialme­nte feliz, en la cama que tenía en la sala capitular de la iglesia de Santa Anna
CÉSAR RANGEL El rumano Silvio, un día que se encontraba especialme­nte feliz, en la cama que tenía en la sala capitular de la iglesia de Santa Anna
 ?? INMA SAINZ DE BARANDA ?? El reclinator­io del confesiona­rio que Silvio acolchó cuando aún dormía en la parroquia
INMA SAINZ DE BARANDA El reclinator­io del confesiona­rio que Silvio acolchó cuando aún dormía en la parroquia
 ?? Domingo Marchena
Barcelona ??
Domingo Marchena Barcelona

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain