Justicia, intriga y rivalidad
La retransmisión del juicio del caso Palau de la Música (3/24) constituye un valioso documento sobre la narrativa de la actualidad. Visualmente, el ejercicio es estático. Las cámaras se limitan al mínimo esfuerzo y a no interferir en el relato. El tribunal es retratado con una luz inhóspita y la escenografía es cruda y se centra en una pared de piedra con pilas de volúmenes del sumario infinito. Podríamos prescindir de las imágenes y centrarnos en la textura de las voces. La de la presidenta del tribunal, metódica y rigurosa; la del fiscal, corrosiva y sarcástica, y la de Millet, que es un pozo de gravedad noctámbula y la expresión de un poder arbitrariamente administrado a través de continuados delirios de grandeza. INTRIGA GENERACIONAL. La sombra de Woody Allen es tan alargada que abarca varias generaciones, que intentan actualizar el universo de la neurastenia sofisticada neoyorquina. Este mundo ha sido recuperado por varios creadores que han extraído lecturas creativas o mediocres imitaciones. La serie Search party parte de un planteamiento híbrido entre Misterioso asesinado en Manhattan y Perdida. Una treintañera urbanita, aparentemente ingenua y estancada en una relación a la que se resigna por timidez, descubre la desaparición de una compañera de instituto. Eso activa una investigación tan personal como peculiar. La idea de un investigador no profesional es un recurso tan antiguo como el tiempo y aquí vuelve a funcionar pero con un problema: la mezcla de comedia de situación e intriga no acaba de funcionar y los capítulos, de sólo veintitrés minutos, se hacen moderadamente interminables, y el retratos de los personajes, salvo alguna excepción, tampoco entusiasma. El interés acaba radicando en la perpleja expresividad de la protagonista, aunque dudo que eso sea suficiente para explicar el entusiasmo que la serie suscita. RIVALIDAD FEMENINA. La suma del interés morboso de rivalidad entre mujeres sumado al interés que provoca que estas mujeres sean dos estrellas de Hollywood que nunca han trabajado juntas es la sustancia de Feud. Creada por Ryan Murphy, la serie explota la rivalidad entre Bette Davis y Joan Crawford, dirigidas por Robert Aldrich en el clásico ¿Qué fue de Baby Jane ?A primera vista parecería una trama demasiado localizada en el universo cinéfilo retro, sometida al típico peligro de alarde de ambientación y glamour que suele oscurecer la viveza y profundidad del argumento. No es este el caso. Desde la primera escena la serie funciona y la rivalidad se extiende sobre todo a los diálogos, escritos con un envidiable sentido de la elegancia aplicada a la contundencia de ser cuanto más destructivos y sulfúricos, mejor. Jessica Lange y Susan Sarandon encarnan estos tres niveles de odio (de estatus en el universo de Hollywood, de protagonismo durante el rodaje y de recreación en el carácter macabro de los personajes que les toca interpretar en la película). Aunque de entrada parezca que intenta impresionar al espectador con un despliegue de medios, la sustancia de la serie la encontraremos en los diálogos, deliciosamente venenosos.
La idea de un investigador no profesional es un recurso tan antiguo como el tiempo