Un calendario
Martes. Grecia informa de que el PIB del 2016, la vara de medir convencional de la riqueza de un país, fue de 184.500 millones de euros. Prácticamente lo mismo que un año antes. Grecia está estancada. No crece. Y está muy lejos de los 311.000 millones del 2009, cuando se desencadenó la más profunda crisis de su historia reciente. Grecia es hoy un 40% más pobre que entonces. Es el país en el que, de forma más sistemática, se ha aplicado la política de austeridad. La “austeridad expansiva” postulaba que a grandes recortes en el gasto público para defender el déficit, le seguían grandes fases expansivas. Fue una política defendida por economistas como Alberto Alesina (Harvard), económicamente controvertida y no verificada por la realidad. Pero las autoridades económicas europeas la magnificaron para el tratamiento de la crisis de la deuda soberana. El director economista del Fondo Monetario Internacional, Olivier Blanchard, admitió en su día los excesos cometidos bajo su inspiración. Los costes están a la vista en Grecia. Pero la idea sigue tan desacreditada como viva.
Miércoles. Día internacional de la Mujer Trabajadora. En su origen, una marcha de trabajadoras del textil en el Petrogrado de 1917 que marca el punto de partida de la revolución rusa. En 1975 la ONU lo institucionaliza. Pero este 2017 se escapa del guion habitual de los tan devaluados “días internacionales” en el momento en que grupos de mujeres en Estados Unidos empiezan a hablar de huelga general (algo que, por cierto, nadie sabe ya lo que es en aquel país). ¿Una economía paralizada porque la mitad de la población trabajadora va a la huelga? Mmm, eso queda muy lejos. Pero por primera vez los colectivos de mujeres han suscitado la atención al llevar sus reclamaciones al interior de las empresas. El estereotipo tradicional de la clase obrera es masculino. A esa imagen le ha aparecido una seria competencia. La de una mujer en la hostelería, en el súper o en esas oficinas que el miércoles, a según que hora, estaban algo más vacías...
Jueves. Lafarge Holcim, cementera de capital franco-suizo, se ofrece para suministrar todo el material necesario para levantar el muro de Donald Trump en la frontera mexicana. Eric Olsen, presidente de la firma en Estados Unidos, asegura que no le preocupa si el muro es polémico. “Estamos aquí para servir a nuestros clientes, no para hacer política”, declara a la agencia Afp. Lafarge ya destacó en 2013-2014 por financiar indirectamente a facciones islamistas en Siria para mantener abierta una de sus cementeras. A Lafarge Holcim no le inquieta la opinión pública. No trata directamente con consumidores. Y demuestra como las grandes corporaciones pueden adaptarse al cambio de escenario. Incluso cuando el escenario que se va dibujando suscita toda clase de temores.
La austeridad en Grecia, el muro de Lafarge y el miércoles de las mujeres