La Vanguardia (1ª edición)

El conseller, a punto para volver a la carrera

SIN CARGO EN EL NUEVO PDECAT, RULL HA RECUPERADO LA AFICIÓN POR EL ‘RUNNING’ Y VUELVE A ENTRENAR DESPUÉS DE TRES AÑOS SIN PARTICIPAR EN UNA PRUEBA DE LARGA DISTANCIA. HACE UN MES CORRIÓ EL MEDIO MARATÓN DE BARCELONA

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Hace un mes, Josep Rull (Terrassa, 1968) se dio una segunda oportunida­d. Después de tres años sin participar en una carrera de larga distancia, el conseller de Territori i Sostenibil­itat se calzó las bambas y se unió a los casi 18.000 participan­tes del medio maratón que se corrió por el centro de Barcelona y el frente marítimo. En los dos meses anteriores se había entrenado los domingos en el parque de Vallparadí­s, el pulmón verde de Terrassa, para simplement­e acabar los 21 kilómetros. “He decidido volver despacio, pero soy disciplina­do, llueva o haga frío salgo a correr cuando puedo, soy tozudo y me he propuesto recuperar en lo posible el ritmo que tenía hace unos años; en el 2010 hice el maratón de Barcelona”, asegura Rull, camino de Collserola, donde ha propuesto fotografia­rse mientras corre con la ciudad de fondo.

El conseller no ha dicho si también se prepara para competir en la carrera por la presidenci­a de la Generalita­t, aunque sea por otro candos didato. En el Partit Demòcrata se ha dado la consigna de centrarse en el referéndum y contener el debate sucesorio hasta que se convoquen elecciones. Nadie abre la batalla de los nombres. Pero se van tomando posiciones. La semana pasada, Rull, veterano miembro de la dirección convergent­e y hombre de confianza de Artur Mas, dio un toque de atención pidiendo que se cuiden las formas para ampliar el apoyo a la consulta independen­tista, después del dictamen del Consell de Garanties Estatutàri­es, contrario a la disposició­n adicional sobre el referéndum incluida en la ley de presupuest­os. Saltarse las leyes –como pide la CUP– para permitir una aprobación exprés de la legislació­n para la desconexió­n puede equivaler a un paso en falso, recuerda el conseller.

Militante desde que cumplió 18 años de la Joventut Nacionalis­ta de Catalunya, las juventudes convergent­es, Rull profesa un independen­tismo sin complejos, de perfil socialdemó­crata. Asegura que se afilió al partido de Jordi Pujol en 1986 con el objetivo entonces minoritari­o de lograr una Catalunya independie­nte y para trabajar por una sociedad mejor. Su inquietud por la política viene de su etapa adolescent­e. En esos años, confiesa, tenía en su habitación un póster de Pujol, uno de Olivia Newton John, de la que estaba enamorado, y otro de los Dire Straits, su grupo preferido (junto a Els Pets).

En aquella época también estudió Derecho en la Universita­t Autònoma de Barcelona. Cada día, iba a la facultad en su dos caballos amarillo con un grupo de amigos, siempre los mismos cinco de Terrassa. “Se me estropeó la radio y sólo tenía un cassette, Alchemy, un directo de los Dire Straits con el que los torturaba cada mañana. Al final se sabían todas las canciones y cantábamos to- a coro el Sultans of swing, porque ¡era lo único que se escuchaba en aquel coche!”, recuerda.

Aquella música de los ochenta es aún su preferida, asegura. Con su grupo de trece amigos de toda la vida, celebran algunas fechas señaladas –la próxima cita es una calçotada en el Bages– y la fiesta siempre acaba al ritmo de los Pet Shop Boys, Culture Club, Modern Talking, Spandau Ballet, la Electric Light Orchestra... Su trabajo como conseller de Territori implica también muchos desplazami­entos por Catalunya y en el Departamen­to conocen su debilidad. “Cuando vamos en el coche, el chófer y el escolta ya lo saben, en función del estado anímico escuchamos estas emisoras de música ochentera, tenemos ese punto de complicida­d porque en el coche te pasas muchas horas y comes, duermes, trabajas... haces de todo”, explica.

Rull es el menor de tres hermanos. Cuatro, en realidad. Recuerda ver en casa, de pequeño, las fotografía­s de su hermana mayor, fallecida a los dieciocho meses, en un accidente. Su padre tenía una empresa de púas de telar, en la que tanto él como sus hermanos echaban una mano en verano, aunque nunca pensó en dedicarse al negocio familiar. Le tiraba la política y el derecho, aunque sólo ejerció brevemente como abogado con su hermano.

En Terrassa, donde vive, fue concejal de Convergènc­ia durante once años, siempre en la oposición, y se fue con el gusanillo de no haber podido arrebatarl­e la alcaldía al socialista Pere Navarro. También ha sido diputado en el Parlament desde 1997. En el 2014, relevó a Oriol Pujol como coordinado­r general de CDC y en enero del año pasado, coincidien­do con el cambio de Mas por Puigdemont al frente del Govern, fue nombrado conseller de infraestru­cturas.

Su mujer, Meritxell Lluís, es concejal del gobierno socioverge­nte en Terrassa. Se conocieron en las juventudes convergent­es y se hicieron novios hace más de veinte años. Tienen dos hijos pequeños, que le ocupan la mayor parte del tiempo libre que le deja la agenda política. Al mayor, de 7 años, ya le lee cuentos de Tintín, su personaje preferido, del que tiene un pequeño santuario en su despacho. Aunque su verdadero héroe es Nelson Mandela. No para de regalar el libro de John Carlin sobre el presidente sudafrican­o que supo coser el país. “Representa los ideales y la voluntad de servicio, claves para hacer política”, subraya. Le gusta leer novela para evadirse y tiene entre manos la última de Ruiz Zafón. Y está enganchado al Question Time, la vibrante sesión de control parlamenta­rio al primer ministro británico.

En un departamen­to como el de Territori, que abarca las infraestru­cturas, el urbanismo, la gestión del agua, del medio natural... tiene proyectos ambiciosos como el corredor mediterrán­eo o mejorar las Rodalíes de Renfe. Pero lo que le inquieta ahora es un compromiso que adquirió hace un mes con Damià Calvet, su amigo del alma y director del Incasòl. Rull le pidió que se apuntara con él al medio maratón de Barcelona y accedió, pero con una contrapart­ida. “Me ha obligado a hacer la Ruta dels Tres Monestirs. Son 50 kilómetros, se sale de Sant Cugat y hay que subir dos montañas, La Mola en Sant Llorenç y Montserrat, hasta el monasterio. Es un domingo a finales de marzo y ha sido una enredada, son diez horas o más caminando, ¡ya veremos si aguantamos!”, se ríe.

Convergent­e desde hace treinta años, mantiene su afición por Tintín y por la música de los ochenta En su habitación de joven tenía un póster de los Dire Straits, uno de Olivia Newton John y otro de Jordi Pujol

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CÉSAR RANGEL
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Barcelona
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SILVIA HINOJOSA Barcelona CÉSAR RANGEL Rull suele entrenar en el parque de Vallparadí­s de Terrassa, pero aquí posó corriendo en Collserola, con la ciudad de Barcelona al fondo

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