¿Fallas en el comedor?
Se acerca Sant Josep y los más satíricos ninots tienen los días contados para desvanecerse entre llamas, en las primeras Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. La estética de la fiesta valenciana siempre tuvo su hueco en bares y restaurantes, donde en los últimos años, los artistas del alicantino y experimental Taller de Piñero, entre otros, han demostrado ser capaces de sacarse de la chistera un árbol, un pulpo o un pirata para adaptarse a las necesidades de casas en las que no falta la imaginación.
En un polígono industrial de Alcoi, el maestro y su equipo de artesanos (desde escultores a herreros, pintores, lacadores...) han dado vida a todo tipo de personajes y coloridas figuras que decoran las paredes o los techos de reconocidos restaurantes y han creado recipientes que se usan como bandejas o como platos. Su estilo voluptuoso –aunque, como hacen trajes a medida, también crean piezas mucho más sutiles– contrasta con la tendencia a los objetos rústicos y a esas delicadas porcelanas que salen de pequeños talleres de ceramistas.
En Piñero han visto algunos un filón: ya quieras un típico pub irlandés, un restaurante del siglo XIX, una taberna pirata, una barra americana o una abadía benedictina, ellos hacen el milagro. Llevan más de dos décadas en el mercado pero no tanto en el ámbito de la cocina creativa, donde Albert Adrià fue uno de los primeros en hallar la complicidad de un equipo que ofrece convertir las ideas que tienes en la cabeza en locales únicos. Para su nuevo Enigma, sin embargo, hizo un giro radical. Prueba de su acierto es que los arquitectos por los que apostó, RCR, acaban de ganar el Pritzker 2017. Y volviendo a las figuras, ahora que se busca la experiencia efímera de los pop-up, se podría plantear un plan renove para aquellas más llamativas que con el tiempo cansan. Y, por qué no, convertirlas en patrimonio inmaterial de la restauración.