May firma la desconexión y pone fin a 44 años de vínculo con la UE
El Gobierno británico inicia a partir de ahora de forma oficial las negociaciones con Bruselas El Parlamento escocés aprueba formalmente la solicitud de un segundo referéndum
RAFAEL RAMOS
Edimburgo. Corresponsal Es cuestión de interpretación quién se ha metido en el carril contrario. También es discutible si el problema es que el coche escocés va demasiado deprisa o el inglés demasiado despacio, bloqueando el tráfico de manera innecesaria. Pero lo cierto es que ambos vehículos avanzan por la carretera en direcciones opuestas, tocando el claxon, y será necesario que Theresa May y Nicola Sturgeon se transformen en Sebastian Vettel y Lewis Hamilton para evitar una colisión potencialmente desastrosa.
La distancia entre el Ferrari con los colores celtas y el Mercedes envuelto en la bandera con la cruz de San Jorge se redujo aún más ayer tras la aprobación por el Parlamento de Holyrood, con una clara mayoría de 69 a 59 votos, de la propuesta del Gobierno para solicitar a Westminster el traspaso de los poderes para convocar un segundo referéndum de independencia en tres años, en una fecha todavía a acordar. Y ahí está el meollo del asunto, porque Sturgeon demanda el otoño del 2018 o la primavera del 2019 (justo coincidiendo con el desenlace del Brexit), y May se empeña en retrasarlo “hasta que se vean en la práctica los resultados de la ruptura con la UE”, un marco muy general que lo mismo puede significar el 2020 que el 2021 que el 2022, o incluso más tarde si –como predicen muchos expertos– es necesario un acuerdo de transición para alcanzar acuerdos comerciales concretos.
La estrategia de May es clara, perder tiempo con la pelota hasta que se celebren las elecciones generales del 2020 en el Reino Unido y las autonómicas de mayo del 2021 en Escocia, contando con la triple carambola de que el Brexit sea un éxito (o por lo menos no un fracaso), de que ella sea triunfalmente reelegida y de que el SNP –ahora al borde de la mayoría absoluta– quede debilitado por los problemas en la sanidad y educación del país, que son fruto más de la falta de dinero que de la mala gestión, aunque el bloque unionista pretenda hacer creer lo contrario. Una jugada que no es imposible (nada lo es desde el famoso 6-1 al PSG), pero que requiere fortuna y una considerable maestría en la mesa de billar.
La moción de Sturgeon fue aprobada por el Parlamento de Holyrood por una cómoda mayoría de 69 a 59 votos, gracias a una coalición de SNP y Verdes frente al bloque unionista compuesto por el Labour, los tories y los liberales demócratas. Y coincidió con la llegada a Edimburgo de dos cartas con matasellos de Londres, una firmada por el ministro del Brexit, David Davis, reiterando que una dispensa a Escocia para que permanezca en el mercado único es “inviable”, y otra de Downing Street ofreciendo un incremento de las competencias autonómicas en materia de pesca, agricultura, comercio y relaciones laborales, en la medida que sean “recuperadas” de Bruselas.
“Cuando se vea claro el cambio que significa el Brexit, ese cambio no puede sernos impuesto a los escoceses (que votamos por permanecer en Europa), sino que ha de ir acompañado del derecho a decidir nuestro futuro, de la opción de seguir dentro de un Reino Unido divorciado de la UE y sin acceso al mercado único, o bien ser una nación independiente que marque su propio camino –dijo Sturgeon tras su triunfo legislativo–. Espero que Westminster respete la voluntad de este Parlamento, y que negocie con un espíritu de compromiso”.
Pero si hay algo seguro es que la buena fe por parte de Theresa May no va a abundar. Y como en el fondo Sturgeon lo sabe (más aún tras el encuentro del lunes en un hotel de Glasgow), y es consciente de que va a utilizar los enormes poderes del Estado para torpedear la consulta (matarla no puede, retrasarla y condicionarla sí), la líder del SNP va a esperar la respuesta oficial de Downing Street, en la línea de que “ahora no toca”, para contraatacar con un plan B. No será una consulta no oficial “a la catalana” porque sería boicoteada por los unionistas y podría ser discutida en los tribunales, pero sí un plan de movilización popular para demostrar que, al margen de lo que digan las encuestas, el pueblo escocés sí quiere escoger su propio destino. Sobre todo si la alternativa es el Brexit. Los coches avanzan en dirección contraria. Ambulancias, bomberos y hospitales están avisados.
May quiere atrasar la consulta contando con que el Brexit será un éxito y el nacionalismo escocés se debilitará