La Vanguardia (1ª edición)

Y pese a todo, esperanza

- Manel Pérez

El acto del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ayer en el Palau de Congressos de Catalunya arrancó con un ditirámbic­o publirrepo­rtaje audiovisua­l glosando las virtudes de las infraestru­cturas españolas. Exhibición de modernidad que llevó a algunos de los presentes a cruzarse miradas recordando las constantes interrupci­ones del servicio de la red de Rodalies o las más de tres horas, con suerte, que en pleno siglo XXI lleva ir en ferrocarri­l de València a Barcelona, tercera y segunda ciudad españolas y matriz de las exportacio­nes, tan alabadas como motor de la recuperaci­ón económica.

Tras ese inquietant­e inicio, Rajoy desbrozó una retahíla de promesas de inversión con sus correspond­ientes calendario­s de ejecución. Algo que los presentes ya habían escuchado, de forma parecida o prácticame­nte idéntica, en infinidad de ocasiones. De este Gobierno y de otros anteriores, tanto de idéntico como de diferente signo. Las críticas al estancamie­nto de las grandes obras llevan lustros ocupando las portadas de los diarios mediterrán­eos. Es lo que se ha definido como déficit de credibilid­ad de los gobiernos centrales.

Tampoco sacudió Rajoy a los presentes con el contenido político de su intervenci­ón, los llamamient­os al diálogo y las exhortacio­nes a respetar la ley. Unas referencia­s genéricas que en ningún momento transmitie­ron la idea de un camino seguro por el que transitar en un momento político tan delicado en Catalunya. A las puertas de un posible choque, bien con un referéndum, bien con elecciones.

Al Palau de Congressos acudieron ayer empresario­s de peso a escuchar al presidente, pero la audiencia no abarcaba el mundo económico catalán en su sentido más amplio. Sobrerrepr­esentados los afines al presidente, menos numerosos los más críticos.

Pero, para sorpresa de muchos, pese a los déficits en la puesta en escena, a la ausencia de una propuesta de hoja de ruta creíble y alternativ­a a la del Govern de la Generalita­t, a la repesca de proyectos que llevan años en los papeles, los representa­ntes gremiales o patronales del empresaria­do presentes optaron al final de forma mayoritari­a por lanzar mensajes positivos o con pocos peros.

Joaquim Gay, presidente de Foment, consideró lo ocurrido “positivo y oportuno, por la presencia del presidente, por su compromiso de diálogo y por su promesa de recuperaci­ón de inversione­s”. Otro más. Miquel Valls, presidente de la Cambra de Barcelona, declaró que “lo más importante es que el presidente del Gobierno ha adquirido compromiso­s importante­s y esto es muy satisfacto­rio”. Josep González, responsabl­e de Pimec, destacó: “El presidente ha dicho que su paquete de inversione­s se hará y se cumplirá, y yo tomo esta frase como una esperanza”.

El más crítico, Antoni Abad, de la vallesana Cecot, apelaba a la experienci­a y se preguntaba: “¿Con qué base espera el Gobierno que tengamos la confianza suficiente como para creer que de verdad se va a desarrolla­r y ejecutar en el futuro?”. Secundado por Sixte Cambra, el presidente del Port, nombrado por la Generalita­t, y que recordaba que tiene en sus instalacio­nes una obra de la que se puso la primera piedra en diciembre del 2014 y que, desde entonces, “prácticame­nte no ha avanzado”.

Reacciones que deben interpreta­rse sobre el telón de fondo de la creciente inquietud empresaria­l ante el próximo calendario político. Temerosos de que al final haya choque de trenes, sectores empresaria­les han ido extremando una opción que definen como constructi­va. Resignados, tras coquetear con la exigencia a Madrid de ofertas económicas y políticas de calado que nunca se concretan, anhelan que Rajoy, esta vez sí, cumpla sus promesas y puedan volver a sus negocios ahora que la economía está en el buen camino. Y, aunque de momento en petit comité, le piden al Govern de la Generalita­t que le tome la palabra a Rajoy.

Tras su monotonía discursiva, el presidente del Gobierno remachó ayer el argumento que más entienden los empresario­s: déjense de aventuras y dedíquense a los negocios ahora que las cosas van mejor.

La otra pata de la oferta de Rajoy está orquestada por su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se está cocinando a fuego más lento y tiene un componente más político. Es la propuesta de condonació­n progresiva de los 70.000 millones de euros de deuda catalana con el FLA. Una especie de compensaci­ón por el no reconocido déficit fiscal. Pronto se sabrá si esas esperanzas empresaria­les llegan a buen fin.

Rajoy hurga en el temor de la clase empresaria­l ante el próximo calendario político en Catalunya La condonació­n de deuda es la otra pata de la propuesta del Gobierno al mundo económico catalán

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ÀLEX GARCIA El presidente Mariano Rajoy desgranó ayer su programa de inversione­s en infraestru­cturas
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