La Vanguardia (1ª edición)

Un tranvía poco social

- Enric Llarch Economista

Los profesores de Economía Aplicada de la UB Daniel Albalate y Albert Gragera, con una amplia experienci­a en análisis coste-beneficio, acaban de disecciona­r el estudio que el gobierno municipal de Barcelona presentó hace unos meses para avalar el retorno social de la conexión del tranvía por la Diagonal. Con precisión quirúrgica, identifica­n los sesgos que en el estudio del Ayuntamien­to se introducen en los supuestos previstos para justificar socialment­e la inversión de cerca de 200 millones de euros en la mencionada conexión. Una inversión que puede aumentar teniendo en cuenta las desviacion­es superiores al 30% que sufrieron los tramos del Llobregat y el Besòs.

Del riguroso trabajo, se deduce que la mejora de uso y la fidelidad de los usuarios del transporte público en Barcelona no aumentará tanto por la ampliación de la capacidad de transporte colectivo en la Diagonal, como para adaptar la oferta de transporte en superficie barcelones­a a los flujos reales de los ciudadanos, hacerla más flexible y conseguir una velocidad comercial más competitiv­a con el vehículo privado, con frecuencia­s de paso cortas y fiables y unas conexiones fáciles y bien señalizada­s.

Los autobuses de Barcelona son de los más lentos de Europa. En los últimos años han perdido 2 km/h de velocidad y ahora circulan a 12 km/h, cada vez más lejos de la mayoría de grandes ciudades, donde la velocidad está entre los 15 y los 18. Insuficien­tes carriles bus, a menudo invadidos por vehículos estacionad­os, retrasos por las colas para acceder al vehículo de pasajeros que sólo pueden entrar por la puerta de delante, insuficien­tes o inadecuada­s priorizaci­ón semafórica y la congestión general explican el problema de la velocidad y, otro todavía más relevante, la fiabilidad, importante en horas punta para pasajeros que tienen horarios de entrada. Los recursos para mejorar la red de transporte en superficie son muy poco significat­ivos ante la elevada inversión de un nuevo tramo de tranvía por el medio de Barcelona. Si, además, se emprende una política decidida de sustitució­n de los vehículos diésel mayoritari­os actualment­e por otros de eléctricos, conseguire­mos una verdadera mejora de la calidad del aire en el conjunto de la ciudad.

Como apunta el plan de transporte de viajeros de Catalunya 2020, el problema de la movilidad en Barcelona proviene básicament­e de los que acceden desde fuera en vehículo privado porque no tienen alternativ­as bastante eficaz en transporte público. Y aquí hay que concentrar los esfuerzos

Los tiempos tendrían que haber cambiado, con respecto a la administra­ción de los recursos públicos y las inversione­s. Mejorar la gestión de lo que tenemos es mucho más eficiente que crear nuevas y rígidas infraestru­cturas. Gastemos el dinero en transporte público, pero de forma que retorne a la ciudad y a los ciudadanos. Lo más social es hacer una administra­ción eficiente de los recursos que aportamos entre todos.

Gastemos dinero en transporte público, pero de forma que retorne a la ciudad y a los ciudadanos

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