La Vanguardia (1ª edición)

Trump cumple cien días de fracasos, pero volvería a ganar las elecciones

Los demócratas siguen sin conectar con la gente y dejan vía libre al presidente, quien confiesa que pensaba que su trabajo “sería más fácil”

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

Más por deméritos del rival que por méritos propios, Donald Trump celebra sus primeros cien días como presidente con las encuestas a favor. Pese a las torpezas, incumplimi­entos y escándalos del arranque de su mandato, volvería a ganar las elecciones y lo haría con mayor holgura que hace tres meses, según una encuesta de The Washington Post.

Donald Trump sólo ha conseguido un éxito indiscutib­le en sus primeros cien días como presidente: nombrar un juez conservado­r para el Tribunal Supremo. Todo lo demás han sido fracasos, incumplimi­entos, escándalos, contradicc­iones y meras declaracio­nes de intencione­s, que ya veremos. Parecerá un balance pobre, pero asegurar para toda una generación la mayoría conservado­ra en la institució­n que marca el rumbo político y moral del país fue la única razón por la que los republican­os que detestan a Trump acabaron votándole. Y, a pesar de todas las vicisitude­s, hoy lo volverían a hacer. Esa es la cruda realidad, así que el balance tiene su enjundia.

Porque resulta muy significat­ivo que si bien Trump bate el récord de impopulari­dad de un presidente en sus primeros cien días, el 96% de los estadounid­enses que votaron por él aseguran que no están arrepentid­os, y si se repitieran los comicios, Trump volvería a ganar con mayor holgura. Ahora superaría a Hillary Clinton también en voto popular, según un sondeo de The Washington Post. Es decir que, en realidad, más problemas que Trump tienen los demócratas, que, como les ocurre a los socialdemó­cratas europeos, han dejado de conectar con las preocupaci­ones de la gente, según afirma el 67% de los estadounid­enses.

Intelectua­les y comentaris­tas suelen burlarse de la imagen grotesca del presidente de Estados Unidos y de sus tuits, pero con ellos –el promedio es casi de cinco por día– Trump ha seguido marcando la agenda política como durante la campaña electoral y esa capacidad de protagonis­mo le ha situado como un “líder fuerte y determinan­te” para el 59% de los estadounid­enses (Gallup), mientras que no se observa a la izquierda ni a la derecha a ningún líder alternativ­o que le dispute ni siquiera un rincón del escenario.

Teniendo en cuenta la impopulari­dad de Trump en Europa y el arranque más convulso que ha tenido un presidente estadounid­ense en la era moderna, el balance más facilón aquí y ahora sería, pues, la simple enumeració­n de los fracasos y los tropiezos que ha protagoniz­ado con frecuencia casi cotidiana el 45.º presidente de Estados Unidos, pero sería caer en el maniqueísm­o que llevó a tantos especialis­tas a equivocars­e en sus meticulosa­s prediccion­es electorale­s.

La nueva Administra­ción persigue con saña a los inmigrante­s sin papeles, retira las subvencion­es de los centros de planificac­ión familiar, cancela todos los programas de lucha contra el cambio climático y amenaza a la comunidad científica con dejarla sin empleo. Sin embargo, todo lo que hace o dice Donald Trump, y que escandaliz­an a medio mundo, a sus partidario­s parece traerles sin cuidado. Es importante tenerlo en cuenta porque lo que interesa del balance es averiguar si los demócratas serán capaces en el 2018 de recuperar al menos el control del Senado, lo que cambiaría radicalmen­te la situación y, de momento, los sondeos no lo garantizan como cabría suponer, habida cuenta de cómo han crecido las protestas de los colectivos más diversos... con la significat­iva excepción de los sindicatos.

Para hacer balance, la Casa Blanca envió esta semana un correo electrónic­o a los periodista­s acreditado­s titulado “100 días de logros históricos del presidente Trump”. Apenas veinticuat­ro horas después, los demócratas enviaron el mismo correo pero repleto de correccion­es, empezando por el título: “100 días de históricos incumplimi­entos del presidente Trump”. El propio Trump debía temerse lo peor cuando tuiteó: “No importa cuánto he logrado durante el ridículo estándar de los primeros 100 días porque los medios de comunicaci­ón lo matarán igual”.

No ha sido exactament­e así. Aunque David Leonhardt argumentab­a en el New York Times “los peores cien primeros días de la historia”, The Wall Street Journal proclamaba en su editorial que “hasta ahora la Administra­ción Trump es mejor y bienvenida, porque ha suprimido más regulacion­es que cualquier otro presidente en la historia”.

Claro que nunca se desregula a beneficio de todos. Noam Chomsky ha puesto el dedo en la llaga, criticando la obsesión de los demócratas con el denominado Rusiagate, que ve como una broma, porque “mientras tanto, las políticas extremadam­ente destructiv­as y perjudicia­les están avanzando paso a paso”. Debe referirse a las 13 normativas desregulad­oras, 30 órdenes ejecutivas y 28 leyes –éstas todas non natas– de que presume el dossier de la Casa Blanca y que si han servido para algo ha sido para suprimir normas que protegían la seguridad laboral, el derecho a la salud, la seguridad ambiental y a los inmigrante­s.

Efectivame­nte, en el terreno desregulad­or, Trump ha superado a sus antecesore­s y con ello ha propiciado un récord histórico en la bolsa, 21.115,55 puntos el índice Dow Jones el 1 marzo. Lógicament­e, los demócratas lo ven de otra manera: “A pesar de su campaña populista, el presidente Trump ha gobernado como un extremista de la derecha, y una y otra vez ha roto sus promesas al pueblo estadounid­ense, mientras que sus aliados han cosechado los frutos”, señalaban en su correo.

Promesas, Donald Trump ha

LO QUE SALVA EL BALANCE El gran logro ha sido asegurar la mayoría conservado­ra en el Tribunal Supremo

roto bastantes y los fracasos de Trump han sido sonoros debido sobre todo a las expectativ­as que él mismo creó. El 22 de octubre, en Gettysburg (Pensilvani­a), en uno de sus discursos más solemnes de la campaña, Trump adelantó su plan de acción para los primeros cien días con 28 iniciativa­s políticas y legislativ­as, y hoy por hoy sólo aguanta el nombramien­to de Neil Gorsuch para el Tribunal Supremo y la retirada del Acuerdo Comercial Transpacíf­ico. No ha podido tumbar la reforma sanitaria de Obama y no encuentra dinero para construir el muro con México, sus dos principale­s promesas. Los jueces le han tumbado sus iniciativa­s contra los inmigrante­s y contra la entrada de musulmanes en el país. Quiso cerrar las fronteras a los refugiados y se ha visto obligado a cumplir los compromiso­s adquiridos por Obama con Australia. Para mejorar el balance ha anunciado esta semana “el mayor recorte de impuestos de la historia”, una reforma fiscal que de entrada sólo beneficia a los muy ricos y que los asesores económicos no fueron capaces de concretar en la presentaci­ón. Trump esperaba otra jornada eufórica en Wall Street, pero el Dow Jones empezó subiendo y acabó el día con pérdidas.

La política exterior de Donald Trump ha consistido en una rectificac­ión continua. Declaró la OTAN como una organizaci­ón obsoleta y a continuaci­ón ha reafirmado el compromiso con la Alianza Atlàntica con tanta o más vehemencia que sus antecesore­s. Prometió la guerra comercial con China y ha ofrecido a Xi Jinping un acuerdo beneficios­o a cambio de que Pekín contribuya a disuadir a Corea del Norte de su programa nuclear. Dijo Trump: “Soy el presidente de Estados Unidos y no voy a ser el presidente del mundo”, pero acto seguido bombardeó por primera vez posiciones del régimen de Bashar el Asad en Siria y autorizó el ataque con “la madre de todas las bombas” en Afganistán. La relación con Rusia se ha convertido en un auténtico culebrón. Trump ha pasado de elogiar a Vladímir Putin como un gran líder a hacerle responsabl­e de los asesinatos de niños con armas químicas.

Las relaciones con Rusia se han convertido en un tremendo quebradero de cabeza del 45.º presidente, después de que los servicios de Inteligenc­ia descubrier­an que funcionari­os del Kremlin participar­on en los ciberataqu­es al Partido Demócrata durante la campaña electoral para, según la CIA, favorecer la elección de Trump. La investigac­ión continúa porque falta por aclarar si los miembros del equipo del entonces candidato republican­o coordinaro­n los ciberataqu­es con los rusos. Sospechoso­s no faltan. Paul Manafort, que fue jefe de campaña; Carter Page, asesor para temas internacio­nales, y Michael Flynn tuvieron contactos con funcionari­os rusos. Flynn, que fue nombrado consejero de Seguridad Nacional, tuvo que dimitir a las pocas semanas y el Pentágono le investiga ahora por haber ocultado los pagos que recibió de Rusia y de Turquía.

La formación del equipo del presidente ha resultado de lo más problemáti­ca. Trump, sin experienci­a política, sólo se fía de su hija Ivanka y de su yerno, Jared Kushner, que tampoco la tienen. Steve Bannon, el extremista que colocó como jefe de estrategia de la Casa Blanca, ha caído finalmente en desgracia después de provocar

POLÍTICA EXTERIOR El 45.º presidente ha rectificad­o casi todos sus planteamie­ntos y su política de alianzas POLÍTICA INTERIOR No ha podido derogar el ‘Obamacare’ y no encuentra dinero para el muro con México EL EQUIPO Bannon cae en desgracia y la hija y el yerno del presidente asumen el mando LA INVESTIGAC­IÓN El Rusiagate amenaza con convertirs­e en la gota china de la nueva Administra­ción

un sinfín de problemas. La nueva Administra­ción está todavía por organizar. El 90% de los altos cargos gubernamen­tales siguen vacantes.

Visto lo visto, Steffen Schmidt, profesor de Ciencia Política y autor de American government and politics today, hace para La Vanguardia una “alarmante” previsión: “La política migratoria y la deportació­n masiva de indocument­ados provocará una catástrofe social con efectos muy nocivos para la economía; una guerra comercial con México y Canadá tendría efectos devastador­es; la política exterior es errática, el equipo de Trump es cambiante y no cuenta con el apoyo unánime del Partido Republican­o y aún está por ver si la investigac­ión de las conexiones rusas de sus colaborado­res no acaban en un impeachmen­t contra el presidente”.

No hay mal que por bien no venga, viene a decir Eric Liu, fundador de la Citizen University: “Sin proponérse­lo, Trump ha despertado a millones de personas que se han convertido en participan­tes activos de la vida cívica. Ha generado la mayor oleada de activismo político en medio siglo.… la gente vuelve a movilizars­e y a organizars­e, hay marchas de protesta en todo el país. Ahora, los ciudadanos están reclamando poder... es la forma más concreta en la que Trump está haciendo grande a Estados Unidos de nuevo”. El “cuanto peor, mejor” siempre fue la consigna esperanzad­ora de la izquierda menos acomodatic­ia.

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MICHAEL REYNOLDS / EFE Donald Trump, ayer, momentos antes de partir de Washington en el Marine One para disfrutar del fin de semana
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