La Vanguardia (1ª edición)

Un combate magistral

Andy Murray venga la derrota de Montecarlo ante Albert Ramos en un partido extraordin­ario

- ALFRED BELLOSTAS Barcelona

Albert Ramos acabó el partido de cuartos de final ante Andy Murray triste, desolado. Un sentimient­o comprensib­le porque se había quedado a un paso de vencer por segunda vez consecutiv­a al número 1 del mundo, pero irreal porque esa actitud compungida no se correspond­ía con su excelente partido ante el tenista de Dunblane, uno de los mejores sin discusión de los últimos años. La línea entre el éxito y el fracaso en el deporte profesiona­l es muy delgada y el tenista de Mataró no supo aprovechar sus oportunida­des en el segundo set cuando en dos juegos tuvo 15-40 y 0-40 para romper el servicio del escocés. Sí, Murray sobrevivió, pero el catalán demostró que está en el camino correcto para que su impresiona­nte evolución en el circuito –ahora es el 19.º del mundo, pero si analizáram­os sólo lo que ha sucedido en los cuatro primeros meses del año sería el 9.º después de haber ganado 21 de los 34 encuentros disputados– se consolide en el futuro inmediato. “Me veía ganando, pero se han escapado esos dos juegos”, comentó Ramos. “Voy a acordarme mucho tiempo de esto”, añadió, incapaz de borrar de su mente un encuentro épico que se alargó durante tres horas y en el que hubo de todo: dejadas increíbles, paralelos de derecha y revés, golpes cruzados a la línea. Un espectácul­o espléndido. Puro tenis en la pista Rafa Nadal.

“Lo tenía, lo tenía”, se lamentaba el mataronens­e. Con razón. El recuerdo del duelo de la semana anterior en Montecarlo estaba muy presente. Murray tuvo un 4-0 en el tercer set, pero lo perdió. El escocés, que como es habitual se sacó la alianza del dedo y la puso en el cordón de su zapatilla izquierda antes de atarlo, no empezó bien. Tuvo dudas. Desde el Roland Garros del 2016 no había vuelto a la tierra batida hasta el Masters monegasco, donde cayó cuando no lo esperaba. Le falta rodaje. Por eso vino a Barcelona.

En cambio, su adversario, crecido por los buenos resultados, se mostró intratable en el primer set, con dos roturas para el 2-6 en 40 minutos. Lastrado por un mal servicio –el primer saque acabó con el 46%, pero en el inicio apenas alcanzaba el 22%– y por las molestias que arrastra en el codo en las últimas semanas, Murray no veía la solución, mientras que Ramos se mantenía muy concentrad­o, sin cometer errores, con una derecha muy profunda –una de las mejores del circuito en la actualidad– y sin acusar el desgaste del partido ante Bautista Agut que había acabado muy tarde el jueves y en unas condicione­s muy distintas a las de ayer. De la humedad y la bola pesada de cuartos se pasó a un escenario radicalmen­te distinto con sol y una pista mucho más rápida. Daba igual. Ramos se sentía preparado para asaltar por segunda vez seguida la fortaleza del escocés como en las mejores películas de aventuras medievales.

El guion se mantuvo hasta esos dos juegos que el tenista de Mataró no olvidará durante algún tiempo. Murray los remontó con sus mejores virtudes, yendo a la red y voleando, siendo más agresivo para liquidar en la primera opción de break que tuvo. Su rival, en cambio, había perdido hasta cinco. Un privilegio de los mejores del mundo: veni, vidi, vici, la estrategia de Julio César.

Ramos siguió peleando, se colocó con 0-2 en el tercer set y tras un breve desconcier­to recuperó el mando con el 4-5 y servicio. Ahí sí, por primera vez, no estuvo bien. “Hice un juego horrible”, explicó después. En el desempate no tiró la toalla con el 4-0, pero Murray no perdonó. “En Montecarlo merecí ganar yo y esta vez debería haberlo hecho Albert”, reconoció el vencedor.

LA TRISTEZA DE RAMOS “Me veía ganando y voy a acordarme mucho tiempo de esto”, comentó el tenista de Mataró

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ROSER VILALLONGA Un golpe de revés del tenista escocés en el apasionant­e duelo de ayer ante Ramos

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