Nadal se mide a Thiem en la final del Godó
Nadal supera a un incómodo Zeballos para acceder a su décimo partido decisivo en el RCT Barcelona
–Sí, es evidente que este va a ser un torneo muy duro.
Eso decía Dominic Thiem el viernes. Acababa de derrotar a Yuichi Sugita, sorprendente lucky loser, en los cuartos de final. Y a partir de ese instante, el cuadro del torneo se le complicaba hasta el límite de lo insoportable.
Por delante, ya en la semifinal, aparecía Andy Murray. El número uno mundial en la actualidad. Y si superaba ese socavón, entonces tenía todos los números para vérselas con Rafael Nadal, en la final. El mejor tenista de la historia en arcilla.
Alguien preguntó a Thiem (23 años, novena raqueta de la ATP): –¿Ha pensado en eso? –Es algo muy emocionante, se lo aseguro –respondió.
El primer paso lo dio ayer: superó a Murray. El escocés se marchó enfurruñado.
–He tirado el último juego –se lamentó.
Y ahora, a Thiem le espera Rafael Nadal.
–Dos partidos de un tirón ante dos de los mejores de la historia. Es algo grande para mí –dijo ayer.
Luego contó que buena parte de su transformación se había producido a principios del 2016, cuando se adelgazó un puñado de kilos:
–Dejé de comer porquería. Cambié la dieta. Y entre eso y los partidos, las cosas empezaron a mejorar –contaba.
En aquel momento, se veía apurado para mantenerse en el top 50. Ahora es un top ten. Mientras Thiem conversaba con los periodistas, Rafael Nadal (30) faenaba en la pista que lleva su nombre. Dio buena cuenta de Horacio Zeballos y se plantó en la final de hoy. Van diez finales. Y si la gana, diez títulos. A todas luces, la magnitud del reto es proverbial.
–Es algo terrible. Cuesta concebirlo –contaba Tommy Robredo hace unos días, durante una conversación con este diario–. Cuando echemos un vistazo a la historia, y nos pongamos en perspectiva, comprenderemos que Nadal es un deportista único, uno de los más importantes de la historia. Debemos valorarlo.
–No he jugado mi mejor partido, eso seguro –dijo Nadal–. He jugado demasiado corto. Las condiciones eran malas. Hacía frío y el viento era cambiante. Soplaba a mitad de un punto. Y el estilo del rival no era sencillo: saca bien, abre ángulos y es zurdo. Y conforme avanzaba el partido, él iba jugando cada vez mejor. Lo bueno es que, al menos, ahora ya estoy en la final. Aunque ante Thiem debo hacer las cosas de otro modo. Debo intentar que la pelota vaya larga, hasta más allá de la mitad de su pista.
Su partido ante Zeballos fue extraño. Nadal lo fue decantando de su lado a partir de la fiabilidad. Ahí radica una de sus principales virtudes. Si encuentra su ritmo, sin dolores ni contratiempos, Nadal es un tenista implacable. Le avalan cincuenta títulos en arcilla, algo que no ha logrado nadie. Ni siquiera el gran Guillermo Vilas, que se había quedado en los 49. Van diez títulos en Montecarlo. Una serie que podría repetir ahora, en el RCT Barcelona. E incluso en junio, en Roland Garros.
RIVAL Y ADMIRADOR Tan pronto como acabó su semifinal, Zeballos le pidió a Nadal que compartiesen una ‘selfie’ a pie de pista
Zeballos no pudo interrumpir su avance.
Del 2013 a ahora, los tiempos han cambiado. Hablamos del 2013 porque había sido en ese año, en la final de Viña del Mar (Chile), cuando Zeballos sorprendía a Nadal.
–Aquel día, Zeballos jugó muy bien. Y yo llevaba casi ocho meses sin competir por culpa de las lesiones –recordaba Nadal.
La de ayer fue una historia bien distinta. Vimos a un tenista metido en su ritmo ante otro superado por las circunstancias. Zeballos (84.º del mundo) ha ganado un solo título ATP en su carrera: aquel en Viña del Mar.
Tampoco ha jugado más finales. Y ayer, el peso de las circunstancias se le vino encima: se despidió de Nadal solicitándole una selfie a pie de pista.
–Que un rival me pida eso es un orgullo para mí –dijo Nadal.
CAMBIO DE DIETA Thiem dio un paso adelante en el 2015: “Dejé de comer porquería y me adelgacé; ahí cambió todo”