La Vanguardia (1ª edición)

Palabra de Nobel

Jean-Pierre Sauvage, premio Nobel de Química 2016

- JOSEP CORBELLA

“No puedes hacer buena ciencia si no te diviertes”, dice JeanPierre Sauvage.

Al principio creí que era una broma”, recuerda Jean PierreSauv­age. “Eran las once y cuarto de la mañana, estaba en mi despacho. En ese momento suena el teléfono. Descuelgoy­a lot rolado del a líneas alealguien­h ablando con una voz muy formal, casi pomposa. Sabía que aquel miércoles se concedía el Nobel de Química y tenía pensado conectarme a la web del premio a mediodía para ver quiénes habían sido los felices ganadores. Pero ni por un momento se me había ocurrido que yo pudiera ser candidato. Ya le digo, creí que era una broma”.

Pero el pasado 5 de octubre el francés Jean-Pierre Sauvage, profesor emérito de la Universida­d de Estrasburg­o, ganó el premio Nobel de Química junto al británico Fraser Stoddart y el holandés Bernard Feringa por la invención de las primeras máquinas moleculare­s. “El Nobel me ha cambiado la vida, es como tener un trabajo nuevo”, ha explicado Sauvage en su última visita a Barcelona con motivo de la presentaci­ón del Barcelona Institute of Science and Techonolog­y (BIST).

¿En qué consiste su nuevo trabajo?

Ahora soy como un embajador de la ciencia. Ganar el Nobel te da la oportunida­d de ser escuchado y la responsabi­lidad de transmitir lo que sabes. Tengo 72 años, mi tiempo como investigad­or ha terminado. He hecho cosas muy interesant­es, que me llenaron mucho, pero me tuve que jubilar. Ahora puedo hablar sobre ciencia para el público general y para investigad­ores jóvenes, es un rol que acepto encantado.

¿Qué les dice a los investigad­ores jóvenes?

Que sean intrépidos. Si llegan a un punto en que se preguntan ‘¿debo arriesgarm­e a hacer algo diferente de lo que sé hacer o debo quedarme en mi zona de confort?’, la respuesta es que deben ser aventurero­s y arriesgar. Sé que no es fácil tomar esta decisión porque yo la viví personalme­nte. Nunca me he arrepentid­o de dejar atrás lo que sabía hacer y adentrarme en un territorio desconocid­o.

¿Cuándo le ocurrió esto?

Fue a principios de los años ochenta. En aquella época estaba muy de moda intentar separar las moléculas de agua en hidrógeno y oxígeno, que es lo que nosotros también estábamos intentando. Tropezamos con un catenano, que es una molécula con anillos entrelazad­os como una cadena. Era una nueva familia de moléculas, nadie sabía nada sobre ellas. Junto a Christiane Dietrich-Buchecker, que era una investigad­ora muy tenaz, como todo investigad­or debería ser, decidimos hacer un salto a lo desconocid­o.

A usted le salió bien, pero ¿y si alguien sigue su consejo, se arriesga y le sale mal?

El fracaso no es una tragedia. Nadie te va a matar porque una investigac­ión no te salga bien.

Pero puede ser una decisión estratégic­a equivocada para alguien que está al principio de su carrera.

Le diría que no desprecie el placer de descubrir. La ciencia tiene un componente importante de juego, de diversión. No puedes hacer ciencia a un nivel alto si no te diviertes.

¿Por qué no?

Porque si trabajas de manera programada, si te limitas a hacer lo que crees que se espera de ti, te implicas mucho menos que si puedes hacer lo que te entusiasma, aunque a primera vista no parezca tener ninguna utilidad.

¿Cómo consigue usted financiaci­ón para proyectos que no parecen tener utilidad?

Esta es una cuestión crítica. Probableme­nte en el pasado era más fácil conseguir financiaci­ón para ciencia básica sin prometer aplicacion­es prácticas. Nuestro grupo fue financiado de manera generosa argumentan­do que hacíamos investigac­ión básica, que era novedosa y que nos llevaría a algún sitio, pero dejando claro que no sabíamos adónde nos llevaría y no podíamos prometer aplicacion­es.

¿De verdad no pensaba en las aplicacion­es potenciale­s de los nanomotore­s?

Claro que habíamos pensado en posibles aplicacion­es, pero no era la motivación principal de la investigac­ión. Nuestra motivación era la novedad, era investigar con un tipo de moléculas completame­nte nuevas. Obtuvimos financiaci­ón sin engañar sobre posibles aplicacion­es que tal vez nunca llegarían.

¿Ahora se engaña?

He revisado muchas propuestas de investigac­ión tanto en Estados Unidos como en Europa. He encontrado muchos casos en que se anuncian rápidas aplicacion­es prácticas que los propios autores del proyecto saben que no se van a producir. Esto es caracterís­tico del sistema americano y se está convirtien­do en caracterís­tico del europeo. Hace veinte años se podía presentar un proyecto de investigac­ión básica escrito de manera perfectame­nte honesta. Hoy ha dejado de hacerse porque, si uno es honesto y dice que no sabe cuáles serán las aplicacion­es, no consigue la financiaci­ón.

¿Quienes evalúan los proyectos no se dan cuenta del engaño?

No es un problema de los evaluadore­s, porque reciben instruccio­nes sobre cómo evaluar. Es un problema político de los criterios que se siguen para asignar los recursos. En Estados Unidos, y como le digo cada vez más también en Europa, todo el mundo asume que así es cómo funciona el sistema.

¿Le ve alguna solución?

Defender la investigac­ión básica por su valor intrínseco y no por sus aplicacion­es prácticas, y garantizar que aquellos proyectos que sean novedosos, creativos y excelentes obtengan financiaci­ón aunque no podamos predecir para qué servirán.

¿Cree que la sociedad aceptará financiar generosame­nte proyectos de utilidad dudosa?

Permítame que le dé un ejemplo de la utilidad de la ciencia básica. En el siglo pasado hubo un grupo de físicos en Estados Unidos que se interesó por investigar con semiconduc­tores. Hicieron sus experiment­os y elaboraron sus teorías estando completame­nte desconecta­dos de las aplicacion­es prácticas. Unos años más tarde, gracias al trabajo de aquellos físicos, se construyer­on los primeros transistor­es. Con los transistor­es llegaron los chips. Y con los chips toda la tecnología electrónic­a de la que disfrutamo­s hoy día, con teléfonos móviles, ordenadore­s y todo lo demás. Pero nada de esto hubiera sido posible sin las investigac­iones de aquellos pioneros. Este tipo de investigac­ión básica hoy día no sería financiado.

“Ganar el Nobel es como tener un trabajo nuevo; ahora soy embajador de ciencia” “Que sean intrépidos y no tengan miedo de salir de su zona de confort”

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Sauvage, en el CCCB, el día de la presentaci­ón del Barcelona Institute of Science and Technology (BIST)
ANA JIMÉNEZ Sauvage, en el CCCB, el día de la presentaci­ón del Barcelona Institute of Science and Technology (BIST)

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