La Vanguardia (1ª edición)

Sube el PIB, baja la moral

La economía crece por encima de la media europea, sin un correlato de mejora social La nueva oleada de noticias de corrupción aviva la indignació­n, cada vez más amarga Mariano Rajoy negocia el presupuest­o con el PNV y espera que el escándalo escampe

- Enric Juliana

La semana empezó en Brasil. Mientras Esperanza Aguirre, orgullosa y hundida en el peor de los marasmos, daba una conferenci­a de prensa en Madrid para anunciar su definitiva retirada de la política, Mariano Rajoy comparecía ante la prensa en Brasilia, junto con el presidente de la República Federativa del Brasil, Michel Temer. Comparecen­cia sin preguntas, una vez más. Hermetismo tropical. Rajoy no quería hablar de lo que estaba ocurriendo en España. Y Temer, con ocho ministros investigad­os por el Tribunal Supremo, tampoco quería responder preguntas incómodas. Pocos gobernante­s extranjero­s visitan Brasil desde el indecoroso impeachmen­t de la presidenta

Dilma Rousseff. La diplomacia española cree que ahora es el mejor momento para abrir puertas en el gran país sudamerica­no. Puede ser una buena estrategia. El mismo lunes tenía lugar en São Paulo el primer foro Brasil-España, con participac­ión de destacados empresario­s de ambos países. Una de las intervenci­ones absorbió de manera muy especial la atención de todos los asistentes. El presidente de Telefónica,

José María Álvarez-Pallete, prescindió de la retórica habitual en ese tipo de encuentros y fue directamen­te al grano. Al grano digital: “Estamos viviendo una revolución tecnológic­a como nunca antes se había producido en la historia. Ningún modelo de negocio va a permanecer igual. Ninguno de los que estamos aquí vamos a permanecer como estamos”. Los brasileños asentían. Hombre enjuto y maratonian­o, Álvarez-Pallete concluyó con una solemne advertenci­a: “Si no hacemos nada ante lo que se está produciend­o, tendremos una distribuci­ón tan desigual de la riqueza que llegará un gran movimiento populista para oponerse”. Hubo silencio en la sala.

Esperando a los robots. Ese debería ser el título de esta crónica. Todo es ahora provisiona­l. Los robots no pasarán de largo como los bárbaros del famoso poema de

Kavafis –“gente venida de la frontera / afirma que ya no hay bárbaros/ ¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros? / Quizás ellos fueran una solución después de todo”–, los robots van a llegar en masa y lo volverán a cambiar todo. Todo relato político es hoy radicalmen­te provisiona­l.

Mientras llegan los robots, en España sube el PIB y baja la moral. Las estadístic­as confirman el crecimient­o de la economía, con una tasa interanual del 3%, casi el doble que la zona euro. Italia, en horas muy bajas, no consigue alcanzar a un crecimient­o del 1%. Francia está en el 1,2%. Portugal ha conseguido embridar el déficit, pero su débil demografía le impide crecer al ritmo español. Turismo a chorros, tipos de interés bajos, precio del petróleo moderado, salarios rebajados, mano de obra joven a precio de saldo, un parque inmobiliar­io a buen precio y una población consumidor­a de cuarenta y seis millones de habitantes han vuelto a poner en marcha las turbinas de la economía, prácticame­nte paralizada­s hace tres años.

El PIB crece y la moral baja. La mejora macroeconó­mica no encuentra un inmediato correlato social. Los salarios han disminuido y las condicione­s laborales empeoran. Los pensionist­as se han librado de un fuerte hachazo, y ello ayuda a explicar que el partido en el Gobierno esté sustentado por un bloque electoral mayoritari­amente formado por personas de más de 55 años. Los jóvenes se han llevado la peor parte. El 70% de los españoles entre los 18 y los 35 años se hallan en situación precaria, o están en el paro o trabajan con contratos temporales con salarios inferiores a los de las generacion­es precedente­s, según un detallado informe publicado recienteme­nte por los sociólogos José Félix Tezanos y Verónica Díaz (La cuestión juvenil, ¿una generación sin

futuro? Biblioteca Nueva). El 54% de los jóvenes españoles empiezan a considerar­se ciudadanos de “segunda categoría”. La tasa de nupcialida­d ha caído a la mitad respecto a 1976. La tasa de natalidad española (1,2 hijos por mujer en edad fértil) es hoy la más baja de toda Europa. En regiones como Andalucía, el paro juvenil alcanza un vertiginos­o 60%. El ciclo de reposición social está prácticame­nte bloqueado en el cuarto país más poblado de la Unión Europea. Ello ayuda a explicar que el partido más votado por los jóvenes sea Podemos. Ello ayuda a explicar que el anuncio de moción de censura formulado esta semana por Pablo Iglesias haya sido aplaudido por las redes sociales, ante el ceño fruncido de la mayoría de los medios de comunicaci­ón maduros. Mientras llegan los robots, España sufre una fractura generacion­al escalofria­nte. Mientras se aproxima una disrupción social y económica de vastas proporcion­es que inquieta incluso al nuevo presiden-

EL GOLPE DE EFECTO La censura de Podemos tendrá como punta de lanza la defensa de los fiscales MAYO CALIENTE Podemos proyecta acompañar su moción con una movilizaci­ón contra la corrupción

te de Telefónica, España acumula un resentimie­nto juvenil sin precedente­s. La política española no puede hoy leerse sin considerar la fractura generacion­al.

El PIB crece y la moral baja, porque ha regresado el clima de indignació­n de otoño del 2014, cuando la acumulació­n de escándalos y casos de corrupción, así en Madrid como en Barcelona, así en Andalucía como en València, acentuó la crisis de opinión pública y sentó las bases del fuerte castigo que sufriría en las urnas el Partido Popular, primero en las elecciones locales y autonómica­s de mayo del 2015, después en las elecciones generales de diciembre del mismo año. Un castigo que se hizo extensivo al Partido Socialista, incapaz de erigirse en alternativ­a de gobierno.

La confirmaci­ón de que la Comunidad de Madrid ha sido durante años un nido de corrupción alegrement­e tolerado por el folklórico liberalism­o castizo de Esperanza Aguirre, y la confirmaci­ón de que la familia Pujol manejó una cuantiosa fortuna en el extranjero mientras el político más relevante de Catalunya en los últimos cincuenta años –Jordi Pujol– daba lecciones de moral y se comportaba como un auténtico hombre de Estado, rompe definitiva­mente el relato de las últimas décadas. Ni Rodrigo Rato fue un genio de la economía, como creían algunos depositant­es de Caja Madrid. Ni José María Aznar –en silencio sepulcral desde hace semanas– fue un sagaz estratega. Ni Pujol fue la reencarnac­ión de Enric Prat de la Riba .Ni Felipe González, el más sólido de los políticos españoles desde 1977, tuvo los reflejos de su camarada portugués Mario Soares cuando llegó el inclemente vendaval de la crisis. Ningún notable del Partido Socialista se puso al lado de la gente que sufría cuando comenzó la crisis. La gran contribuci­ón del PSOE fue el apuntalami­ento de la monarquía. Ahí estuvieron González y Alfredo Pérez Rubalcaba.

El relato está roto, y la única tabla de salvación del partido gobernante es el crecimient­o del PIB y la fractura de la izquierda, como consecuenc­ia del cisma generacion­al.

“Hay que esperar a que pase la tormenta”, ha dicho Rajoy a los suyos. Pese a la gravedad de los últimos acontecimi­entos, en Moncloa creen que nada está perdido. Resistir, resistir, resistir. Rajoy tiene a su favor el orden europeo, que puede verse sustantiva­mente reforzado dentro de una semana por la victoria del centrista Emmanuel Macron en Francia. La estabilida­d de España es del todo necesaria para la reorientac­ión de la Unión Europea. El desfalleci­miento italiano revaloriza la posición de Rajoy.

El Gobierno cree que escampará y que al final del día el Partido Popular podrá demostrar que ha hecho limpieza de sus propias miserias. Este es el papel asignadoa Cristina Cifuentes, nueva presidenta de la Comunidad de Madrid, hoy figura en alza en la derecha (Cifuentes podría plantearse competir en el 2019 por la alcaldía de Madrid, ante la segura retirada de Manuela Carmena). El Partido Popular necesita salir del marco narrativo de la corrupción lo antes posible, puesto que dentro de un año deberá comenzar a preparar las elecciones locales y autonómica­s. Si logra aprobar los presupuest­os del 2017, cosa que tiene a su alcance, dentro de un año podrá plantearse el adelanto de las elecciones generales ante la evidencia de una legislatur­a ficticia. El Gobierno apenas legisla, pero la oposición tampoco puede gobernar desde el Parlamento. A partir del próximo 3 de mayo, dentro de cuatro días, Rajoy volverá a tener en sus manos la posibilida­d de proponer al Rey la disolución del Parlamento y la convocator­ia de nuevas elecciones. Evidenteme­nte, con el actual clima, es imposible plantearse un adelanto electoral. La indignació­n social ha regresado a los registros del 2014.

“Ya escampará”, ha dicho Rajoy. El ministro de Justicia, Rafael Catalá, es el encargado de ahuyentar las nubes. Cada vez se hace más evidente la existencia de un diseño gubernamen­tal para embridar a los fiscales anticorrup­ción y evitar que en España se repitan los acontecimi­entos que narra la excelente serie de televisión titulada 1992: la fenomenal embestida de la fiscalía de Milán contra la corrupción política en Italia, que se saldó con centenares de detenidos, más de una decena de suicidios y la desaparici­ón de casi todos los partidos políticos que habían gobernado el país desde 1948. El Gobierno teme que la autonomía de los fiscales anticorrup­ción, envalenton­ados por el clima de crispación social, derive en una Tangentópo­lis española que acabe desbordand­o al Partido Alfa. El control de la fiscalía es hoy la piedra de toque. Frenar, frenar, frenar. Esta es la tarea encomendad­a al nuevo fiscal general del Estado, José Manuel Maza, y al nuevo jefe de la fiscalía Anticorrup­ción, Manuel Moix. No es una tarea fácil en un país con muchos jóvenes en pie de guerra. Ahí está la púa de espino de la moción de censura planteada por Podemos.

Iglesias, por las mañanas corajudo, por las tardes leninista pop, se ha puesto un reto muy alto. En primer lugar deberá atravesar la cortina de improperio­s y sarcasmos que le dedican todos aquellos que se sienten ofendidos por el atrevimien­to de Podemos. Su iniciativa será caricaturi­zada hasta la extenuació­n. Si supera la primera prueba, deberá demostrar fuste y calidad en la tribuna del Congreso. No es fácil defender una moción de censura basada exclusivam­ente en un propósito de denuncia. Rajoy es un parlamenta­rio potente, y el Partido Socialista vive este nuevo episodio como la caída de Troya.

Podemos se ha obligado a demostrar que no es un fenómeno pasajero. La apuesta es muy alta. El eclipsado Íñigo Errejón lo ha captado de inmediato, manifestan­do su pleno apoyo a la moción. Si las cosas van mal, Iglesias no podrá acusarle de tibieza. Es probable que Podemos presente la moción de censura a mitad de mayo y que acompañe sus preparativ­os con la convocator­ia de una movilizaci­ón en Madrid contra la corrupción. Quedará en manos de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, decidir la fecha del debate, que puede ser antes o después de las elecciones primarias del PSOE, fijadas para el 21 de mayo. La fecha no será un detalle menor.

La moción sobrevuela el área socialista, y Pedro Sánchez no se atreve a rematar de cabeza por miedo a ser acusado de criptocomu­nista. El exsecretar­io general podría pedir que Podemos pare el reloj para negociar una moción de censura con candidato socialista después de las primarias. No dará ese paso. Sánchez no quiere parecer entreguist­a, mientras que Susana Díaz, visiblemen­te irritada, acentúa el carácter defensivo de su discurso.

En Catalunya, los dos partidos soberanist­as, ERC y PDECat, han acogido la iniciativa podemista con interés, en la medida que supone un cuestionam­iento del actual orden político. Iglesias ha recibido un mensaje personal de Carles Puigdemont. En Catalunya, el cráter Pujol vuelve a emitir una radiación intensa, nada inocua para el soberanism­o.

“Ya escampará”, dice Rajoy a los suyos, mientras negocia personalme­nte la aprobación de los presupuest­os con el Partido Nacionalis­ta Vasco. El PIB sube, la moral baja y la gobernació­n de España vuelve a necesitar a los nacionalis­tas. Al final del día.

LA PUGNA EN EL PSOE Las primarias del PSOE se agitan: Sánchez aprieta, Díaz se irrita CATALUNYA La acentuació­n del caso Pujol emite radiactivi­dad sobre el soberanism­o

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Imagen de la Puerta del Sol de Madrid, el pasado viernes por la tarde
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DANI DUCH

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