La Vanguardia (1ª edición)

La lista de los más vendidos

- Llucia Ramis

Después de Sant Jordi, el interés se centra más en las cifras que en las letras. Es el lenguaje que entiende el que no está habituado a leer. Sin matices ni contexto: sólo una lista que recoge los diez libros más vendidos en un día. Cuarenta, si se divide en las categorías castellano, catalán, ficción y no ficción. Algunos autores se toman el ranking como el resultado de audiencias del EGM, creen que valen lo que venden. Pero en la era de la autopromoc­ión, lo único que reflejan las listas es que vende más quien se sabe vender.

Gustar a una determinad­a mayoría no implica que seas mejor. El mundo se rige hoy por una competitiv­idad que no valora tanto la calidad ni el trabajo bien hecho (es decir, el contenido de la obra), como la cantidad de likes, simpatías y seguidores que tiene el autor (es decir, las formas de quien la ejecuta). Lo vemos en la política, en la tele, el cine, el periodismo; en cualquier espacio que implique una exposición pública. El fondo es secundario. Lo importante es que sea fácil, entre a primera vista sin que nadie se lo cuestione. Si lo haces bien, presidirás Estados Unidos.

Esos parámetros son absurdos cuando se habla de literatura. Tanto como lo sería publicar semanalmen­te la lista de los cirujanos que han realizado más operacione­s o los pilotos que han volado más horas. Y nos decidiéram­os por estos datos, requiriéra­mos sus servicios porque todo el mundo lo hace.

No existe una concentrac­ión mayor de autores que la del día de Sant Jordi en Barcelona. Pasan por caja unos 45.000 títulos diferentes, más de un millón y medio de libros. Y como recuerda el Gremi de Llibreters, los diez más vendidos en el 2016 supusieron el 4,33% del total. Cabría preguntars­e si ese 4,33% es noticia. ¿Refleja una tendencia social o sólo un interés mediático? Porque, sí, la culpa es de los medios, que no se atreven a extirpar los rankings de sus secciones de cultura. Con lo cual, la realidad se tergiversa. Una cosa es hacer inventario, y otra, convertir ese inventario en publicidad.

¿Qué pasaría si no existieran esas listas? Nada. Muchos libros nunca han aparecido en ellas, como los de algunos youtubers o poetas tuiteros a los que no hemos oído mencionar jamás, y que arrasan por encima de nombres propios como Lucía Etxebarria o Javier Cercas. Gracias a internet, no necesitan el apoyo de los canales tradiciona­les. ¿Y son mejores sus libros? No. Ni siquiera tienen por qué ser buenos. Pero generan ganancias.

Al buscar el beneficio inmediato, el editorial representa un negocio como cualquier sistema de producción capitalist­a. La cultura es otra cosa. La cultura permanece y explica un momento de la historia. No es lo mismo la fama que el reconocimi­ento. La fama está en las listas. El reconocimi­ento, en cada uno de los libros que tienen como mínimo un lector, se hayan vendido en Sant Jordi o no.

El mundo se rige por una competitiv­idad que no valora tanto la calidad como la cantidad de ‘likes’

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