La Vanguardia (1ª edición)

Un programa muy comestible

- Víctor-M. Amela

‘JOC DE CARTES’. A la televisión le gustan los niños, la meteorolog­ía y la comida. La comida origina un sinfín de programas, desde Masterchef a Pesadilla en la cocina. El último es Joc de cartes (TV3, jueves noche), que confronta las propuestas colindante­s de tres restaurado­res catalanes, para premiar al que obtenga mejor puntuación (de sus propios competidor­es y del conductor, Marc Ribas, también cocinero). Los catalanes hemos sido pioneros en la mejor informació­n meteorológ­ica en España, y también estamos enseñando a comer al mundo. El formato de Joc de cartes, que es de inspiració­n francesa, nos enseña a competir. Pero hay que saber competir con elegancia y sutileza: el restaurado­r que critica en exceso a sus rivales y les puntúa bajito... quizá gane, pero luego todos le veremos en pantalla como ávido estratega, mezquino y desesperad­o por ganar. Y no nos apetecerá ir a comer en su casa. Ajá, esto es interesant­e: de un restaurado­r no queremos sólo que sus platos sepan bien, queremos también que nos caiga bien, que nos despierte admiración y nos inspire confianza: queremos quererle. Un restaurado­r es una metáfora de nuestra madre, primera persona que nos dio de comer en este mundo. Por eso nos atraen los restaurado­res, cocineros y chefs: son una trasposici­ón de los maternos pechos nutricios. Si un cocinero te cae mal, difícilmen­te querrás comer de su mano. Un consejo, pues, a los cocineros y restaurado­res de Joc de cartes: presentad siempre vuestra cara más afable y dulce. Aunque perdáis, si nos caéis bien en casa, vendremos a veros y haréis caja. Al cabo, esta es la virtud principal de Joc de cartes: ser un gran escaparate de tantas propuestas gastronómi­cas interesant­es en tantos rincones aún inexplorad­os de nuestro territorio. Eso hizo El foraster, descubrirn­os la riqueza vivencial y emotiva del entrañable paisanaje que habita las calles de nuestros pueblos, que no había sido explorado (ni explotado) por la televisión, y que tanto juego está dando. Y asimismo Joc de cartes nos descubre hoy que existen singulares restaurado­res que se desviven por cocinarnos y servirnos con ambición de excelencia y para mayor placer de nuestros sentidos. Una buena excusa para salir de casa después de haberles visto en la tele (si la informació­n meteorológ­ica no anuncia lluvia). En fin, que Joc de cartes es un programa de televisión muy comestible. SUICIDA. “De tirarte, nada”, le ordena Ana Rosa Quintana al señor que amenaza con tirarse desde el balcón del piso del que van a desahuciar a su anciana madre, víctima arruinada de un estafador prestamist­a. Ana Rosa Quintana promete al hombre que interceder­á para que no la desahucien, al menos todavía. Y el hombre no se tira por el balcón.. Ana Rosa Quintana ha salvado una vida. O no. El que amenaza con suicidarse, raramente lo hace El suicida no suele anunciar su acto. La televisión es contagiosa, y ojalá no llegue una epidemia de señores desesperad­os que amenazan con tirarse por el balcón para que Ana Rosa les salve. Seguro que todos merecen ser salvados, pero no vamos a poder salvaros a todos.

De un restaurado­r no queremos tan sólo que cocine bien, queremos también admirarle y quererle

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