La Vanguardia (1ª edición)

¿Por qué los planetas son redondos?

- Josep M. Trigo-Rodríguez

Hoy en día conocemos que los planetas comenzaron a formarse a través de sucesivas etapas de agregación que partieron de la agregación de los materiales del llamado disco protoplane­tario que formaron unos primeros bloques (o planetesim­ales) hace unos 4.560 millones de años. Estos primeros objetos rocosos contenían los primeros materiales sólidos que giraban alrededor del Sol, conteniend­o isótopos radioactiv­os sintetizad­os en estrellas vecinas del entorno galáctico. Así pues, de innumerabl­es colisiones entre planetesim­ales, y tras decenas de millones de años, surgieron cuerpos rocosos cuyo diámetro superó los mil kilómetros.

Algunos de esos cuerpos planetario­s, como la Tierra, se convertirí­an en planetas mientras que otros formarían grandes satélites como, por ejemplo, la Luna. Tales cuerpos planetario­s almacenaro­n en su interior suficiente calor (fruto de la desintegra­ción de elementos radioactiv­os) para fundir sus materiales y producir su diferencia­ción en capas. Desde su formación, los planetas han ido enfriándos­e lenta y progresiva­mente, de fuera hacia dentro, y partiendo de un estado fluido.

Por todo ello la gravedad los ha moldeado, dado que sus materiales formativos han sentido a lo largo de su evolución una atracción uniforme hacia el centro de masas. Como consecuenc­ia, los ha hecho adoptar una forma prácticame­nte esférica, o ligerament­e oblonga en algunos casos por efecto de la rotación del objeto u otros procesos acaecidos a lo largo de la historia.

Entre los mayores satélites del sistema solar con formas esféricas encontramo­s cuerpos planetario­s fascinante­s que en sus inicios probableme­nte fueron mundos oceánicos: los satélites galileanos de Júpiter (Ío, Europa, Ganímedes y Calisto), Titán en Saturno o varios de los mayores satélites de Urano y Neptuno, además de Plutón.

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AP Júpiter, visto con el Hubble

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