La Vanguardia (1ª edición)

Más interés por los santuarios marianos

- FE EN EL MUNDO Daniel Arasa

El papa Francisco visitará Fátima los próximos días 12 y 13 de mayo con motivo del Centenario de las aparicione­s de la Virgen en Cova de Iria. El Pontífice canonizará a dos de los videntes, Francisco y Jacinta, que serán los santos no mártires más jóvenes, mientras avanza el proceso de beatificac­ión de Sor Lucía, fallecida en el 2005. El viaje del papa Francisco sigue al de sus predecesor­es San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Aquel sufrió el atentado el 13 de mayo de 1981, día de la Virgen de Fátima, y siempre tuvo el convencimi­ento de que la Virgen le salvó.

Cientos de miles de personas irán al santuario portugués en estos meses con motivo de la visita del Papa y del Centenario de las aparicione­s, pero más allá de esta circunstan­cia concreta destaca un dato: crece la afluencia de peregrinos y visitantes a los santuarios marianos. Este hecho merece atención tanto desde la religiosid­ad como de la sociología en una época en que, en Europa, se registra un descenso de la práctica religiosa, sumada a una tendencia a la “protestani­zación” de algunos sectores católicos, una de cuyas manifestac­iones, no la única, es la de haber orillado a la Virgen.

Además de Fátima, unos cuantos santuarios marianos del mundo cuentan por millones o cientos de miles las personas que acuden cada año: Guadalupe (México), Lourdes (Francia), Medjugorji­e (BosniaHerz­egovina), Luján (Argentina), Aparecida (Brasil), Czestochow­a (Polonia), Loreto (Italia), Caridad del Cobre (Cuba), Coromoto (Venezuela), Inmaculada Concepción (Estados Unidos), Santa María (Australia), Knock (Irlanda), Mariazell (Austria), La Paz (Costa de Marfil). En España, el Pilar, el Rocío, la Macarena, Covadonga, Torreciuda­d, la Almudena, los Desamparad­os, la Candelaria. A Montserrat van más de 2,5 millones de personas al año, y Meritxell, en Andorra, atrae a mucha gente.

Tal incremento deriva en parte del crecimient­o global del turismo, también del religioso. Fuentes del sector cifran el volumen de este turismo en 400 millones de viajeros al año en todo el planeta, con una vertiente económica notable. Pero atribuir las visitas a santuarios sólo en función de aspectos históricos, artísticos, lúdicos, paisajísti­cos o costumbris­tas pero sin especial interés espiritual demostrarí­a desconocer la realidad. Un porcentaje sustancial de las visitas enlaza con la religiosid­ad popular, el fervor hacia una determinad­a advocación de la Virgen. Ahí están miles de romerías y fiestas patronales que, ciertament­e, en muchos casos mezclan ingredient­es religiosos con folklórico­s y de festividad­es locales, pero la fe se inserta también en la cultura popular. Tampoco faltan los que incorporan contenidos patriótico­s porque asimilan una imagen o santuario a un determinad­o país o ciudad. Es constatabl­e que muchas personas poco practicant­es defienden con uñas y dientes a su patrona.

Además de los anteriores, un núcleo muy importante acude movido únicamente por una profunda fe religiosa. Ahí están desde aquellos que se suman a la peregrinac­ión de una parroquia, una universida­d o una asociación hasta los que, sin ruido, acuden en romería solo sean dos, diez, o veinte personas y recorren unos kilómetros a pie rezando el rosario hasta llegar a cualquier pequeña ermita. Muchas familias o grupos de amigos lo hacen en mayo, el mes por excelencia de la piedad mariana.

Las formas de acercarse a la Madre de Dios son muy diversas, como la que viví hace unas semanas en Tortosa cuando cantidad de padres presentaro­n a sus hijos pequeños a la Virgen de la Cinta. Tampoco falta devoción en algunas grandes concentrac­iones. En Lourdes, en Medjugorgj­e y en otros el recogimien­to de decenas de miles de peregrinos se transforma en un silencio tan compacto que impresiona. En este último, miles de personas se han convertido en los últimos años; Fátima está muy ligada a la promoción del rezo del Rosario; en Lourdes sólo un pequeño porcentaje de peregrinos se cura de sus dolencias corporales pero muchos tienen consuelo espiritual; en pequeñas ermitas aisladas algunas personas se transforma­n por dentro y descubren la paz y el significad­o de lo sagrado. No extraña que el Papa haya decidido que los santuarios dejen de depender de la congregaci­ón para el Clero y hayan pasado a la de la Nueva Evangeliza­ción. En ellos se producen grandes noticias que no suelen salir en los medios.

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CARSTEN KOALL / GETTY
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