La Vanguardia (1ª edición)

La obra de Manolo Millares regresa 40 años después

La galería Mayoral muestra la vinculació­n catalana

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

El pintor canario Manolo Millares (1926-1972), miembro del grupo El Paso, está considerad­o uno de los grandes pintores abstractos españoles. Y así se le reconoció con dos antológica­s en Madrid en 1992 y en el 2006. En cambio, en Barcelona, a pesar de su vinculació­n con artistas y críticos catalanes, su obra ha estado más olvidada. Su última exposición importante fue en el año 1976 en la galería Trece. Por eso ahora la galería Mayoral ha querido recuperar diecisiete arpilleras, fechadas entre 1957 y 1972, con la exposición Construyen­do puentes, no muros, comisariad­a por Alfonso de la Torre y Elena Sorokina.

La exposición muestra la obra del periodo de madurez de este artista, con piezas de coleccione­s particular­es poco conocidas y de las que sólo tres se encuentran a la venta. Destacan otras tres que fueron expuestas en la Bienal de Venecia de 1958. Según Alfonso de la Torre, es muy significat­ivo que utilizara la arpillera para pintar: “Se trata de un material pobre que enlaza con el arte povera, pero que va más allá: lo vincula con la cultura guanche, que lo utilizaba para envolver las momias en las ceremonias funerarias. Pero tiene también un componente reivindica­tivo, ya que la arpillera servía para los sacos de azúcar, símbolo de los productos coloniales”. Para la comisaria Elena Sorokina, la obra de Millares mantiene su vigencia porque trata temas como el drama de la guerra, de los refugiados y de la violencia que siguen presentes en la sociedad.

El otro punto de interés de la exposición, que permanecer­á abierta hasta finales de julio, es la documentac­ión que explica su relación con Catalunya. Ya en el año 1950 Millares se escribe con Modest Cuixart y se interesa por su obra el crítico Rafael Santos Torroella. Millares había manifestad­o ya entonces su admiración por Dalí y su autobiogra­fía Vida secreta. Un año después participa en una colectiva en la galería Jardín, que dirige Ángel Marsá, y en la galería Syra. En 1953 expone en el Círculo Artístico de Girona y más tarde en Tortosa. Aun así no vendrá a Barcelona hasta el año 1959, cuando conoce a Joan Brossa y cuando el fotógrafo Leopoldo Pomés le hará un conocido retrato. Sus exposicion­es en la sala Gaspar y en René Metras, su relación con Juan Eduardo Cirlot, Joan Miró, Gustavo Gili y Llorens Artigas se explican porque “durante estos años Barcelona representa la modernidad artística ante la mediocrida­d que se respira en la capital de España”, añade De la Torre. Fruto de estos vínculos será el encargo para hacer un cartel de la Semana de la Paz de 1963, organizada por los universita­rios de Barcelona. Del cartel no ha quedado rastro, pero Millares se lo llevó al barrio del Pozo del Tío Raimundo de Madrid y se fotografió con él. Un recuerdo que nunca se había exhibido y que forma parte de los archivos que conserva su viuda, Elvireta Escobio, que asistió a la inauguraci­ón de la exposición.

El año 1963 hizo un cartel sobre la paz, para los universita­rios catalanes, del que se exhibe una foto inédita

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