¡Qué bien luce a los 25 años!
El festival de cine neoyorquino de Tribeca festeja el cuarto de siglo de la icónica ‘Reservoir dogs’ reuniendo a su banda
La banda se reúne otra vez al cuarto de siglo de perpetrar un robo desastroso, por la carnicería que supuso. Sin embargo, en este reencuentro queda claro que aquel horrible asunto criminal brilla hoy como un diamante cinematográfico.
Ellos acumulan años, menos pelo o más canas –lo de mantener el peso lo llevan bien, sin barrigas cerveceras prominentes–, pero se observa su trabajo y no se detectan signos de envejecimiento.
El festival de cine neoyorquino de Tribeca festejó este viernes el 25.º aniversario del estreno del kilómetro cero en la carrera de Quentin Tarantino. Reservoir dogs ejerce de película de culto entre los parroquianos congregados en el Beacon Theatre.
Las ovaciones estallan cuando se detecta la entrada en la sala de sus protagonistas, continúan con el arranque del filme, con los títulos de crédito, atruenan al final del pase y resultan ensordecedoras cuando uno a uno suben al escenario: Michael Madsen (Mr. Blonde), Harvey Keitel (Mr. White), Tarantino (Mr. Brown), Steve Buscemi (Mr. Pink) y Tim Roth (Mr. Orange). Despiertan pasiones en la corte de feligreses.
Y eso que los inicios de Reservoir dogs resultaron poco halagüeños, según confiesa el sumo sacerdote Tarantino. “Fue una calamidad”, señala el director sobre el primer visionado del montaje.
No disponían de las lentes apropiadas y el resultado “parecía una caca”, afirma. “En el clímax se encendieron las luces, y en el punto cumbre, cuando todos apuntan a todos con sus pistolas, entonces hubo un corte eléctrico. Un jodido desastre”, subraya. Al visionado citaron la tropa al completo. “Tú no querías que yo estuviera, decías que traería mala suerte”, apostilla Buscemi,
Una vez que el filme empezó su recorrido por los festivales, Quentin se dedicó, como le apunta Roth, a contar el número de espectadores que se iban. “El máximo fue de 33”, sostiene. Prosigue con una anécdota muy celebrada por la concurrencia. Sucedió en el certamen de Sitges. Tarantino creyó que jugaba en terreno propicio: Peter Jackson estrenaba una de zombis y sangre, por lo que lo suyo no sorprendería. “Hubo cinco deserciones y una fue la de ¡Wes Craven!”, remarca, provocando la carcajada más sonora. “El autor de La última casa a la iz- quierda se marchó, no lo pudo resistir!”, bromea.
Así transcurre la velada, con anécdotas –el cineasta desvela que Tom Waits participó en el casting– y muestras de pasión. Tarantino se rinde a Keitel, del que reconoce que siempre lo quiso en su proyecto y que, sin él, no habría sido posible. O el jocoso pimpón entre Roth y Madsen. “Yo soy el bueno”, asegura Roth. “Eres una rata”, replica Madsen. “Rata tú”, contesta el otro.
–Te amo Michael.
Tarantino contaba a la gente que se iba de la sala: “En Sitges salieron cinco y uno de ellos fue ¡Wes Craven!”
Es el grito de alguien desde el gallinero, y se escucha tras la confesión de Madsen respecto a la que se califica como escena “más icónica”, la del baile al torturar a un policía al son de Stuck in the middle with you, de los Stealers Wheel. “Me sentí confundido al leer en el guion que ‘Mr. Blonde danza alrededor de forma maniaca’. Me pregunté que significaba, ¿como Mick Jagger?”.
Le causó tal mal cuerpo que no la ensayó. “Me inspiré en James Cagney, me salió espontánea”.
En medio de la fiesta, Tarantino, que a los 54 años se expresa con la ilusión de un niño, agradece a los actores su colaboración en la construcción del filme. Rememora que, tras dos semanas de ensayos, y previo al rodaje, Keitel convocó una cena en su casa californiana de Malibú. “Yo vivía con mi madre en Glendale y, conduciendo de regreso, me di cuenta de que tenía una película. Ese es el recuerdo más feliz de mi vida”.