La Vanguardia (1ª edición)

Cólera en Turquía porque EE.UU. arme a los kurdos contra el EI

“No se puede combatir a un grupo terrorista con otro”, dice el presidente turco

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

La oposición turca llama a Erdogan a suspender su anhelado encuentro con Trump

En Ankara ha sentado como una bomba la autorizaci­ón de Donald Trump para dotar de armamento pesado a los peshmergas kurdos, con el objetivo de acelerar la caída de Raqa, la capital del Estado Islámico, en Siria. “No se puede combatir a un grupo terrorista con otro”, ha aseverado el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. “No sólo tendrá consecuenc­ias en Turquía sino también en EE.UU.”, ha advertido su primer ministro, Yildirim. “Cada arma que se entrega al YPG [Unidades de Protección del Pueblo Kurdo] es un arma contra Turquía”, ha remachado el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Cavusoglu. Con la excepción de las fuerzas kurdas, la oposición turca también se muestra indignada por lo que considera una jugada “hostil” y llama a Erdogan a suspender su anhelado encuentro con Trump, previsto para dentro de una semana.

El caso es que cada día que pasa se está más cerca de un escenario inquietant­e. El primer ejército de la OTAN, el estadounid­ense, suministra­rá armamento de gran calibre a una milicia que –al otro lado de la frontera y con otro nombre, PKK– está en guerra con el segundo ejército de la misma organizaci­ón, el turco. Algo “inaceptabl­e” según el viceprimer ministro Nurettin Canikli. Cabe decir que el YPG es el principal vector de las Fuerzas Democrátic­as Sirias, que también cuentan con guerrillas árabes no fundamenta­listas contrarias al gobierno de Damasco.

En un precipitad­o exorcismo de esta situación, Ankara anunció hace un mes, horas antes de recibir al secretario de Estado de EE.UU., que las operacione­s turcas en Siria habían terminado. Sin embargo, hace quince días la aviación turca volvió a bombardear posiciones kurdas, tanto en Siria como en Sinjar, en Irak, donde el mismísimo PKK –y no su marca blanca siria– había desalojado anteriorme­nte al Estado Islámico, junto a los peshmergas iraquíes y con cobertura aérea estadounid­ense.

Turquía, que cultiva excelentes relaciones con la región autónoma kurda de Irak, en manos del conservado­r Barzani, considera en cambio como una pesadilla la posibilida­d de que el PKK, bajo otro nombre, pueda ser premiado con una autonomía parecida en Siria, con efectos impredecib­les a medio plazo.

Ankara ha ofrecido a Estados Unidos, por activa y por pasiva, a su propio ejército para intervenir en la reconquist­a de Raqa. Sin embargo, los árabes del lugar, que ya recelan de los kurdos, todavía recelan más del ejército de un Estado extranjero que, además, desde la caída del Imperio Otomano considera como tierra irredenta el territorio sirio al norte de Alepo y el territorio iraquí alrededor de los yacimiento­s de petróleo de Mosul –en este caso, cargando sus argumentos con un pequeño porcentaje de población turcófona.

Ankara recuerda que la organizaci­ón madre del YPG, el PKK, está clasificad­a como terrorista por Washington y lleva meses advirtiend­o de que la entrega de artillería pesada a su brazo en Siria significar­ía cruzar una línea roja. Sin embargo, todo indica que esto está muy cerca de suceder, acompañado incluso por vehículos blindados ligeros. Washington no termina de revelar sus cartas, pero asegura que cualquier suministro de armas será temporal y revocable, a medida que se vayan cumpliendo objetivos.

Lo que no aclara, en cualquier caso, es qué ha prometido a los kurdos para que estén dispuestos a poner las bajas en el campo de batalla. Simultánea­mente, el rojerío del viejo Partido de los Trabajador­es del Kurdistán (PKK) y afiliados se destiñe y se vuelve cada vez más arco iris.

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DELIL SOULEIMAN / AFP Un miembro de las milicias kurdo-árabes de las Fuerzas Democrátic­as Sirias, apoyadas por EE.UU., a 55 km de Raqa, la capital del EI

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