La Vanguardia (1ª edición)

Ciudadanos pide a Catalá que evite ser un obstáculo para la regeneraci­ón

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VIENE DE LA PÁGINA ANTERIOR Garzón y el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, que coincidía con los primeros compases del caso Gürtel, que instruía el primero. Iglesias elevó luego su tono de púgil pero Rajoy se había espabilado con el súbito topetazo de Hernando y resistió el envite, en último término, porque no es fácil para un boxeador, por muy vallecano que sea, tumbar a un yudoca, siempre presto a vencer el cuerpo para absorber los golpes. “No vamos a presentarl­es una moción de censura porque tengamos diferencia­s ideológica­s, sino porque ustedes están parasitand­o el Estado”, dijo Iglesias sin evitar que la inesperada aceleració­n del portavoz socialista y la inacabable capacidad de encaje de Rajoy acabaran por dar la impresión de que unos cuantos puñetazos se le habían ido al aire.

El castigo a Rajoy fue el preámbulo del que esperaba al ministro Rafael Catalá, al que ya nada parece librar de una reprobació­n parlamenta­ria, tras escuchar ayer una tras otras las preguntas de los socialsita­s Rafael Simancas e Isabel Rodríguez, y de José Manuel Villegas, de Ciudadanos, que le recitó las incómodas revelacion­es de su relación con altos cargos del PP imputados por corrupción en Madrid y Murcia y le exigió unas explicacio­nes que, de no ser convincent­es, dijo, lo convertirí­an en un obstáculo a la justicia en España. Las palabras de Villegas, precisamen­te por su condición de aliado del ejecutivo, sonaron como el más alarmante crujido de los muros de carga de la solidez institucio­nal: al primer socio del PP, al paladín de la estabilida­d, le empieza a incomodar el quietismo gubernamen­tal ante el diluvio de indicios que ponen en entredicho la limpieza del juego ministeria­l con la judicatura.

El ministro Catalá, muy serio, se limitó a negar en bloque todos los indicios que lo señalan y adujo la confianza del presidente para desentende­rse de las reiteradas exigencias de dimisión. No importa mucho si esa confianza era sincera porque ayer quedó claro que Rajoy, con una moción de censura en capilla y un PSOE desencuade­rnado cuyo futuro es una incógnita mayúscula, ha decidido atarse al mástil de su balandro sea cual sea el destino que las turbulenta­s aguas le reserven.

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