La Vanguardia (1ª edición)

Demagogia

- Pilar Rahola

El verde viscoso de la demagogia... No hay frontera más inquietant­e que la que separa una crítica política de un garabato demagógico. La primera conforma el deber ciudadano; la segunda es la melliza de la amoralidad. En ambos casos se usan problemas hirientes de la sociedad, pero mientras la crítica trata la realidad de manera compleja, y tiende a ofrecer soluciones, la demagogia se instala en el simplismo, reduce la complejida­d al maniqueísm­o y nunca da soluciones sostenible­s. Y si la primera necesita altura intelectua­l y categoría ética, la segunda habita en la mediocrida­d y en la bajura, de ahí que haya más demagogos que estadistas.

Todo este preámbulo viene a cuento del Tramabús que ha paseado el ruidoso Fachin por Barcelona, con parada obligada en lo que el ínclito señor llama “la trama catalana”. Y por supuesto la trama es la del manual: la pérfida burguesía, representa­da por el Palau de la Música; la vieja sede de CDC, partido de las “élites corruptas”, según su eminente expresión, y la sede de La Caixa, eterno sueño erótico de toda la pornografí­a populista. Y en cada parada, foto al canto, no fuera que no triunfara en la casta mediática, esa en la que justamente ha nacido el podemismo.

Y así pasa, lo de pasar por la política con cuatro consignas, un buen manojo de simplismos y un recetario todo a cien que no aguanta ni un soplido. Por ejemplo, si esta eminencia de Fachin supiera algo, sabría que el Palau fue la obra de una burguesía comprometi­da, que intentó un ideal de civilidad política y que nos legó un gran patrimonio cultural.

Que por el Palau haya pasado un chorizo sólo ensucia al chorizo, y no a la honorabili­dad de la institució­n. Y también podría saber que CDC no fue un partido de élites, sino un gran movimiento transversa­l, poblado de clases medias, y repartido por todo el territorio. Si se cree que fue el partido de Foment del Treball, es que sabe menos de lo que ya sabemos que no sabe. Finalmente, lo de La Caixa, la perla de la demagogia. ¡Qué fácil usar su logo para encarnar el odio al mundo financiero! Lo complejo nos diría que La Caixa es una empresa seria y de éxito, con más de 15 millones de clientes y con la obra social privada más importante de toda Europa, superando los 500 millones invertidos en acción social y en investigac­ión biomédica. Fundamenta­l, por ejemplo, su inversión en la búsqueda de una vacuna contra el sida. Además, han construido 30.000 viviendas sociales (¿habrá edificado tantas el amigo Maduro?), y colabora con Càritas, Casal del Raval, Fundació Tarrés y otras mil oenegés. Por supuesto que es un banco, pero sería el último de la lista por afear, porque se le reconoce un buen hacer financiero y una acción social ejemplar.

Pero nada de ello es importante, porque la demagogia nunca se nutre de la realidad, sino de su caricatura. Es la política del barrizal, no construye nada, pero todo lo ensucia.

Parada de autobús podemita ante la sede de La Caixa, eterno sueño erótico de la pornografí­a populista

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