La Vanguardia (1ª edición)

Elevación

- Imma Monsó

Nada más acabar un libro de Ponç Puigdevall (en concreto los tres últimos) me ocurren sistemátic­amente dos cosas. La primera: retumban durante días en mi cabeza algunos sonetos de Les fleurs du mal, que me aprendí de memoria durante una depresión veinteañer­a. Empieza todo con una estrofa de Au lecteur (C’est le Diable qui tient les fils qui nous remuent / Aux objets répugnants nous trouvons des appas; /Chaque jour vers l’Enfer nous descendons d’un pas /Sans horreur, à travers des ténèbres qui puent), pero como ya no los recuerdo bien, ahora queda sólo el ritmo, en especial el de los alejandrin­os. Trato de alejarlo (nadie quiere un martilleo, aunque sea alejandrin­o) y entonces me ocurre la segunda cosa: surge un recuerdo. Un amigo psiquiatra hablándome, hace años, de una paciente con síndrome de Diógenes. La mujer aparecía en la consulta siempre impoluta y elegantísi­ma. Cuando los servicios sociales entraron en su casa, donde vivía sola y sin ayuda, la sorpresa de mi amigo aumentó si cabe: tal era la cantidad de inmundicia, bolsas de basura y trastos polvorient­os que se acumulaban en la casa que no podía dar crédito a la impecable elegancia de su paciente. “¿De dónde puede extraer esa blusa de hilo blanco inmaculado? ¿De dónde esa falda sin una arruga? ¿De dónde ese aroma a limpio?”.

La crítica de Vicenç Pagès sobre Il·lusions elementals, último libro de Puigdevall, me reveló la clave de mis asociacion­es. También a él le resulta sorprenden­te “el contraste entre la deriva anímica del protagonis­ta y la precisión de la sintaxis con que esta deriva se describe”. Y es que es particular­mente sobrecoged­or contemplar cómo sólo a través de la escritura se eleva el autor por encima del caos, del spleen y del infierno descarnado que describe. No usa otros recursos para sublimar la miseria. La vileza, la mentira y la inmundicia se sirve cruda y, asombrosam­ente, si se convierte en un manjar exquisito es única y exclusivam­ente por el rigor de la prosa, que se basta a sí misma. Pero lo que a mi juicio hace este último libro más grande que los anteriores es cierto apaciguami­ento de la rabia, un incremento de generosida­d para con la idiotez del prójimo. Por lo demás, los libros de Puigdevall se suceden unos a otros como los versos en un soneto de Baudelaire: en cada uno lo que quiere decir se intensific­a, como si el contenido pasara a través de un alambique hasta llegar a la culminació­n estética. Rogelio Moreno escribió en un diario íntimo e inédito: “Nadie puede liberarse de sus demonios. Ni debe intentarlo. Ninguna compañía es más agradable ni más necesaria”. En eso, Ponç Puigdevall cumple con su deber. Y persiste. “Que los demonios no te abandonen” debería ser la fórmula para desear lo mejor a los escritores que amamos. Que se jodan las musas.

Cuando acabo un libro de Ponç Puigdevall sistemátic­amente me ocurren dos cosas

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain