La Vanguardia (1ª edición)

Trump amenaza al exjefe del FBI con revelar sus secretos

El presidente se revuelve contra el cesado Comey en una insólita escalada verbal

- Nueva York. Correspons­al FRANCESC PEIRÓN

Donald Trump advirtió ayer en un tuit a James Comey, a quien acaba de destituir, que podría utilizar en su contra antiguas grabacione­s suyas si el exjefe del FBI hace filtracion­es a la prensa. El presidente acusa directamen­te a Comey de divulgar secretos.

La ley del salvaje oeste parece todavía vigente en Estados Unidos. Pim pam pum. Eso sí, estos son otros tiempos. En lugar de balas, el presidente Trump siempre tiene un tuit en la recámara.

La Casa Blanca ha ido cambiando, entre contradicc­iones, la narrativa sobre el despido de James Comey como director del FBI, en medio de las investigac­iones de la agencia federal sobre la posible confabulac­ión entre la campaña electoral del hoy presidente y el espionaje ruso.

De entrada, la responsabi­lidad de echarle se la atribuyero­n –incluido el vicepresid­ente Mike Pence ante las cámaras– a la recomendac­ión incluida en un informe del número dos del Departamen­to de Justicia, Rod Rosenstein, cuestión que luego se dedujo falsa. Hay informe, aunque se elaboró a posteriori de que Trump tomara su resolución para dejar un rastro de papel.

Los asesores del presidente también negaron que el caso ruso jugara papel alguno.

Pero el propio Trump, en una entrevista el jueves a la cadena NBC, asumió la responsabi­lidad –“Lo habría despedido igual, con o sin recomendac­ión”– y no ocultó que las pesquisas del caso ruso tuvieron relevancia a la hora de decidir el despido por considerar que es una falsedad y hace mucho que debería estar cerrado.

“El presidente Trump ha actuado con constancia como un hombre que tiene algo que esconder”, señaló Max Boot, analista de tendencia conservado­ra del Council on Foreign Relations. “Siempre que la presión del Kremlingat­e crece con fuerza, él ha atacado con unas maneras que son erráticas y contraprod­ucentes”, añadió Boot.

La ráfaga del viernes de Donald Trump en su cuenta de Twitter resonó debido a las versiones contrarias a la suya en cuanto a sus relaciones con el jefe del FBI, al que fulminó el martes.

Todo viene a cuento por “la bonita cena”, según Trump, que a finales de enero, al poco de tomar posesión de la Casa Blanca, mantuvo con el entonces jefe del FBI. En esa entrevista, el presidente habla de un contenido de la charla que difiere de forma radical de lo que explican algunos medios –más que “bonita”, la reunión re- sultó tensa– citando fuentes cercanas al destituido director.

Esta circunstan­cia, que niega su verdad única, provocó la ira matinal de Trump.

“Más le vale a James Comey que no haya grabacione­s de nuestras conversaci­ones antes de que él empiece a filtrar a la prensa”.

Su tuit de las ocho y media de la mañana causó consternac­ión por la clara amenaza a Comey, al que acusa directamen­te de filtrador de secretos. El presidente sugiere que existe un registro del contenido de esa cena y que está dispuesto a utilizarlo para contraatac­ar al exjefe del FBI si lo cree

El tuit del presidente acusa al exdirector del FBI de ser uno de los filtradore­s de secretos a los medios

necesario. No quedó claro, sin embargo, si la advertenci­a se ha de tomar de forma literal o va de farol para intimidar a James Comey, al que en la NBC calificó de “fanfarrón”. Aunque Comey no se dejó oír, en su entorno se subrayó que “no tiene preocupaci­ón alguna por posibles grabacione­s”, informó la CNN.

En otros micromensa­jes, Trump sostuvo que, siendo un presidente muy activo y con tantas cosas como suceden, puede ocurrir que sus colaborado­res ofrezcan versiones “sin una exactitud perfecta”. Por lo que señaló que “tal vez lo mejor sea cancelar futuras ruedas de prensa y dar respuestas escritas en aras a la exactitud”.

Él mismo se ha metido en sus propias arenas movedizas. En la citada entrevista remarcó que Comey le aseguró que él no estaba dentro de la investigac­ión rusa.

Esta afirmación, incluida en la carta de despido, ha causado consternac­ión. Los que han trabajado con el exdirector del FBI replicaron que Comey jamás habría realizado un comentario de ese tipo. Andrew McCabe, su sucesor interino, mostró ese mismo escepticis­mo en su comparecen­cia en el Senado del jueves. Se negó a entrar en el contenido de las conversaci­ones entre Trump y Comey, pero sí aclaró que “no es habitual” explicarle a alguien si está o no en la investigac­ión.

La versión periodísti­ca de esa cena, convocada según este relato a petición de Trump, y no a la inversa, incorpora una conversaci­ón que es la que ha encendido al inflamable presidente. The New York Times especificó que Trump solicitó a Comey que “le prometiera su lealtad hacia él”, solicitud que el otro declinó. Comey le remarcó que siempre sería “honesto” con él, pero que no le profesaría confianza en el sentido político convencion­al. Trump le insistió luego que precisaba su lealtad y el interlocut­or volvió a citar “honestidad”. Trump le presionó y le pidió “lealtad honesta”, a lo que Comey le contestó que eso sí lo tendría.

“No es una amenaza, sólo una declaració­n de los hechos”, replicó ayer el portavoz Sean Spicer sobre el mensaje de Trump a Comey. Spicer, que negó la solicitud de lealtad –“Sólo pide lealtad al país y a la ley”–, no aclaró lo esencial: ¿Existe la grabación? Se limitó a decir que no tenía constancia. “No tengo nada más que añadir al tuit”, dijo.

Y no respondió si el presidente Trump graba las conversaci­ones en la Sala Oval. Es lo que hacía Richard Nixon, cosa que contribuyó a su caída por el Watergate.

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BRENDAN SMIALOWSKI / AFP Donald Trump bromea, ayer en la Casa Blanca, con un grupo de estudiante­s de Charlotte (Carolina del Norte)

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