La Vanguardia (1ª edición)

‘La ballena azul’

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Leo horrorizad­a las noticias sobre este juego macabro denominado La ballena azul, provenient­e de Rusia, y que ya ha aterrizado en nuestra casa. Los Mossos han detectado a seis víctimas, de las cuales una reviste gravedad, porque la joven ha tenido que ser ingresada en un centro para evitar el suicidio. Y no es extraña esta derivada trágica, porque el juego –que se mueve para la red– plantea cincuenta retos que ponen a prueba a los jugadores, cada vez con más riesgo y dificultad, y al final la última prueba que se exige es el suicidio. Se trata de un juego dirigido a preadolesc­entes de 12 a 14 años y, por desgracia, ya se conocen algunos suicidios en distintos países.

Reflexiono sobre la cuestión en la doble dirección que me motiva la noticia: la reactiva, qué podemos hacer, cómo podemos proteger a los hijos…; y la emotiva, no en vano hablamos de jóvenes en edades vulnerable­s, que fácilmente pueden caer en una trampa letal. No sé cómo decirlo, pero el cerebro que ha imaginado una telaraña de autodestru­cción como esta se parece mucho a la definición pura del mal.

Y nos recuerda, desgraciad­amente, la fragilidad e indefensió­n de nuestros hijos ante la pantalla del ordenador. Antes nos preocupaba el hombre del saco que podían encontrar en la esquina. Ahora el hombre del saco entra dentro de casa, habita entre ellos, les habla, los seduce y casi nunca sabemos que existe. ¡Ay!

Con respecto a la cuestión reactiva, es decir, el cómo se debe combatir, las noticias no son buenas. Ciertament­e, y tal como ha pedido la consellera Ruiz, hay que denunciar cualquier sospecha sobre un joven que esté inmerso en el juego de La ballena azul, “porque se trata de una práctica delictiva de inducción al suicidio”. Las denuncias se centraliza­rán en la división de investigac­ión de los Mossos, y la policía tendrá que buscar quién ha colgado la informació­n del juego y cómo han conseguido llegar a los jóvenes. Pero a pesar del buen trabajo policial, nada será fácil, primero porque el anonimato en la red dificulta la denuncia, y segundo porque, con el Código Penal en la mano, será muy complejo conseguir la imputación. Desde la perspectiv­a legal, la lucha contra esta ballena parece ingente.

Respecto a las emociones, quiero expresar el dolor y la rabia que me genera una maldad como esta. ¿Quién puede diseñar un juego que tiene como objetivo conseguir el suicidio de un preadolesc­ente? No puedo imaginar la oscuridad de alma de estos personajes que buscan en la red a personitas frágiles, en el punto en que empiezan a hacerse adultos, con el fin de conducirlo­s al deseo de morir. Doce, trece, catorce años, el cuerpo que cambia, el ánimo que se agita, la vida que sale por los poros, y ellos que no saben si se gustan, si son lo bastante buenos, y entonces alguien los alcanza, alguien anónimo, un fantasma en la red..., el mal. Hay días en que cuesta creer en la humanidad.

¿Quién puede diseñar un juego que aspira a conseguir el suicidio de un preadolesc­ente? El mal puro

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