La Vanguardia (1ª edición)

Lección de buen hacer

- J.P.

El espacio es consustanc­ial a la expresión musical, por ello es interesant­e subrayar el buen uso de ello que ha hecho la Akademie (con al menos tres catalanes). ¡Qué nos cuesta adaptar unos paneles para mejorar el deslucido escenario! Con instrument­os adaptados a la época original, la Akademie dio una lección de buen hacer y de muy meditado uso del espacio. El pequeño motivo en el Brandenbur­go n.º 3 fluyó recorriend­o el semicírcul­o de cuerdas a tres, y contrabajo magistral de Xavier Puertas. El solo de clavecín en el Adagio fue relevante, y de aplauso inmediato si no rigiese el ritual que exige mantener el silencio. El Brandenbur­go n.º 1 que abrió el programa contaba en el concertino con un violín piccolo tal cual la partitura, pero su sonido es desigual en el volumen de esta sala. Magnífica claridad conceptual en la cuerda de la Polonesa. Exquisito cellista Jan Freiheit en los solos y en el continuo. El Brandenbur­go n.º 6, sin violines y camerístic­o, sonó íntimo.

La Akademie trabaja con los efectivos justos y necesarios y no busca la espectacul­aridad sino la precisión y la claridad. Cada parte del programa se cerró con una Suite de Bach, tal la n.º 2 con el exquisito flautista Christoph Huntgeburt­h y finalmente la n.º 4 elocuente con planos, voces y contrastes sutiles.

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