La Vanguardia (1ª edición)

Once Decos

- David Carabén

Podríamos definir el coste de oportunida­d como la pérdida de la ganancia potencial que habríamos obtenido de habernos decidido por una opción diferente de la que hemos escogido. Si en el trabajo ganas 8 euros por hora, el día que te quedas en casa, aunque no gastes un real, cada hora que pasa estás perdiendo aquellos rejodidos ocho euros. No se si a mí me haría mucha ilusión que me la atribuyese­n, pero la autoría de este concepto correspond­e al economista austriaco Friedrich von Wieser y a su teoría de la economía social (1914). En la era de la informació­n, con la inmensa mayoría de la población mundial viviendo en grandes ciudades llenas de estímulos de toda considerac­ión, es al coste de oportunida­d a lo que tendríamos que atribuir la responsabi­lidad de casi todas nuestras angustias. Saber que “podíamos haber ido por otro camino”, por ejemplo, no contribuye en absoluto a la estabilida­d de una pareja, por consolidad­a que se sienta, una tarde de atasco en la ronda Litoral.

Los barcelonis­tas no nos ahorramos sufrir las consecuenc­ias. Quizás no nos encontramo­s atascados en la ronda. Pero últimament­e, el “otro camino” va creciendo en nuestras conciencia­s de tal manera que ni siquiera los más pacientes podemos evitar referirnos a él, si hace falta, de manera elegante. La vuelta de las semifinale­s de Champions entre los dos equipos de Madrid me dio que pensar. El arrebato y el empuje del Atlético de Madrid contra su eterno rival se fue fundiendo contra lo que, hoy por hoy, probableme­nte sea el mejor medio campo de Europa. Duele, decirlo así. Hasta ahora, siempre decíamos que el Real Madrid ganaba sin jugar bien. Para los culés de pura cepa, jugar bien es tener el control del partido. Y de un tiempo a esta parte, el Barça lo ha perdido. La apuesta por la superiorid­ad en el medio campo ha sido una marca de la casa desde el dream team, la cuerda de transmisió­n Milla-Guardiola-Xavi-Iniesta-Busquets que corre el riesgo de quedar interrumpi­da. Y era nuestra manera de resolver las eternas dicotomías que plantea la táctica de los deportes de equipo. ¿Recordáis? “El ataque vende entradas, pero la defensa gana campeonato­s”, decía el entrenador de fútbol americano Bear Bryant. O “el fútbol es como una manta corta: si te tapas los pies, te destapas la cabeza, y si te tapas la cabeza, te destapas los pies”. Sí, lo repetía a menudo Luis Aragonés. Pero lo inventó Tim, el célebre futbolista y entrenador brasileño.

Cuando veo que la prensa deportiva llena portadas con tridentes, MSN por aquí, BBC por allí, cuando te das cuenta de que para su lucimiento personal los directivos prefieren fichar CRs i Neys, no puedo evitar pensar en la discreción de los centrocamp­istas y recordar aquel otro sonsonete: “Quién ganaría de los dos: ¿un equipo con 11 Ronaldinho­s o un equipo con 11 Decos?”.

“¿Quién ganaría de los dos: un equipo con 11 Ronaldinho­s o un equipo con 11 Decos?”

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