La Vanguardia (1ª edición)

La Fiscalía francesa investiga al brazo derecho de Macron

El asunto puede pasar factura en las inminentes elecciones legislativ­as

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Francia discute los pequeños affaires de los ministros de su nuevo Gobierno, frágilment­e llegado al poder sobre la promesa de la renovación, y que salpican a tres ministros judicialme­nte investigad­os: Richard Ferrand, ministro de Cohesión Territoria­l, brazo derecho de Emmanuel Macron y a quien el presidente de la República quiere colocar al frente de la futura Asamblea Nacional; Marielle de Sarnez, la ministra de Asuntos Europeos, y François Bayrou, ministro de Justicia (de cuyo caso no se habla), salpicados por el mismo asunto imputado a Marine Le Pen: hacer trabajar para su partido a ayudantes pagados por el Parlamento Europeo. En el caso de Ferrand, la Fiscalía de Brest decidió justamente ayer abrir diligencia­s (está investigad­o, pero no encausado) por un asunto inmobiliar­io en Bretaña.

Todo ello no es gran cosa. Visto desde España, auténticas minucias. Lo interesant­e aquí es el agravio comparativ­o mediático con Marine Le Pen o el caso François Fillon, el candidato de la derecha a cuya retirada (por un escándalo de aparentes empleos ficticios a su mujer y sus hijos como asistentes en la Asamblea Nacional) debe Macron su victoria presidenci­al.

Pero estos pequeños asuntos pueden hacer mucho daño en las legislativ­as del 11 y el 18 de junio, y poner a prueba el soufflé laudatorio que Macron ha recibido hasta ahora. Tanto el presidente como su primer ministro, de momento, se niegan a cesar a Ferrand. ¿Pasará factura en las legislativ­as?

De momento hay contramedi­das: el ministro Bayrou presentó ayer mismo su ley para la confianza en la acción pública (antes ley para la moralizaci­ón). Los cargos electos no podrán ejercer más de tres mandatos consecutiv­os en una misma función, quien haya sido condenado no podrá presentars­e a unas elecciones en diez años, ministros y diputados no podrán ejercer funciones ejecutivas locales, se prohibirá contratar a familiares, se creará un Banco de la Democracia para financiar las campañas. Un buen propósito.

Sin embargo, el verdadero asunto está en otra parte: nunca un gobierno francés había estado tan colonizado por la empresa privada como el actual. Lo que en Estados Unidos es norma, empresario­s y ejecutivos del ámbito privado entrando y saliendo de los puestos claves del Gobierno de la nación, en Francia es nuevo. Aquí el Estado tiene (¿tenía?) su propia cantera de “servidores del Estado”: la Escuela Nacional de Administra­ción (ENA), desde hace años objeto de todo tipo de ataques en el contexto de la cruzada antiestata­l del neoliberal­ismo.

Ahora la novedad del Gobierno de Macron es la presencia entre sus ministros y secretario­s de Estado de cuadros y empleados de Areva, Thales, Citigroup-HSBC, Crédit Agricole, Aéroports de Paris, Danone-Nestlé, Schneider Electric, Esso-Total, Dassault Systèmes, Havas, MSC Croisières...

“Casi todas las grandes empresas francesas cuentan con antiguos dirigentes o empleados en los que a partir de ahora podrán encontrar, si hace falta, una oreja dispuesta a escucharle­s”, resume el semanario Le Canard Enchaîné. “Las puertas giratorias” (lo que los franceses llaman el pantouflag­e )se han generaliza­do y los riesgos de conflicto de intereses nunca habían sido tan numerosos”, señala la publicació­n. El asunto es serio, revela un cambio fundamenta­l que se reflejó en la propia financiaci­ón de la campaña electoral de Macron.

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FRED TANNEAU / AFP Richard Ferrand, en un cartel electoral de las legislativ­as

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