El gas natural, el gran aliado en la lucha contra la mala calidad del aire
Las bronquitis infantiles, que se han disparado, y el incremento de cardiopatías son algunas de las consecuencias de la contaminación
Las cifras son escalofriantes. Según la OMS, más de cuatrocientas mil personas mueren prematuramente cada año en la UE por la mala calidad del aire. Apenas un puñado de países afortunados se libran de esta plaga, ya que, en concreto, el Banco Mundial estima que nada menos que el 92% de la población mundial la vive en lugares donde no se respetan las directrices de la OMS sobre la calidad del aire.
En nuestro país se calcula que son 29.000 las personas que fallecen anualmente por esta causa, pero las muertes son solamente la punta del iceberg de este problema, ya que las consecuencias sobre la salud de la población van mucho más allá. Las más graves, un aumento significativo de problemas cardiovasculares y enfermedades respiratorias causadas por la contaminación.
Precisamente, las bronquitis, que se han disparado en los últimos años en la población infantil afectada de asma, son uno de los problemas que preocupan a las autoridades sanitarias.
Muchas otras, como las molestias oculares y dermatológicas, son de menor gravedad, pero provocan molestias en gran parte de la población.
El tráfico, en el punto de mira
Los estudios señalan claramente a un culpable de esta mala calidad del aire: el transporte por carretera, que ocasiona el 65% de la contaminación urbana. Las partículas sólidas o en suspensión constituyen uno de los principales contaminantes, y son las que emiten los coches de gasolina y, especialmente, los diésel.
Gobiernos de todo el mundo se han puesto manos a la obra hace años para intentar combatir este auténtico problema de salud, pero, de momento, muchas de las iniciativas, como la política europea en cuanto a reducción de emisiones de NO2 de los turismos diésel, han fracasado.
El problema es especialmente grave en grandes ciudades con una alta densidad de vehículos, como Madrid (con 2.100 turismos matriculados por km2) y Barcelona (5.700), debido a la alta proporción de turismos diésel en nuestras flotas (65%). Solo cambiando un coche diésel de 1992 por uno actual, a nivel de contaminación, es como si elimináramos 35 coches de la circulación.
Gas natural contra el cambio climático
Según el informe El papel del gas natural en una economía española baja en emisiones, elaborado por KPMG en colaboración con Sedigas, el gas natural “contribuye a mejorar la calidad del aire de las ciudades al reducir en un 85% las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) y casi al 100% las emisiones de partículas en suspensión y dióxido de azufre (SO2), principales causantes de problemas de salud respiratorios”.
También reduce hasta en un 25% las emisiones de dióxido de carbono (CO2), principal gas de efecto invernadero, por lo que esta energía contribuye en la lucha contra el cambio climático.
Mientras que las soluciones de movilidad eléctrica existirán en el futuro, pero antes deben resolver se problemas importantes, como la recarga rápida de vehículos, en el caso del gas natural, la tecnología ya está madura. Su uso como combustible para vehículos está ampliamente extendido desde hace muchos años en diversos países del mundo.
De 22 a 200 millones de vehículos con gas natural
Según la Asociación Europea del Gas Vehicular (NGVA Europe, por sus siglas en inglés), en el mundo hay más de 22 millones de vehículos que actualmente funcionan con gas natural, y la previsión es que superen los 200 millones en 2030, con la intención de cumplir con los objetivos de la UE para 2030 de reducir las emisiones de CO2 en un 40% respecto del nivel de 1995. En España, la matriculación de estos vehículos, tanto de turismos como de vehículos pesados, es también una tendencia en alza.