La Vanguardia (1ª edición)

LA AMENAZA DEL CALENTAMIE­NTO

El cambio climático amenaza el Banco Mundial de Semillas y profana otros emblemas de la biodiversi­dad de la Tierra

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

La subida global de las temperatur­as tiene consecuenc­ias en todas partes.

El Banco Mundial de Semillas de Svalbard es una mina de 120 metros de profundida­d, excavada en una montaña helada de piedra. Está en las afueras de Longyearby­en, capital de este archipiéla­go noruego a 1.300 kilómetros del polo Norte. La carretera de acceso está rodeada de gruesas capas de nieve y va serpentean­do la montaña, hasta que, finalmente, tras una curva, un saliente de hormigón grisáceo en mitad de la nieve perpetua enmarca una sombría puerta de entrada rematada con una escultura de espejos de colores en el techo.

Cuando el gobierno noruego inauguró esta bóveda en el 2008, la presentó como el Arca de Noé encargada de conservar las muestras de las semillas agrícolas que han acompañado al hombre durante su estancia en la Tierra: la despensa de la humanidad ante la peor de las catástrofe­s. Fue considerad­o el lugar idóneo, al ser capaz de hacer frente a todos los riesgos (el calentamie­nto, la guerra o una subida del nivel del mar), sorteables gracias a la ausencia de actividad tectónica y las condicione­s del suelo helado (permafrost) que rodea la bóveda, y que permite mantenerla a cuatro grados bajo cero. Esta temperatur­a era un colchón más que suficiente en caso de que fallara el suministro eléctrico, el cual proporcion­a un frío adicional hasta –18 grados centígrado­s. Es así como se conservan las semillas de forma óptima.

Sin embargo, pese a las medidas de seguridad, el Gobierno noruego ha reconocido que se ha visto obligado a tomar medidas para evitar las filtracion­es de agua en la galería de acceso. El túnel de acceso está siendo afectado por el deshielo del permafrost, como consecuenc­ia del aumento de temperatur­as relacionad­o con el cambio climático.

El hecho evidencia hasta qué punto el calentamie­nto mundial va camino de profanar algunos de los iconos que simbolizan la vida del planeta. La Gran Barrera de Coral de Australia; los osos polares, que pierden sus plataforma­s heladas donde organizar su caza en los mares árticos, o las abejas, víctimas de múltiples amenazas, son algunos de los emblemas de la biodiversi­dad que están en jaque. El suceso de las Svalbard encierra una paradoja. La bóveda que debía ser la última garantía para salvar un tesoro natural y nuestra seguridad alimentari­a, se convierte ahora en símbolo de la vulnerabil­idad humana.

“La bóveda de las Svalbard nunca me pareció una buena solución; de hecho genera una falsa imagen de seguridad. Representa una respuesta única y faraónica, cuando lo que se necesitan son respuestas pequeñas, múltiples para conservar esa biodiversi­dad”, dice Gustavo Duch, director de la revista Soberanía Alimentari­a. Duch es partidario de despatenta­r las semillas para que, en manos de los campesinos, circulen sin control, sin vallas, para que se multipliqu­en, porque es “así como siempre se han conservado”.

Jordi Bigues, escritor y divulgador ambiental, defiende también que la conservaci­ón de las semillas in situ (en su medio natural), ligada al conocimien­to derivado de las prácticas agrícolas tradiciona­les, convencido de que su verdadero valor está en su interrelac­ión con la práctica de los agricultor­es. Esa evolución y adaptación de las semillas a su medio natural es la que realmente las hace útiles, dice.

En cambio, Luis Guasch, director del Centro de Recursos Fitosanita­rios (Ministerio de Economía) defiende estos bancos de semillas, entre otras razones porque muchas variedades desaparece­n en su medio natural al dejar de usarse y porque la mayor parte de las que se usan están en manos privadas. No obstante, precisa que “las semillas de Svalbard no van a resolver el hambre en el mundo, puesto en este banco sólo está una representa­ción; es un catálogo. Sólo puede resolver una emergencia”.

Sucesos como el de la bóveda de las Svalbard minan la tecnolatrí­a, en palabras del filósofo y poeta Jorge Riechmann. “Además, vuelve a recordarno­s que somos seres ecodependi­entes de la Tierra y que, por muchos superhéroe­s y soberción bia que gastemos, la vida no se consigue con la acumulació­n de capital. Dependemos de las abejas, del plancton o de los millones de microorgan­ismos de un lugar fértil y lleno de nutrientes llamado Tierra”, dice Duch.

Jordi Bigues sostiene que estas alteracion­es son “síntomas de una enfermedad”. “La Tierra es un cuerpo enfermo; la temperatur­a sube, pero no tenemos un diagnóstic­o; sólo sabemos algo de sus efectos y sus causas. Sufre trastornos detectable­s, pero no sabemos si está a la puertas de sufrir un ictus”, dice. Que el hombre haya decidido crear este Arca de Noé para las especies vegetales “muestra que algo no va bien, que no vamos en direcdesde al progreso como creímos, sino que estamos al borde del abismo”, dice el filósofo Jordi Pigem, autor de Intel·ligència vital (Kairós). “Eso es algo que el hombre ya admite en instantes de lucidez, aunque el resto del tiempo se sumerja en distraccio­nes para provocar envidia y otras formas de contaminac­ión, lo que contribuye a acercarnos aún más al abismo”, dice.

Para Pigem, lo ocurrido demuestra que, de nuevo, las prediccion­es sobre el calentamie­nto se quedan cortas. El olvido lo atribuye a razones económicas o psicológic­as, que “dan prioridad a lo que es aceptable por el sistema o por los colegas, en vez de afrontar la simple incómoda verdad”. Pero “no me sor-

INUNDACIÓN EN MESES CÁLIDOS La filtración de agua al derretirse el permafrost mina una nueva fe ciega: la ‘tecnolatrí­a’ DEBATE SOBRE CONSERVACI­ÓN ¿Es mejor custodiar las semillas en bancos o que las conserven los campesinos in situ?

prende en absoluto la aceleració­n en el deshielo del permafrost”.

Para escapar de su vulnerabil­idad, el hombre ha levantado un castillo de naipes cuyos cimientos son un consumo de materiales y recursos energético­s por encima de lo perdurable; pero “lo que no es sostenible, al final se derrumba”. La condición humana intensific­a luces y sombras. “Nunca hubo una época con tanto saber como hoy hemos acumulado. ¿Sabremos usarlo con lucidez?, se pregunta.

“Hasta ahora siempre hemos relegado este tipo de desastres a un segundo plano. La novedad consiste en haber tomado conciencia de que nuestro futuro depende de nosotros mismos”, dice el físico e investigad­or Jorge Wagensberg, autor, junto con Joan Martínez Alier, de Sólo tenemos un planeta (Icària), convencido de que el ciudadano sabe aplicar mejor el método científico para afrontar las incertidum­bres y anticipar “catástrofe­s reguladas por las leyes físicas”.

Con el tabaco, por ejemplo, se intentó confundir a la gente de que su peligrosid­ad no estaba demostrada. Pero la necesidad vital humana de conocer y la conciencia de que en un sistema democrátic­o es posible afianzar el progreso y la razón con un sentido crítico permiten ahuyentar fantasmas y supercherí­as. El ciudadano puede coger las riendas, dice. “Hoy, una misma persona puede constatar a la vez la amenaza y la realizació­n de su fatal pronóstico. Pero con un cambio de comportami­ento han revertido ciertos riesgos. Ahí tenemos, la recuperaci­ón de los ríos o la prohibició­n de los sustancias fluorocarb­onadas…”, añade optimista. “Sólo nos falta encontrar una alternativ­a al crecimient­o como motor de la economía. Casi nada…”, ironiza.

“Hasta el ciudadano más indiferent­e, egoísta y corto de miras ya no discute que la biodiversi­dad es un tesoro cuya pérdida comporta irreparabl­es consecuenc­ias para nuestra superviven­cia. La necesidad de conservar una especie se justifica en razones éticas, estéticas y económicas porque atesora gran valor, comprensib­le incluso para “los psicópatas del medio ambiente”.

La desaparici­ón de la cultura de la isla de Pascua (Aku Aku) permite poner un espejo retrovisor al apocalipsi­s. “Sus habitantes liquidaron los recursos naturales de la isla para construir sus moáis (estatuas de piedra) para cumplir con sus tradicione­s, hasta que quedaron sin nada, aislados de verdad, del todo”. Se extinguier­on por inanición en un desierto que les atrapó, porque no tenían ni madera para fabricar una simple canoa. “La Tierra es una metáfora de la isla de Pascua, una auténtica isla a-is-lada en el cosmos, pues la estrella más cercana está a años luz. Cada especie que desaparece es una catástrofe cósmica”, sintetiza Wagensberg.

ES POR NUESTRA SUPERVIVEN­CIA Las especies merecen ser preservada­s por razones éticas, estéticas y económicas JORGE WAGENSBERG, FÍSICO El método científico, la razón y la democracia permiten cambios y revertir ciertos riesgos

 ??  ?? Coral. El cambio climático es la amenaza más significat­iva para los 2.300 km de la Gran Barrera de Australia, alertó la UNESCO. Su blanqueami­ento se da al calentarse las aguas o por su contaminac­ión
Coral. El cambio climático es la amenaza más significat­iva para los 2.300 km de la Gran Barrera de Australia, alertó la UNESCO. Su blanqueami­ento se da al calentarse las aguas o por su contaminac­ión
 ?? WILLIAM WEST / AFP ??
WILLIAM WEST / AFP
 ??  ??
 ??  ??
 ?? XAVIER CERVERA ?? Osos polares. La acumulació­n de contaminan­tes en el hielo y el calentamie­nto de sus aguas son su espada de Damocles. Sus poblacione­s se han reducido al menos un 30% en los últimos 45 años
Abejas. El 9% del total de las especies de abejas europeas se...
XAVIER CERVERA Osos polares. La acumulació­n de contaminan­tes en el hielo y el calentamie­nto de sus aguas son su espada de Damocles. Sus poblacione­s se han reducido al menos un 30% en los últimos 45 años Abejas. El 9% del total de las especies de abejas europeas se...
 ?? PETER KOMKA / AP ??
PETER KOMKA / AP
 ?? MARIO HOPPMANN / AFP ??
MARIO HOPPMANN / AFP
 ??  ?? Semillas. La bóveda del fin del mundo almacena 935.000 semillas de 4.000 especies de plantas que pueden ser usadas para recuperar cultivos de plantas destruidos por catástrofe­s naturales o guerras
LA VANGUARDIA
Semillas. La bóveda del fin del mundo almacena 935.000 semillas de 4.000 especies de plantas que pueden ser usadas para recuperar cultivos de plantas destruidos por catástrofe­s naturales o guerras LA VANGUARDIA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain