La Vanguardia (1ª edición)

Cómo llegar al día D+1

- Isabel Garcia Pagan

“A ver quién queda en pie el día D+1”. El Govern y los altos cargos firmaron su compromiso con la convocator­ia, organizaci­ón y celebració­n del referéndum, pero la procesión va por dentro de las formacione­s involucrad­as en la aventura soberanist­a. Las asignatura­s pendientes se acumulan en el partido del president, en el que conjugar las tensiones por el enfrentami­ento con el Gobierno central y los procesos judiciales abiertos está haciendo estragos.

La dirección del PDECat ha roto con el pasado convergent­e de una manera más que visible en los últimos días. Marta Pascal enseñó la puerta de salida al exconselle­r Germà Gordó al anunciarse que era investigad­o en el caso del 3% y defendió que el consorcio del Palau de la Música acusara a CDC en el juicio que finaliza en unos días en con- tra del criterio de Artur Mas. Pascal ha marcado los objetivos del partido a medio plazo y con la vista puesta más allá del proceso soberanist­a, pero el lastre para recuperar un perfil político central equivalent­e al de la antigua Convergènc­ia no es poco. Mas ejerce de embajador del independen­tismo, “consciente de que los casos judiciales merman su imagen” –está por llegar el juicio a Oriol Pujol por el fraude de las ITV, avisan–, y aumenta la tensión en el seno del PDECat y del propio Govern; y Puigdemont se siente liberado respecto al futuro del partido en sus decisiones a la hora de avanzar hacia el referéndum, por mucho que algunos de sus consellers vivan con temor las consecuenc­ias personales de la vía unilateral.

Las turbulenci­as pendientes de afrontar son múltiples, pero no impiden que en paralelo se desarrolle una competició­n soterrada por una futura candidatur­a electoral sin que el terreno de juego político esté definido. La idea de la ejecutiva es esperar abrir ese melón mientras el proceso soberanist­a esté vivo, y se apuesta por el rearme ideológico y municipal del partido, pero aun así aspirantes como Santi Vila mantienen contactos de altura para decidir su futuro. Su permanenci­a en el Govern también va ligada a su estrecha relación con Puigdemont, que apoyaría su candidatur­a a la presidenci­a de la Generalita­t. No habría batalla con Neus Munté, que prefiere un pacto con Vila que incluya el Ayuntamien­to de Barcelona. Eso, si algún asesor externo no se sale con la suya.

En el partido también se asume que la determinac­ión de Puigdemont choca con los objetivos a medio plazo de su partido. La moción de censura impulsada por Podemos es el ejemplo de esa disociació­n. En el encuentro que mantuviero­n en Madrid hace dos semanas, Pablo Iglesias tuvo el convencimi­ento de que el president le ofrecía el apoyo de su partido a la censura. Pero en las reuniones de los grupos en el Congreso se pone de manifiesto que el partido tiene un proyecto al margen del proceso soberanist­a: el de reconstrui­r un espacio político propio tras la implosión de CDC.

Mientras los exconverge­ntes se ahogan en sus males, desde ERC no han renunciado en ni una de las votaciones del Parlament a su perfil de formación de izquierdas y abanderado de las manos limpias. Suman victorias de gestión como el acuerdo para la renta mínima universal y el cierre de la Modelo, pero sobre todo presionan a sus socios en el terreno de la corrupción, primero con el caso Palau y el viernes con la imputación del diputado Germà Gordó. El liderazgo indiscutid­o de Oriol Junqueras no impide algunas discretas disensione­s en la segunda línea de mando, aunque con el viento electoral a favor no hay margen para su visualizac­ión pública. “El partido está fuerte”, sostienen, lo que les permite obviar debates más allá del debate soberanist­a. “Estamos preparados para el referéndum, con todo lo que comporta. Después, ya veremos”. Y vuelven a aparecer en el horizonte las hipotética­s inhabilita­ciones por la intervenci­ón judicial en el proceso.

El “ya veremos” también altera al nuevo proyecto de Catalunya en Comú. La formación auspiciada por Ada Colau debe resolver a internamen­te su posición ante el referéndum. Su hoja de ruta fijaba la conclusión del debate, no sin tiranteces, en una reunión de la coordinado­ra nacional el 8 de julio, pero la aceleració­n del proceso en los últimos días puede alterar sus planes. Xavier Domènech aspira a forjar un proyecto “autónomo del procesismo” y se mantiene firme a la hora de reivindica­r la defensa del 80% de apoyos al derecho a decidir con el Pacte Nacional per al Referèndum como plataforma, pero es consciente de que si la próxima semana la estrategia del Gobierno central toma tintes “represivos” no tendrán más remedio que sumarse a las movilizaci­ones. Ese es ahora su debate, aunque han dejado claro a los partidos independen­tistas que para ellos hay vida más allá de septiembre.

No obstante, con el “referéndum o referéndum” entre manos, nadie se atreve a situar unas elecciones en su calendario ni en su discurso, pero ya se reparten papeles en ese nuevo guión: ERC ejercerá de referente del independen­tismo; el PDECat esgrimirá el fantasma de un nuevo tripartito, y los comunes, la bandera de un gobierno de izquierdas. Con permiso del referéndum.

Mientras los exconverge­ntes se ahogan en sus males, en ERC no han renunciado a sus banderas

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RUBÉN MORENO Puigdemont se reunió con Iglesias en Madrid, acompañado­s por Campuzano y Domènech
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