La Vanguardia (1ª edición)

‘Babycapos’

- Cristina Sánchez Miret C. SÁNCHEZ MIRET, socióloga

Alex Pittito, de 15 años, es el asesino confeso de su mejor amigo, Francesco Prestia. Alex es hijo de un capo de la mafia calabresa y tiene media familia en prisión. Parece que todo empezó porque su amigo puso en Facebook un me gusta en la foto de la chica que a él le gusta. En una semana han atrapado dos jóvenes más, un menor de 16 años y el otro mayor. El primero, acusado de dos asesinatos, y el segundo de organizar el ataque a una comisaría.

En Italia ya hace tiempo que utilizan el apelativo babycapos para hablar de esta juventud que se ha criado consideran­do normales prácticas delictivas que van de la extorsión al asesinato. Pero no porque el concepto sea nuevo, lo es el fenómeno. Aunque no puedo asegurar, por término medio, a qué edad han empezado a matar tradiciona­lmente los miembros de la mafia –también tradiciona­lmente, en un porcentaje importante, hijos de mafiosos– y, por lo tanto, asegurar que ahora son todavía más precoces que antes. O como dicen los expertos de la Dirección Nacional Antimafia de Italia, más violentos y sin respeto por ningún tipo de regla.

Independie­ntemente de si es cierto que hay un cambio en las nuevas generacion­es, no deja de quedar claro que lo han aprendido en casa. Es el entorno el que marca en buena medida cómo te acabas comportand­o; cómo te crías o te crían –el sistema de valores que aprendes deja una huella fundamenta­l en el tipo de ciudadanos que acabamos siendo–. Sin que eso quiera decir que todos los hijos tengan que seguir los pasos de sus padres. De hecho hace falta más que un padre, o una madre; es necesario un grupo bastante mayor de amigos o conocidos que comparta el mismo tipo de usos y costumbres.

Y no hablo sólo de entornos relativame­nte cerrados como los mafiosos, o directamen­te delictivos. Hay ejemplos de muchos tipos; en sentido positivo y negativo. Ahora bien nada de ello justifica, a pesar de su fuerza, que no tengamos opción de hacer las cosas de modo diferente. De hecho el hábito ni excusa ni obliga. Más aun cuando cada vez el mundo es mayor y tenemos, supuestame­nte, más conocimien­tos y más oportunida­des de elección.

De hecho Alex se ha entregado, acto nada al uso en la tradición mafiosa. Sería bueno que fuera no porque es menor de edad, o porque el resto de la familia ya está en prisión, sino porque quiere tener una vida distinta de la que se le supone prefijada.

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