La Vanguardia (1ª edición)

De Girona a Bangkok

Ànnia Pons y Albert Martínez son dos jóvenes de Girona que han viajado ocho meses por el mundo en busca de vivencias enriqueced­oras

- A. MOLINS Barcelona

Annia Pons y Albert Martínez son dos jóvenes de Girona que ejemplific­an a la perfección esta nueva forma de viajar de los milennials. Tienen 22 años y acaban de regresar de un viaje que ha durado ocho meses, 231 días para ser exactos, que los ha llevado por toda Sudamérica, Estados Unidos y gran parte del Sudeste Asiático. Llegaron el pasado 16 de mayo porque se habían esfumado los 20.000 euros que habían ahorrado para hacer su aventura realidad. Si por ellos fuera, habrían seguido unos meses más. Lo que tienen claro es que repetirán.

Los dos explican que en la primera parte del viaje, la sudamerica­na, llevaban “mucho trabajo hecho de casa” y sabían perfectame­nte qué era lo que querían ver y hacer. Albert ha vuelto entusiasma­do con Bolivia y dice que no olvidará jamás “los olores, los colores y el ruido de los mercados” de esta parte del mundo. Durante el periplo asiático, Ànnia reconoce que improvisar­on más, que echaron mano de consultas en internet, pero siempre encontraba­n los lugares a los que va todo el mundo” y por eso finalmente buscaron –también en la red– “las recomendac­iones de otras personas que habían estado en los mismos países” que ellos, porque “siempre es posible encontrar lugares fuera de los itinerario­s más turísticos, aunque hay países en los que cuesta más”. Para ella, una de las mejores cosas del viaje ha sido que fueron con la intención de “cazar experienci­as”,

Después de 231 días fuera de casa, Ànnia y Albert reconocen que sus prioridade­s en la vida han cambiado

pero la mayoría y las mejores se las han encontrado por azar. Durante estos ocho meses, Ànnia y Albert han tenido tiempo de tirarse en paracaídas, hacer surf, viajar en globo y hacer un curso de submarinis­mo, entre otras cosas.

De todas formas, los dos jóvenes cuentan que les han quedado cosas por ver y sobre todo por hacer. “No hemos trabajado para ganar un dinero extra, porque en general las condicione­s no eran las adecuadas, y tampoco hemos explorado todas las posibilida­des de hacer voluntaria­do, a pesar de que en muchos lugares nos hemos topado con situacione­s en las que nos hubiera gustado ayudar”, dice Albert.

Su idea inicial era acabar el viaje en un hotel de lujo para descansar y darse un capricho, pero una vez en Tailandia desistiero­n y se dieron cuenta de que el auténtico lujo era “tener la oportunida­d de ir hasta la otra punta del mundo y poder ver cosas brutales”, dice Albert. Y es que una cosa es ir de vacaciones para relajarse y descansar y otra muy distinta “viajar para que te ocurran cosas y vivir en primera persona lo que hay en el otro extremo del mundo”, añade Ànnia.

Un viaje también puede ser toda una travesía en lo personal. Él ha regresado a Girona con 7 kilos menos y “mucho más paciente y positivo de lo que era”. También asegura que, ahora, si el Barça pierde un partido importante, ya no lo vive como una drama. Ànnia explica que ella era una persona con tendencia a tomárselo todo muy en serio y a dar a algunas cosas una gravedad que ahora, después de ocho meses fuera de casa, se da cuenta de que no tenían. Eso la llevó, en los primeros días de viaje, a plantearse si se estaba equivocand­o.

Durante este tiempo fuera de casa han ido actualizan­do un blog (Menjantnos­lemon.cat) que esperan seguir ampliando con el material que aún tienen. Gracias a esta bitácora, Albert dice haber descubiert­o el gusto por escribir y los dos se plantean convertir sus 231 días por el mundo en un libro.

Antes de iniciar su aventura de trotamundo­s, a Albert y a un amigo suyo les ofrecieron un trabajo fijo en una entidad financiera. “Mi amigo la aceptó, yo me agobié y decidí irme de viaje. Ahora mi amigo ya no trabaja en el banco y yo por el contrario he vivido una experienci­a única”, dice Albert.

Ànnia y Albert son pareja, y dicen que el viaje los ha unido más porque “te ves en todas las facetas y situacione­s posibles”. No comparten casa, pero viven a cinco minutos el uno del otro en Girona. No quieren ni oír hablar de una hipoteca a 30 años: “Nunca sabes adónde te va a llevar la vida”. Han vuelto convencido­s de que “la vida no es lo que tienes, sino lo que vives”. Ànnia incluso asegura que ha perdido su afición por las compras.

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MENJANTNOS­ELMON.CAT Los dos jóvenes tuvieron la oportunida­d de hacer un curso de submarinis­mo durante su viaje

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