Las estrellas de la ATP superan a su modo la crisis de los 30
Las estrellas de la ATP superan a su manera la crisis de los 30
Se avecina un relevo. Y de hecho, el desparpajo de Sascha Zverev, número 10 en el ranking y con sólo 20 años responsable de que Nike y Adidas vayan a la zaga por explotar su imagen surfera, ya ha confirmado que la sucesión está asegurada. Pero por el momento, los cinco que mandan en el top ten del tenis mundial dejaron ya hace tiempo de ser niños.
Los números uno y dos, Andy Murray y Novak Djokovic, cumplieron los 30 hace sólo unos días. El tercero en el ranking, Stanislas Wawrinka, sopló 32 velas el 28 de marzo, y el cuarto, que no es otro que Rafa Nadal celebró ayer mismo su 31 cumpleaños. El más veterano es Federer, que con su regreso triunfal ya ha escalado hasta el quinto puesto, y el próximo 8 de agosto cumple 36 años. Razonablemente jóvenes, pero ya todos veteranos en el circuito, combaten a su manera los altibajos de la edad y la responsabilidad. De formas diversas, a veces opuestas, compaginan el enorme interés mediático que les acompaña (a unos más que otros, y gana Federer, que según la ESPN es el cuarto deportista más conocido del mundo, por detrás de Ronaldo, James y Messi) con su día a día. Con sus planes para afrontar el futuro. Y el poco tiempo que les sobra para dedicar a sus intereses y familias.
Quien llegado a este punto ha hecho un auténtico borrón y cuenta nueva ha sido Novak Djokovic. Esperó al día de su 30 cumpleaños (el pasado 22 de mayo) para ratificar en Montecarlo su inesperada colaboración con Andre Agassi y anunciar por sorpresa que dejaba su contrato publicitario con Uniqlo para convertirse en el cocodrilo más prometedor de Lacoste. Una tremenda revolución en su vida de estrella, a la que añade la espera de su segundo hijo junto a su omnipresente esposa, Jelena, y en la que sigue, eso sí, con su más silencioso colaborador, Pepe Imaz.
¿Que quién es Pepe? Pues es algo así como el guía espiritual de Nole. Un hombre tranquilo nacido hace 42 años en Logroño, extenista y siempre vestido de blanco (con un enorme lema en su sudadera en el que se lee “Amor y paz”, que es también el nombre de su escuela de tenis en Puente Romano, Marbella). Muchos culpan a Pepe de los altibajos en el juego del serbio. Olvidando (el mundo espiritual suele suscitar
una gran desconfianza en quienes lo desconocen) que también estaba con él cuando lo ganaba todo. Le aporta calma y confianza. Pero, sobre todo, lo que se necesita a partir de los 30. Seguir motivado cuando ya lo has ganado todo. Y tal como explicaba este jueves Nole en Roland Garros, “seguir divirtiéndome con el tenis”.
Ha construido así un carácter casi antagónico al del quejoso Andy Murray. Con la impaciencia que no esconde ni ante sus entrenadores (Amélie Mauresmo acabó harta de sus formas) el escocés ostenta un humor (o mejor, malhumor) que ha reducido su equipo a la mínima expresión. Con dos preparadores, su mujer y su madre como únicos fieles en el entorno siempre cambiante de este tenista que también es sir: el penúltimo día de diciembre del año pasado la reina Isabel II le nombró caballero.
Otro que también va eternamente parapetado por su mujer es Federer. El suizo que inspiró probablemente los mejores ensayos jamás escritos sobre tenis (los que Foster Wallace publicó analizando la inmaterialidad del suizo frente a la rocosidad de Nadal) no sigue el camino espiritual por el que ha apostado Djokovic, pero sabe moverse fuera de las pistas con la misma elegancia que define su juego. Le encanta posar para revistas, asistir a desfiles junto a Anna Wintour (editora de
Vogue), a conciertos con Gwen Stefani y ejercer de celebridad en grandes festejos como la boda de Pippa Middelton. También sigue fiel a su entorno de siempre Rafa Nadal. Entregado a su fundación y a su academia, permanece arropado por el núcleo infranqueable que dibujan su tío Toni (el de la vieja gorra de Iberostar), su representante Carlos Costa y su novia Mery, a quienes los medios han bautizado Xisca sin razón alguna.
Una vida paradójicamente alejada de los focos, pese a la cantidad de campañas que protagoniza, como la de Stanislas Stan the man Wawrinka, que lo da todo por el tenis. Del suizo se ha dicho que dejó primero los estudios por la competición y luego, en el 2010, a su esposa y a su hija de siete meses. Pero la verdad sólo ellos la conocen. En el circuito es un tipo impaciente capaz de partir la raqueta con la rodilla. Lo hizo en la semifinal de Australia contra Federer: perdió los nervios ante el compatriota que siempre lo ha mantenido a su sombra.