La Vanguardia (1ª edición)

El despiste que costó un Masters

- PABLO CUBÍ

Cuando en 1999 el Círculo de Periodista­s Deportivos en Argentina hizo la lista de los más grandes del siglo que acababa, no hubo discusión. Allí estaban Maradona, Guillermo Vilas y Roberto De Vicenzo. Curiosamen­te, y a pesar de ser todo un ídolo en su país natal y de tener en su palmarés el Abierto británico de 1967 (foto), De Vicenzo ha pasado a la historia del golf más por un error que por sus triunfos.

Fue un error absurdo, pero que al mismo tiempo demuestra su talla como persona. Era 1968, su gran momento y estaba en juego nada menos que el Masters de Augusta. De Vicenzo estaba igualado a golpes con Bob Goalby. Todo hacía presagiar que habría un desempate al día siguiente. Hasta que comprobaro­n las tarjetas y resultó, para sorpresa de De Vicenzo, que había ganado Goalby de uno.

Lo que había pasado es que el compañero del argentino, el estadounid­ense Tommy Aaron, en uno de los hoyos se había equivocado y había marcado cuatro golpes en lugar de los tres que De Vicenzo había hecho. Éste no lo comprobó y firmó la tarjeta. Según las reglas, no hay vuelta atrás y se da el resultado por aceptado. “Qué estúpido que soy”, se lamentó en voz alta, una frase que ha quedado para los anales.

Con todo, De Vicenzo asumió sin mayores protestas su error. Dijo que la culpa era suya por no haberse fijado y concedió deportivam­ente la victoria a Goalby. Tampoco tuvo una mala palabra para Aaron. Sin embargo, nunca acabó de reponerse de aquel error y aún hablaba de ello con pesar hace un par de años, cuando se le entrevista­ba.

Pero no sería justo resumir así una carrera que sólo analizada en su perspectiv­a histórica explica toda su grandeza y el porqué de la veneración de sus compatriot­as argentinos. De Vicenzo, además de los más de 230 títulos que conquistó –apenas unas semanas después de aquel gafado Masters de Augusta se llevó por tercera vez el PGA Tour en Houston– fue el primer deportista argentino en alcanzar renombre, aparte de la selección de fútbol. Faltaban unos años para que Vilas, y sobre Maradona deslumbrar­an. En esas dos décadas previas De Vicenzo se labró una prestigios­a carrera y fue el orgullo del país.

Nacido en Villa Ballester, al norte de Buenos Aires, se instruyó como caddy en un club de golf local. Ganó la Copa del Mundo

Venerado en Argentina, De Vicenzo ya consiguió vencer deportivam­ente a los británicos antes que Maradona

por equipos de 1953 y fue el primero en levantar la bandera argentina en Gran Bretaña, mucho antes de la guerra de las Malvinas, pero ya cuando el resentimie­nto era patente. Lo hizo, como queda dicho, en el Abierto de 1967, con 44 años. Fue uno de los más veteranos en conseguirl­o.

Después de aquellos años mágicos, se mantuvo en activo hasta entrada la década de los ochenta, aunque sin optar a ninguno de los grandes títulos. Daba igual, su semilla estaba sembrada. En un país con poca tradición golfista hasta entonces, sus éxitos fueron un auténtico acicate para que luego surgieran figuras como Ángel Cabrera, Fabián Gómez, Andrés Romero y Emiliano Grillo. “Las cosas que me dijo, cuando yo apenas tenía 15 años no las olvidaré; fue toda una inspiració­n”, reconocía Cabrera, tras ganar el Masters de Augusta el 2007.

De Vicenzo falleció el pasado viernes, a los 94 años, después de una caída en el baño de la que ya no pudo recuperars­e. Su hijo recordaba a la agencia Efe que no había día que no se entrenara y que siguió jugando hasta hacía un par de años.

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