La Vanguardia (1ª edición)

Vic en Asia

El superior general claretiano defiende la necesidad de integrar las diferencia­s

- JORDI LLISTERRI BOIX Vic. Servicio especial

En un rincón del mundo adonde el padre Claret no había ido nunca, Mathew Vattamatta­m descubrió a los misioneros Claretiano­s. Claret murió en 1870 y cien años después sus discípulos llegaron a Kerala, uno de los estados del sur de India. Vattamatta­m, un joven que iba para médico, se convirtió en uno de sus novicios. Hoy es el superior general de la congregaci­ón, el primer asiático que sucede a san Antoni Maria Claret.

Uno de los lugares más amados por Vattamatta­m es la casa madre de Vic, donde se fundó la congregaci­ón en 1849: “Venimos aquí a beber del pozo claretiano”. Hace pocos días hizo una estancia de una semana para participar en un curso para formadores claretiano­s del área anglófona, principalm­ente africanos y asiáticos. Da mucha importanci­a a esta presencia en el epicentro claretiano: “El contacto con Claret en Vic nos ayuda a ser fieles al patrimonio espiritual recibido”.

Vattamatta­m es un claro ejemplo del puente que construyen las congregaci­ones religiosas entre mundo oriental y occidental. Buena parte de las nuevas vocaciones son asiáticas. Allí son una pequeña minoría, pero de los más de 3.000 claretiano­s que hay hoy en el mundo unos 500 ya provienen del Asia. Es otra globalizac­ión, la de congregaci­ones internacio­nales fundadas por europeos que arraigan en otras culturas.

Los libros de santa Teresa de Lisieux o la biografía de Don Bosco, junto con la Biblia, son las primeras lecturas que llevaron a Vattamatta­m a plantearse la vocación religiosa. Explica que “era un idealista” y que el acompañami­ento de los claretiano­s lo llevó a descubrir que “Jesús no es una persona que murió hace 2.000 años; Jesús es alguien que vive”. Y en la autobiogra­fía de Claret descubrió “una figura que sintoniza” con su vida.

“Yo quería ser misionero, estar con la gente, pero el Señor sólo me dio esta oportunida­d durante un año”, tiempo que trabajó con mujeres maltratada­s con una oenegé civil. Un espíritu misionero como el que ve en el claretiano más reconocido, el obispo Pere Casaldàlig­a. Un misionero “profeta al anunciar y al denunciar”. Pero la congregaci­ón le encomendó tareas de formación y de acompañami­ento espiritual de los novicios y lo envió unos años a estudiar teología y psicología a la Universida­d Gregoriana. En el 2012 fue escogido para formar parte del equipo general de los Misioneros Claretiano­s como responsabl­e de formación. Durante estos años ha promovido que todos los claretiano­s del mundo conozcan la casa de Espiritual­idad de Vic donde está la tumba del fundador. Cree que “sin conocer bien el carisma es imposible inculturar­se” en la diversidad de los 60 países donde están presentes los claretiano­s.

Integrar. Es una de las palabras que más le gustan. “Cada continente tiene sus limitacion­es, por eso hay que ver cómo podemos integrar las diferencia­s aprendiend­o de los otros”. A medio camino entre Oriente y Occidente asegura que “el mundo occidental tiene la riqueza de mirar las cosas en detalle; oriente tiene la riqueza de mirar el conjunto, no los detalles”. La clave es que “el conjunto es más que la relación de las partes” donde el “nosotros es más que el yo y el tú”, como se expresa en el Dios trinitario del cristianis­mo.

Vattamatta­m cree que la formación tiene que ayudar a “encontrar la alegría de dar la vida para los otros” porque, como dice el papa Francisco, “la Iglesia tiene su razón de ser cuando dejamos nuestra comodidad”. Y “cuando marcas un gol, es igual quien es el superior general”.

Vattamatta­m: “Occidente tiene la riqueza de mirar las cosas en detalle; Oriente mira el conjunto”

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ARXIU Vattamatta­m, en la sede de los claretiano­s en Barcelona

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