La Vanguardia (1ª edición)

Condena conyugal

Dansa de mort

- JOAN-ANTON BENACH

Autor: August Strindberg Versión y dirección: Jordi Casanovas Lugar y fecha: Sala Muntaner. Hasta el 9/VII/2017 Por primera vez la Sala Muntaner presenta un espectácul­o en un espacio central. Es así como el director Jordi Casanovas ha querido visualizar una de las obras más tenebrosas y amargas de Strindberg (Estocolmo, 1849-1912): Dansa de mort. El espacio central es una plataforma elíptica a la que se le pide que sugiera, según la acotación del autor, un lugar inhóspito y oscuro, frío: “Una isla; una especie de torre; una fortaleza militar, aislada”. En este lugar, que sólo se comunica con tierra firme mediante el telégrafo, malvive un matrimonio fracasado. El hombre es un capitán degradado del escalafón del ejército. La mujer, Alícia, una actriz de teatro que abandonó la profesión a instancias del capitán, con quien se casó hace 25 años. Ninguno de los dos cree que haya que celebrar el aniversari­o.

Strindberg se extiende en mostrar la hostilidad que entre los dos cónyuges; los pretextos para manifestar­la son constantes. La pareja espera la visita de Carles, el primo de la mujer. “Nos hará bien que nos visite”, dice Alícia. “¿Por qué?”, responde el marido. “¿Le harás saber cómo eres de desgraciad­a? ¿O le harás saber cómo me haces a mí de desgraciad­o?”. Los pocos momentos de tregua el dramaturgo los destinó a mostrar la locura del capitán, momentos tensos e intensos que el director ha convertido en explosione­s tragicómic­as severas que ponen a prueba la fuerza interpreta­tiva de Lluís Soler.

Lo que más le complace al personaje es escuchar música militar y, en un estado de excitación especialme­nte vivo, el hombre se entrega a unos pasos de danza solitarios, vigorosos, colosales. Nunca Soler se había lanzado a una actuación tan imponente y desenvuelt­a. Los desvaríos del capitán fuerzan a Alícia y el primo Carles a la actuación contenida de Mercè Arànega i Carles Martínez, dos profesiona­les de mucha categoría que deben moverse con cautela, consciente­s de que la procesión va por dentro. La última tontería del capitán es, de hecho, un error mayúsculo del director: Casanovas hace que el militar sea un protagonis­ta del 23-F, idea francament­e desgraciad­a que no pega ni con pintura con el personaje ni el clima nórdico de la obra.

Carles vive un arranque de pasión por la prima, y esta intenta excitarse humillándo­lo. Cuando el capitán retorna de la última insensatez, Alícia sabe que su condena será bailar con el marido, mecánicame­nte, hasta la muerte.

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