La Vanguardia (1ª edición)

“No entraba en mi cabeza volver a casa sin el Everest”

Ferran Latorre, primer catalán que sube las 14 montañas más altas del mundo

- ROSA M. BOSCH Barcelona

Dónde está la Nutella!”, ha sido el grito de guerra cada mañana a la hora del desayuno en la tienda-comedor ocupada por Ferran Latorre y sus compañeros de expedición, en el campo base del Everest. La crema de chocolate y avellanas era un bien muy escaso, el colofón a un desayuno a base de huevos y embutidos de Vic servido por el servicial Geyijzen Sherpa, el chico de la cocina, un joven de la región de Makalu siempre deseoso de atender los placeres más mundanos de sus huéspedes. Recién llegado de Nepal, Latorre, de 46 años, reflexiona­ba ayer sobre el Everest que le ha llevado a convertirs­e en el primer catalán que corona las 14 montañas más altas del planeta.

¿La crema de chocolate y almendras no habrá faltado en el desayuno del sábado?

¡Sí! Esta mañana he comprado en la panadería a la que voy siempre, en Sant Julià de Vilatorta, coca del mossèn, un pan buenísimo que he tomado con tomate y embutidos. Y de postre con nutella.

En casa, lejos de Nepal, ¿cómo está digiriendo su Everest?

No he tenido tiempo de asimilarlo, el premio más bonito ha sido la felicitaci­ón de la gente, su complicida­d, ver cómo han hecho suyo mi proyecto, una lucha en silencio con mucho esfuerzo. Han visto que esto no era un suflé y que merecía acabar. No sé si soy un buen deportista, soy un viejo guerrero que ha acabado como ha podido.

¿Su Everest y los dos de Kilian Jornet pueden actuar como revulsivo para el alpinismo?

Sí, puede ser un elemento que impulse este deporte en las nuevas generacion­es; más Kilian que yo, él es el futuro.

¿Pero el montañismo no es un deporte de masas?

El montañismo lo engloba todo: el alpinismo, el excursioni­smo, las carreras de montaña, el esquí, la escalada… Es la tercera federación con más federados, es superpopul­ar; de hecho, la cultura catalana no se entendería sin el montañismo. Quiero rendir un pequeño homenaje a todos los escaladore­s y alpinistas de este país; yo sin Josep Manuel Anglada, sin Jordi Pons, sin Carles Vallès… no existiría. Soy un hijo más del alpinismo catalán.

¿Después de subir todos los ochomiles sin oxígeno embotellad­o, le costó tomar la decisión de recurrir a esta ayuda?

Sí, pues mi ilusión era hacerlo sin, pero por otro lado tenía claro que quería acabar, quería cerrar este círculo, no entraba en mi cabeza volver a casa sin el Everest. Hice todo lo posible por subir sin oxígeno artificial; el día 15, cuando llegué con Yannick (Graziani) hasta el collado sur (7.950 metros), en la segunda ronda de aclimataci­ón, hubiera podido aprovechar esa ventana de buen tiempo y seguir hasta la cima sin oxígeno, pero dejé pasar esa oportunida­d, pospuse el ascenso hasta el final para intentarlo sin. Debido al mal tiempo y a que no me sentía al 100% lo utilicé… Pero creo que debe hacerse una valoración global de todos los ochomiles.

Al final ascendió el último tramo solo. Hans Wenzl iba más atrás, al no utilizar oxígeno embotellad­o, y sus otros dos compañeros, el sherpa Dawa Sangay y Graziani, dieron marcha atrás a los 8.500 metros.

No pude compartir la cima con mis compañeros y es una pena. La ascensión ideal hubiera sido sin oxígeno artificial, con buen tiempo y todos juntos, aunque al final tuve que subir solo, con oxígeno, con viento… Quieres que las cosas salgan redondas pero este es un deporte imprevisib­le.

Después de toda una vida viajando al Himalaya, ¿teme echar de menos el día a día de una expedición? ¿O, liberado de la presión de los 14 ochomiles, regresará para intentar el Everest sin oxígeno?

Tengo en mente volver al Everest sin oxígeno y por la cara norte, dentro de mí hay algo que me dice que regresaré, aunque para eso necesito un patrocinad­or. También me planteo otras metas, como abrir una vía nueva en un 8.000 con Yannick. He cerrado la meta de los 14, pero todavía no se ha acabado el Ferran de otros proyectos. Aún me quedan por hacer un par de cosas.

Esta ha sido su séptima vez en el Everest. ¿Cómo la ha vivido respecto a su intento inicial?

El primero fue en 1995, en otoño, y con 24 años. Desde aquí quiero recordar a Xavi Lamas, que murió allí por un alud. Íbamos con un espíritu muy genuino, queríamos hacerlo en estilo alpino por el corredor Hornbein, pero al morir Xavi lo intentamos por la ruta clásica de la vertiente norte. En aquella época sólo había tres expedicion­es, una de las grandes diferencia­s respecto a ahora que se ha abierto la veda y hay mucha más gente, una comerciali­zación excesiva del Everest. Antes iba gente preparada y con experienci­a, ahora hay de todo. Otro gran cambio es la revolución de las telecomuni­caciones, en 1995 no podíamos llamar por teléfono ni había Internet, ahora puedes conectarte desde la cumbre vía satélite.

¿Le preocupa en lo que se ha convertido el Everest?

Esta comerciali­zación banaliza los ochomiles, que gente tan poco preparada se atreva con el Everest es preocupant­e. Subir esta montaña continúa siendo duro y peligroso: en la Cascada de Hielo caen piedras, a la gente se le acaba el oxígeno, muchos no pueden seguir por agotamient­o... Las agencias deberían ser más exigentes y poner filtros.

Muchos cambios y pérdidas.

He vivido momentos de todos los colores, y asumo estos 14 ochomiles con humildad, soy consciente de

EL OBJETIVO “Dentro de mí hay algo que me dice que regresaré al Everest, pero sin oxígeno y por la cara norte” EL ALPINISMO CATALÁN “Yo, sin Josep Manuel Anglada, sin Jordi Pons, sin Carles Vallès… no existiría” BANALIZACI­ÓN DEL HIMALAYA “Antes iba al Everest gente preparada y con experienci­a; ahora hay de todo, es preocupant­e”

que he tenido suerte de que no me pasara nada, es un deporte peligroso en el que se han dejado la vida demasiados amigos: Xavi, Manel de la Matta, Juanjo Garra, Miguel Ángel Pérez… Yo no soy un superman, creo que soy el antihéroe, no soy Kilian, lo que he conseguido ha sido por tenacidad, ganas, persistenc­ia. Hay gente mucho más fuerte. Nunca he sido extraordin­ario en fuerza física pero sí he sido un buen escalador. Estoy tan orgulloso de mis 14 ochomiles como de haber escalado Sant Benedictes de la pared de Diables de Montserrat.

El Everest es la montaña más alta, la más mediática, ¿pero cuál es la que le ha exigido más?

El Nanga Parbat. La subí casi dos veces; la primera, abriendo una nueva vía, nos quedamos a 150 metros de la cima. No salió bien y vuelta a empezar por la ruta normal en estilo alpino, nosotros solos, con Hélias Millerioux y Boyan Petrov. En el Everest me hubiera gustado ser más puro pero he tenido la suerte de subir varias cimas solo con mis compañeros de expedición, en el Annapurna, el Shisha Pangma, el Nanga Parbat, el G-4. Y también he hecho el Cho Oyu non-stop.

En este Everest, su expedición aporta un valor añadido, el Sherpa Project.

El deporte, en general, es muy inútil, y hacer algo productivo que ayude prosperar a la humanidad es gratifican­te. Es un honor que buenos científico­s liderados por el hospital de Sant Pau hayan escogido mi expedición para avanzar en la investigac­ión impulsada por La Caixa sobre enfermedad­es respirator­ias.

 ?? DAWA SANGAY SHERPA ?? Ferran Latorre, patrocinad­o por CaixaBank, muestra la foto de su hija Clara en el collado sur del Everest
DAWA SANGAY SHERPA Ferran Latorre, patrocinad­o por CaixaBank, muestra la foto de su hija Clara en el collado sur del Everest

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