La Vanguardia (1ª edición)

La cuenta atrás del Popular

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Tranquilid­ad con el Popular. Ese es el mensaje oficial del Gobierno y del Banco de España ante esta última réplica de la crisis financiera en el sistema bancario español. Luis de Guindos, el ministro de Economía, subrayó sus palabras con hechos y el viernes marchó a Virginia, EE.UU., para participar en la reunión anual del plutocráti­co club Bilderberg. Por cierto, coincidió en el avión con Albert Rivera, el dirigente de Cs, que estrenaba participac­ión. En Madrid, las cosas no parecían muy distintas. El gobernador del Banco de España, Luis María Linde, mantuvo el viernes la agenda prevista en el palacete de la sede de Cibeles, y nada hacía prever que acontecimi­entos imprevisto­s le alteraran el fin de semana. Aunque ya se sabe que a veces la normalidad aparente tan sólo sirve para ocultar la inquietud interior.

El Banco de España, que ya no es formalment­e el supervisor de la entidad, tarea que incumbe al sistema nucleado en torno al Banco Central Europeo (BCE), sostiene que el Popular es solvente y cuenta con liquidez adecuada. Y algunos incluso vaticinan que cuando se conozcan los datos finales de las inspeccion­es en marcha se verá que las cifras de provisione­s pendientes que maneja el mercado (entre 4.000 y 6.000 millones de euros) son muy superiores a la realidad.

Los días de vida independie­nte del antaño banco más rentable del mundo están contados y serán pocos. Tras la última semana negra, las opciones para la entidad han quedado reducidas a una sola, encontrar un comprador de inmediato o acabar siendo rescatado, pero ahora con las nuevas normas que establece la junta de resolución bancaria (Mecanismo Único de Resolución, MUR) que preside la alemana Elke König.

Cuál de las dos vías de esa disyuntiva será la que se impondrá ya no depende, como en crisis anteriores, incluida la de Bankia, de la voluntad exclusiva del Gobierno español y del regulador estatal. Las autoridade­s participan en el organismo, pero los miembros permanente­s son independie­ntes. König y los suyos ya decidieron incluso qué entidades españolas podían participar en la puja o mostrar interés por el Popular. Y cuáles no, obviamente.

Alguna de las que han participad­o han despertado suspicacia­s en Europa. Es el caso de Bankia, a la que se le recuerda que fue a su vez rescatada con dinero de los socios europeos y del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI).

Pero Guindos ha decidido defender el pabellón. Oficialmen­te, la decisión de participar ha sido por su propia cuenta y riesgo de José Ignacio Goirigolza­rri, el presidente de la entidad. Pero igual que cuando habla del asunto con alguien de Caixabank se remite al primer accionista del banco, en este caso Isidre Fainé, presidente de la Fundació Bancària La Caixa, no se entendería que el vasco que capitanea Bankia hubiese dado un solo paso sin tener el plácet de quien tiene prácticame­nte dos tercios de su capital, es decir el Estado, que actúa a través del Gobierno.

Bankia es la garantía de que una hipotética desbandada de BBVA y Santander, los dos que completan la lista de interesado­s, no implicaría inmediatam­ente acabar en el mecanismo europeo de resolución. Bankia estaría ahí, dispuesto a saltar a la liga de los tres grandes engullendo el Popular a precio de saldo. Una nueva liga de cuatro que dejaría descolgado al Sabadell de Josep Oliu, impedido de participar muy a su pesar y contra su tradición de dar grandes saltos hacia adelante a través de continuas absorcione­s.

El problema con esta solución, además del desagrado europeo antes mencionado, es que con mucha probabilid­ad el Estado debería asumir su parte en una hipotética ampliación de capital de Bankia para cubrir las provisione­s pendientes del Popular. Como ya se ha dicho, la cifra varía según la fuente.

Políticame­nte, un Gobierno como el de Mariano Rajoy, que no cuenta con mayoría sólida y estable en el Congreso, como se pone de manifiesto cada día con reprobacio­nes de ministros y fiscales o resolucion­es contrarias a sus posiciones, tendría dificultad­es para trasladar a la opinión pública que el Estado debe poner de nuevo en juego más dinero público para salvar un banco. Algo así ha sucedido en Italia con el Monte dei Paschi, retorciend­o la norma europea para salvar a los inversores atrapados en la entidad. Pero Italia no es España.

Otra posibilida­d sería la de impulsar la creación de un grupo ad hoc que desde el sector privado acompañase a Bankia y contribuye­se a financiar la operación. Una alternativ­a que, si implicase agentes ajenos al sector bancario, a buen seguro, no agradaría a los reguladore­s, que nunca ven con buenos ojos la entrada de personajes sin tradición bancaria. Estos días se ha especulado también con que Bankia pactase antes de la adquisició­n colocar partes de la red del Popular a otras entidades interesada­s, reduciendo así el volumen de dinero que necesitarí­a para financiar la operación.

Al final, si los acontecimi­entos, a través del desplome bursátil o la retirada masiva de depósitos, no se precipitan e imponen una solución rápida y taxativa, la desaparici­ón del Popular desencaden­ará una nueva carrera por la dimensión en el sector bancario español que casi con seguridad devorará a quien no quede en las cuatro primeras posiciones.

La desaparici­ón del Popular desencaden­ará una nueva carrera por la dimensión en el sector bancario español

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EMILIA GUTIÉRREZ Luis de Guindos con José Ignacio Goirigolza­rri
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Manel Pérez

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