La Vanguardia (1ª edición)

Los límites del talento de Macron

El nuevo presidente de Francia afronta los complicado­s retos de su presidenci­a, en su país, Europa y el mundo

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El viernes, en la Filarmónic­a de París, se inauguró el año FranciaCol­ombia. Los compases de las obras de Juan Pablo Valencia, un compositor de Medellín, pasaban de lo clásico a la cumbia sin tránsito alguno. Toda la sala se meneaba al ritmo de esa vitalidad que recordaba a los europeos su ancianidad. También Emmanuel Macron y su mujer, sentados en la primera fila junto al presidente Santos y señora, se meneaban. Por un momento pareció que Macron se iba a poner a bailar.

Tener un dinámico presidente de 39 años, más aún si se trata de una persona de talento como Macron, tiene algunas ventajas, pero está muy lejos de ser una garantía de éxito. El mundo, Europa, Estados Unidos, Oriente Medio y la propia Francia, atraviesan una fase de gran desorden. Los hilos de la situación son múltiples y están bien enredados. Francia es sólo una pequeña pieza en todo eso. En Oriente Medio ya ni siquiera EE.UU. controla gran cosa. Su propio establishm­ent está peleado sobre la mundializa­ción de la que fue inventor. Macron ha introducid­o matices: en Siria ya no pone como condición de la marcha de El Asad y con Rusia usa un lenguaje menos excluyente, pero eso cambia poco las cosas.

Macron compareció ayer en la sala pequeña del Elíseo junto al presidente ucraniano, Petró Poroshenko. Su rostro reflejaba tensión y contraried­ad. “No quiero acostumbra­rme a reuniones sin resultados”, dijo al anunciar un nuevo encuentro del grupo de Minsk sobre Ucrania para la semana que viene. Será un encuentro sin resultados, eso está garantizad­o. Poroshenko no puede conceder la exigida autonomía a las regiones díscolas sin perder su opción a un segundo mandato. Ucrania es un país en ruina. Ni Europa ni Estados Unidos piensan ayudarle económicam­ente. Poroshenko tuvo grandes problemas el martes para que Trump accediera a recibirle en el despacho oval. Merkel continúa el diálogo con Putin, pero no cree en él. Nadie tiene la menor intención de reconocer la relación entre veinticinc­o años de expansión militar atlantista en Europa del Este y el actual enredo.

EE.UU. podría cambiar las cosas, pero Trump está hipotecado y más bien lo dirigen a un enfrentami­ento con Moscú que a un entendimie­nto

Sobre el Báltico y el Éufrates hay un contacto militar diario de aviones muy peligroso y temerario

apaciguado­r. Lo mismo ocurre en Siria. Y sobre el Báltico y el Éufrates hay puntos de contacto militares directos entre Rusia y Estados Unidos que tientan cada día un desastre.

En la UE el eurobaróme­tro de abril acusa la euforia Macron y el alivio por las no realizadas victorias euroescépt­icas. Sin ganar, esas fuerzas han avanzado posiciones en Holanda (de 15 a 19 escaños para el PVV), en Austria (casi 50% en las presidenci­ales) y en Francia, donde el soberanism­o difuso es mayoría (sólo Le Pen y la Francia Insumisa ya suman un 40%). En el Este el grupo de Visegrado gruñe y el proceso del Brexit es incierto.

En ese contexto, la última conferenci­a de prensa, conjunta, de Merkel y Macron en Bruselas fue poco más que imagen y buenas palabras. Es mérito de Macron y sus gestos el haber aportado un poco de optimismo, pero ¿cuál es su base real?

En la propia Francia el macronismo es social y electoralm­ente frágil. Para cocinar la tortilla de su victoria ha tenido que quemar la cocina: el sistema de partidos, la alternanci­a y casi el pluralismo . Si el macronismo fracasa con su anunciada política de reformas duras por decreto, su alternativ­a en Francia podría ser, casi necesariam­ente, antisistem­a.

Tener un presidente capaz de bailar la cumbia es espléndido, pero sin olvidar que la imagen y el talento no bastan para desenredar una madeja de líos tan complicada.

 ?? ALAIN JOCARD / AFP ?? Emmanuel Macron, dirigiéndo­se ayer al presidente de Ucrania, Petró Poroshenko en una mesa de trabajo en los jardines del Elíseo
ALAIN JOCARD / AFP Emmanuel Macron, dirigiéndo­se ayer al presidente de Ucrania, Petró Poroshenko en una mesa de trabajo en los jardines del Elíseo

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