La Vanguardia (1ª edición)

De todo hace ya cincuenta años

- Quim Monzó

El domingo pasado se cumplió medio siglo de un hecho televisivo que a muchos de los que éramos jóvenes en aquel momento nos cambió la perspectiv­a del mundo. Se retransmit­ió el primer programa de tele por satélite, en directo y a todo el mundo. Duró dos horas y media, participar­on diecinueve estados, menos de los previstos inicialmen­te porque los de la órbita soviética se retiraron en protesta por la guerra de los Seis Días. Canadá participó con una intervenci­ón de Marshall McLuhan, Japón mostró cómo construían el metro de Tokio, España participó con Picasso, Maria Callas por Estados Unidos, supongo, y –atención– Gran Bretaña con The Beatles.

El programa se llamó Our world y consiguió una audiencia de entre 400 y 700 millones de espectador­es, la mayor hasta entonces porque, de hecho, se trataba de la primera emisión global, en una época en la que la palabra global no estaba tan sobada como ahora. Actualment­e, 300 millones de diferencia parecen muchos, pero, en aquella época, para medir las audiencias no había métodos tan sofisticad­os como ahora. Our world tenía dos premisas. Una: todo debía ser en directo, nada de material en celuloide o en vídeo. Dos: no podía aparecer ningún político. Lo emitieron el 25 de junio de 1967. Yo tenía quince años y me senté delante del televisor con conciencia de estar viviendo algo excepciona­l. Creo que fue la primera vez que osé decir a mis padres que, por favor, durante dos horas y media estuvieran callados.

Ni que decir tiene que a estas alturas el fragmento de aquel programa que más se recuerda fue el de Gran Bretaña. Los británicos son muy putas y convertir The Beatles en el plato principal, y el final de la emisión, fue magistral. The Beatles interpreta­ron por primera vez All you need is love, una canción que había escrito John Lennon, a toda prisa para el programa. A mí, que hacía poco tiempo que tenía televisor en casa y, como todos, sólo sintonizab­a TVE y UHF, me sorprendió la ausencia de un escenario tronado. Me sorprendió también que hubiera una orquesta con cuatro violines, dos violonchel­os, dos saxofones, un acordeón, dos trombones y dos trompetas. Algunos adolescent­es garrulos vivíamos convencido­s de que los instrument­os clásicos y los del rock no se intercomun­icaban, aunque ya habíamos tenido una cata en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Había un montón de personas en el suelo del estudio de Abbey Road desde donde se transmitía, en medio de globos (supongo que de colores, porque la emisión, en todo el mundo, fue en blanco y negro). Me sorprendió que entre esas personas estuvieran Graham Nash, Keith Moon, Marianne Faithfull y, sobre todo, Mike Jagger y Keith Richards, haciendo los coros. Dónde quedaba pues aquella pregunta estúpida que en aquella época se repetía a menudo: “¿A ti te gustan más los Beatles o los Rolling Stones?”. Como si no te pudieran gustar los dos con intensidad parecida... ¡San Maniqueo, virgen y mártir!

Pues vale: ‘Todo lo que necesitas es amor, / amor es todo lo que necesitas’

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