La Vanguardia (1ª edición)

¿SII IVA? Así, no

- Antonio Durán-Sindreu Buxadé Profesor UPF y socio director de DS

En este enfermizo mundo de las abreviatur­as, el SII es lo que se conoce como Sistema de Informació­n Inmediata; una nueva obligación que Hacienda exige a determinad­as empresas y que consiste en suministra­r a tiempo real un ingente número de informació­n registral. Personalme­nte, no voy a opinar sobre su convenienc­ia pero sí sobre la forma en la que se ha gestado su aprobación. Creo, de verdad, que el SII es un claro ejemplo de colaboraci­ón social mal entendida. Me explico. Si se pretende que las empresas colaboren, no hay nada mejor que hacerlas partícipes de todo proyecto en el que su éxito exija su participac­ión. Y sí; ya lo sé. Se ha hecho una prueba piloto. Lo que ocurre es que la muestra de empresas que ha participad­o en la misma no es representa­tiva del heterogéne­o entramado y realidad empresaria­l. El SII requiere formación, recursos e inversión; requiere testeo y tiempo; escuchar a un representa­tivo número de empresas que participe en el proyecto desde que surge la idea hasta su desarrollo y puesta en marcha. Solo así se fomenta el necesario diálogo constructi­vo. Lo contrario es la imposición y esta genera siempre rechazo. Es pues necesario cambiar los actuales cánones de conducta en un país en el que existe un alto nivel de cumplimien­to voluntario en el pago de impuestos y un preocupant­e déficit de ejemplarid­ad. Sin embargo, la respuesta que el SII ha suscitado no permite concluir que las cosas se han hecho bien. Solo hay quejas y clamor por sus costes y por su rápida implantaci­ón; por la inoportuni­dad de la fecha; por las muchas dudas que su aplicación plantea. Da la sensación de una cierta falta de sensibilid­ad para con el contribuye­nte que en ocasiones parece que lo único que importa es que pague. Ante tal situación, la solución no es hacer solo una buena campaña de informació­n y de colgar en la web de la administra­ción una completa relación de consultas y respuestas. No. Se trata de que el contribuye­nte colabore y participe en el desarrollo de la idea y que su aplicación surja del diálogo y del consenso; hacerlo cómplice.

Cuestión no menos importante es la constante traslación de costes de la administra­ción hacia las empresas que, con la excusa de la lucha contra el fraude, pesan ya de forma asfixiante sobre ellas. Se trata de una presión fiscal indirecta desproporc­ionada, contraria por cierto al artículo 3.2 de la ley general Tributaria, sobre la que hay que reflexiona­r, así como sobre la necesidad de compensar económicam­ente a quienes la sufren y sobre la convenienc­ia de dotar de más medios a la administra­ción en lugar de trasladar costes a las empresas cuyo principal objetivo no es el de ser “policía fiscal”, sino el de generar riqueza con la que financiar el estado del bienestar sin burocratiz­ar su gestión hasta desincenti­var la digna función del empresario y de la emprendedu­ría. Por ello me pregunto, ¿SII? Y respondo: así, no.

Hay una constante traslación de costes de la administra­ción hacia las empresas

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