Muguruza se exhibe y accede a otra final de Wimbledon
La hispanovenezolana accede a su segunda final de Wimbledon tras un recital
Bajo el cielo encapotado de Londres, Garbiñe Muguruza se convirtió en Garbiñe Muguruthless, la mujer despiadada. Una tormenta imparable dirección a la final de Wimbledon, la catedral del tenis. Tras hora y cinco minutos de huracán, un doble 6-1 en el marcador y una rival, en este caso Magdalena Rybarikova, rendida, la alumna cumplió con el ejemplo de su profesora. Ante la atenta mirada de su entrenadora Conchita Martínez, campeona en el All England Club en 1994, Muguruza alzó los brazos en señal de victoria. Implacable, más centrada que nunca y con un tenis excelso, llegó a la final de finales. La más ansiada por cualquier tenista. La final de Wimbledon. Ante ella, Venus Williams, que continuó con el ciclón superando a la local Johanna Konta (6-4 y 6-2).
“He jugado muy bien”, reconoció Muguruza. “Era un partido complicado porque mi rival venía jugando un gran tenis y es muy talentosa, pero he salido muy concentrada”, continuó.
El inicio no pudo ser más satisfactorio para la hispanovenezolana. Un par de errores de medida –un revés largo– y ejecución –una volea extraña– no fueron impedimento para que, con su poderoso servicio, Muguruza rompiese el hielo llevándose el primer juego. A Rybarikova le pesaban los hombros y las piernas. Por primera vez en semifinales de un Grand Slam, la eslovaca se encontró con los nervios propios de la cita. Con una doble falta entregó el primer break del partido y con el colchón de ese primer 2-0 inicial, la pupila de Conchita se convirtió en un torbellino.
“¡Bravo, Garbi!”, se oía en perfecto castellano en la central. Muguruza acompañaba sus potentes golpes con los gritos y gemidos de las campeonas. Rybarikova devolvía la pelota como podía. Pero lo hacía en completo silencio. Sus golpes de muñeca y toque no podían contrarrestar la fuerza de su rival. Ello empujó a la número 87 del mundo a decidir basándose en la anarquía. Sin patrón. Y en ese territorio, Muguruza impuso su cordura. A los 17 minutos iba 4-0.
El marcador no impidió disfrutar del repertorio de golpes de Rybarikova. La eslovaca, que llegó a las semifinales con un récord de 19-1 en hierba en 2017, podía intercambiar potencia con cortados. Su juego iría como guante en hierba si no fuera porque Muguruza siempre encontró la manera de hacerle fallar o dejarla clavada sin opción a devolver una de sus bombas. O con un ace, como cerró el 5-0 tras salvar una peligrosa bola de break.
La ovación del primer set llegó a los 26 minutos, cuando Rybarikova se hizo con el primer juego. “C’mon Magdalena!”, coreaban en inglés. “¡Dale Garbi!”, respondían
Muguruza se enfrentará mañana a Venus Williams, que ha repuntado a sus 37 años
en castellano. Muguruza no dio opción a un giro. Se llevó la primera manga en media hora exquisita desde su lado de la red.
La frustración empezó a apoderarse de la novel semifinalista, que si bien empezó a alargar los intercambios y sumar más puntos, no acababa de convertir esa mejora en juegos en el marcador. Los aullidos de Muguruza fueron subiendo en decibelios. Sabía que el partido estaba entrando en una fase definitiva. Gran gestora en el diagnóstico, la jugadora nacida en Caracas puso una marcha más. El público trató de empujar un poco a la rival, pues querían ver más tenis. Fue imposible. Garbiñe estaba imparable.
Por momentos, la reacción al marcador era una inevitable compasión. La historia de Rybarikova, que regresó de una lesión que casi le retira, había copado titulares en todos los diarios. Pero su nivel distó mucho del ofrecido anteriormente. Ante Muguruza, la grada trató auparle una vez más con otra sentida ovación. Podían notar la incomodidad de una jugadora presa del pánico.
Y de nuevo, como ya sucediese en el primer set, la favorita pisó el acelerador. Y en su palco, Conchita Martínez celebró con orgullo el pase de su heredera. “Conchi sabe cómo ganar aquí, cosa que yo aún no”, bromeó la finalista en 2015 y como mínimo, también en 2017 a expensas de lo que suceda mañana. “Seguro que su ayuda me va a venir bien”. El destino unió a Martínez y Muguruza. No podría haber tenido un capricho mejor.
“La verdad es que he jugado muy bien; era un partido peligroso, pero he estado concentrada”