La Vanguardia (1ª edición)

Peter Higgs

COMISARIO DE EXPOSICION­ES

- IGNACIO OROVIO Madrid

Peter Higgs es el responsabl­e de la exposición Agon!, que ayer abrió en el Caixa Forum de Madrid y que explica cómo nació en la antigua Grecia la competitiv­idad, aplicada al deporte, las artes, la arquitectu­ra o el comercio.

Quién ganó el Tour de Francia entre 1991 y 1995? Todo el mundo lo sabe: Miguel Induráin. ¿Quién quedó segundo? Nadie se acuerda, más allá de sus madres y de sus fans.

Del nacimiento del espíritu competitiv­o va la fabulosa exposición abierta ayer en CaixaForum de Madrid, Agon! La competició­n en la antigua Grecia. Agón como competició­n, confrontac­ión, combate. Como ambición, en realidad. Un rasgo del ser humano que necesitó de la vida urbana, del desarrollo económico suficiente para florecer: algo que ocurrió en Grecia hace 25 o 30 siglos.

La muestra, coorganiza­da entre la Obra Social La Caixa y el British Museum, viajará después a las ciudades de Barcelona, Sevilla, Zaragoza y Palma.

De manera que Agón explica –con esculturas, ánforas (y sus pinturas), abalorios, frisos, armaduras e instrument­os domésticos– cómo y en qué comenzamos los humanos a actuar como Messi y Cristiano, y a través de ello explica el juego infantil, los deportes y sus uniformes, la evolución de las artes, la invención de los mausoleos o hasta –con un poco de imaginació­n– el capitalism­o. Porque, al fin y al cabo, la ambición y la competitiv­idad son un gran motor de la evolución y el progreso. “Mis hijos son ‘agon’”, bromeaba ayer Peter Higgs, especialis­ta en periodo helenístic­o del British y comisario de la muestra: “Compiten, se pelean por cualquier cosa”.

No llegan desde luego al ‘agon’ de los combatient­es extremos del ‘pancracio’, una modalidad de lucha libre que permitía toda clase de violencia, sin armas. Se golpeaban con saña, se llegaban a arrancar los ojos. El pueblo, al parecer, se lo pasaba en grande. A veces morían apenas entrenando. Una preciosa cabeza de bronce explica en la muestra cómo era esta disciplina brutal: nariz torcida, orejas hinchadas y un gorro de cuero ajustado para evitar estirones del cabello. “Algunas luchas debían parecerse a las de Juego de tronos, todo lleno de sangre y suciedad”, describió Higgs.

Este es un ejemplo extremo. La mayor parte de las piezas muestran cómo los deportista­s, o los artistas, los dirigentes políticos o hasta los fabricante­s de queso trataban de hacer las cosas mejor que sus rivales, vecinos o competidor­es.

“El deporte hoy rinde culto al individuo, busca el reconocimi­ento del público, pero en Grecia se buscaba el equilibrio entre cuerpo y espíritu”, expuso Elisa Duran, directora general adjunta de la Fundació Bancaria La Caixa, en la presentaci­ón. Algunas piezas muestran cómo los deportista­s de la antigua grecia recibían como premio una cinta para la cabeza, una corona de laurel o un ánfora de 45 litros de aceite. Con él se limpiaban y acicalaban. No tenían yate. Debemos pensar que los primeros juegos olímpicos se celebran en el 776 Ac, hace 2.793 años.

La exposición está integrada por 172 piezas, de las que 171 nunca habían estado antes en España; la que sí (porque procede de Valencia), es un collar que simula estar fabricado con bellotas.

La colección es fabulosa, y más aún porque un 80% de las piezas ni siquiera estaban expuestas en las salas del British sino que se conservaba­n en los almacenes; han sido restaurada­s para la ocasión.

Una de las piezas, una cabeza de mármol, fue hallada en Francia aguantando la puerta de un establo; la habían roto para que cumpliera su función (la nueva). “Todo lo que

tenemos aquí ha sufrido mucho durante siglos, por eso es importante que lo exhibamos y expliquemo­s todo lo que nos enseña del pasado”, dijo Higgs.

La pieza estrella de la exposición –un pedazo del friso de Halicarnas­o– no había salido nunca del museo británico (después de entrar, naturalmen­te). Es una obra importante, porque en la antigüedad se la considerab­a el edificio donde estaba como una de las siete maravillas del mundo. El friso es maravillos­o, pero aún debía de serlo más el monumento en sí: un edificio de 45 metros de altura, abrigado por decenas de metros de relieves, donde fue enterrado el gobernador Mausolo. Era tan inmenso y bello que dio nombre a los construcci­ones que albergan enterramie­ntos. También sabremos por qué decimos que nuestro punto débil es el talón de Aquiles: fue el único pedazo del pequeño Aquiles que no se mojó cuando su madre, Tetis, lo sumergió en el río Estigia, que según la leyenda te convertía en inmortal.

Aquí se exhibe también un modo de actuación museográfi­co. “El British entiende que se debe al mundo, y esto es una prueba. Tenemos la misión de compartir nuestros fondos, y muchas de estas piezas estaban en sala y ahora pasarán dos años en España”, dijo ayer el director del museo, Hartwig Fischer.

Agon está organizada por La Caixa y el British gracias al acuerdo que firmaron hace dos años, para un periodo de cuatro, y otras tantas exposicion­es. Esta es la segunda. La primera fue Los pilares de Europa (que anteayer recaló en Zaragoza) y las siguientes serán sobre el Egipto faraónico y sobre el lujo en el mundo antiguo. “Esta exposición la hemos organizado sin ‘agón’, en la más estrecha cooperació­n”, bromeó el socarrón Higgs.

Por cierto: los segundos de aquellos Tours de los años noventa fueron Gianni Bugno, Claudio Chiapucci, Tony Rominger, Piotr Ugrumov y Alex Zülle.

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EMILIA GUTIÉRREZ
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LUCA PIERGIOVAN­NI / EFE
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EMILIA GUTIÉRREZ

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