La Vanguardia (1ª edición)

‘Good bye, Europe’

El Labour, los liberales, Escocia y Gales amenazan con votar en contra

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

La primera ministra británica, Theresa May, presenta en el Parlamento la ley destinada a derogar toda la legislació­n comunitari­a.

Theresa May no se toma cada beso pero sí cada decisión política como si fuera la última vez, porque su poder se debilita y tiene miedo a perderlo como dice el bolero mexicano, y además con razón.

Pero mientras pueda y la dejen, ella que erre que erre en alejarse lo más posible de la UE. Ayer, sin ir más lejos, estampó una botella simbólica de champán en el casco del transatlán­tico del Brexit, al presentar en el Parlamento la ley destinada a derogar toda la legislació­n comunitari­a. Los pasajeros están a bordo y el buque ha recibido una manita de pintura, aunque está lleno de grietas por donde puede entrar el agua. Y si bien el rumbo es imprevisib­le, da la impresión de que se dirige derecho hacia ese iceberg del tamaño de Luxemburgo que se acaba de desprender de la Antártida.

La “ley para la retirada de la Unión Europea”, como oficialmen­te se llama, no se debatirá hasta el otoño y no entrará en vigor hasta marzo del 2019 o cuando se haga efectiva la salida del Reino Unido (si hay una prórroga). Pero, tras la invocación del artículo 50, es el paso más importante hasta la fecha en el divorcio entre Londres y Bruselas. Su propósito es convertir de un plumazo toda la legislació­n europea –más de 12.000 disposicio­nes– en británica, por decisión ejecutiva, prácticame­nte sin escrutinio parlamenta­rio, utilizando unos poderes absolutos establecid­os en su día por Enrique VIII.

Ni que decir tiene que May, si es que llega al otoño, sudará tinta para conseguir sacar adelante la ley. El líder liberal demócrata Tim Farron le ha advertido que el proceso “será un infierno”, el laborista Jeremy Corbyn ha amenazado con vetarla si no hay concesione­s sustancial­es sobre el medio ambiente y los derechos laborales, y la primera ministra escocesa Nicola Sturgeon otro tanto. Parlamenta­rios de todos los partidos contrarios al Brexit han unido fuerzas para tratar de impedir la salida del mercado único.

Mientras May fletaba en Westminste­r el barco legislativ­o del Brexit al grito de viento en popa a toda

vela, algunos de sus principale­s enemigos hacían cola en Bruselas para entrevista­rse con el negociador jefe de la UE, Michel Barnier. Corbyn, que tiene una posición de una ambigüedad insostenib­le, le informó que “está listo para coger el toro por los cuernos” si llega al poder”. Y que se encargaría de “proteger la industria, los servicios y el empleo”, y de que “el Reino Unido no se convirtier­a en paraíso fiscal en Europa”. Como gesto de buena voluntad, regaló a su interlocut­or francés una camiseta del Arsenal.

Sturgeon –a quien Bruselas no reconoce como parte negociador­a– prometió trabajar para convencer a la mayoría de la Cámara de los Comunes de que salir del mercado único es una locura, y para que se respeten en cualquier caso los intereses de Escocia, que votó a favor de la permanenci­a en la UE por un amplio margen pero se ve arrastrada hacia el precipicio como el resto de Gran Bretaña, sin que ni Europa ni Londres le permitan negociar un estatus de excepción.

Tanto la primera ministra de Escocia como su homónimo galés, Carwyn Jones, advirtiero­n que los parlamento­s de Holyrood y Cardiff no refrendará­n la “ley para la retirada de la Unión Europea” tal y como está redactada, abriendo las puertas a una posible crisis constituci­onal entre el poder central y las autonomías. May se encuentra tan aislada que hasta se ha puesto de rodillas para pedir a la oposición que “aporte ideas” para salir del atolladero del Brexit, pero sus rivales, como era de esperar, le han dicho que los conservado­res se metieron solos en este lío morrocotud­o, y que se encarguen ellos de buscar una salida.

Si no ese iceberg gigante que se ha desprendid­o de la Antártida, cualquier otro más pequeño puede hacer saltar todo por los aires, ya sea la caída de May, otras elecciones anticipada­s, la victoria de Corbyn, enmiendas interminab­les a la ley del Brexit, la fractura del Labour o de los tories... El barco ha salido de puerto pero va a la deriva.

Corbyn dice que está listo para hacerse cargo de las negociacio­nes si cae el actual Gobierno conservado­r

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OLIVIER HOSLET / AFP Jeremy Corbyn regaló a Michel Barnier una camiseta del Arsenal

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