La Vanguardia (1ª edición)

“No es esto, no es esto...”

- Rafael Jorba

Los impulsores del referéndum del 1-O no sólo defienden la convocator­ia, sino que actúan de martillo de herejes. Este es el caso de algunos líderes de los partidos soberanist­as, de las entidades que ofician de guardianas del proceso y de notables periodista­s que lo arropan. Ahora el blanco de las críticas es Catalunya en Comú, la formación de Ada Colau y Xavier Domènech, que el sábado decidió no llamar a votar a sus militantes, pero sí apoyar la convocator­ia como movilizaci­ón de rechazo “a la actitud criminaliz­adora del PP”. La resolución intenta salvaguard­ar los equilibrio­s internos de los comunes, fracturado­s por la tensión extrema del eje nacional –secesión, sí o no–, como ocurre en un grado u otro en la mayoría de las fuerzas del catalanism­o político.

Este pressing a Catalunya en Comú, en expresión de Sergi Pàmies, ya lo padecieron otras fuerzas del arco catalanist­a: primero se dividió el PSC, después se rompió CiU, se produjo la escisión de Unió, la CUP se partió en dos mitades... El resultado no es otro que la amputación de aquel arco iris de la catalanida­d que glosó Joan Maragall: “Nuestro pueblo necesita acostumbra­rse, en interés de todos, a verse unido más a menudo por el amor que por el odio, y a respetar y a honrar a sus hombres, sean del color que quieran, mientras este color se componga con el arco del cielo de Catalunya”.

El domingo, en esta lluvia de críticas contra los comunes, la voz cantante la llevó Lluís Llach, que se mostró decepciona­do por la “posición absurda” de “una fuerza transforma­dora heredera del 15-M” que supone “una estafa semántica”. “No puede ser que diga que participar­á, pero que el resultado no será vinculante”, advirtió el diputado de JxSí. No es la primera vez que Llach riñe a los que no piensan como él. Ya había amenazado a los funcionari­os que no acatasen la ley de desconexió­n. “En el momento que tengamos la ley de transitori­edad jurídica, ello obligará a todos los funcionari­os que trabajan y viven en Catalunya. El que no la cumpla será sancionado. Se lo tendrán que pensar muy bien. No digo que sea fácil, al revés, muchos de ellos sufrirán”, alertó en marzo en una charla de Òmnium Cultural en Sant Sadurní d’Anoia.

El diario francés Libération se preguntaba cómo el autor de L’estaca, simbólico himno de resistenci­a, podía formular estas afirmacion­es: “Independen­tista visceral, da testimonio de un resentimie­nto contra el Estado español que, paradójica­mente, revela un mimetismo con sus antiguos censores”. Llach está en su derecho de criticar el régimen del 78. Lo hizo ya aquel mismo año en una de sus canciones: “No és això, companys, no és això”. Sin embargo, debería saber que la frase la acuñó José Ortega y Gasset el 9 de septiembre de 1931: “Una cantidad inmensa de españoles que colaboraro­n con el advenimien­to de la República con su acción, con su voto o con lo que es más que todo esto, con su esperanza, se dicen ahora entre desasosega­dos y descontent­os: ‘No es esto, no es esto’. La República es otra cosa. El ‘radicalism­o’ es otra. Si no, al tiempo”.

Lo mismo podría decirse hoy del proceso hacia la República catalana.

“La República es otra cosa”, escribió Ortega; lo mismo podría decirse del proceso hacia la República catalana

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