Una (muy buena) de indios
Después de El origen del planeta de los simios y El amanecer del planeta de los simios, La guerra del planeta de los simios cierra con nota alta una trilogía que actualiza con inteligencia y sin concesiones al blockbuster estándar una saga inolvidable, algo que Tim Burton intentó en el 2001 sin que la fortuna le sonriera. La película de Matt Reeves, que ya dirigió el título precedente, arranca con una excelente escena de cine bélico clásico y, más tarde, con la aparición del sanguinario coronel que interpreta un Woody Harrelson de cabeza rapada, el recuerdo de Kurtz y Apocalypse now acude de manera un tanto descarada. Pero las esencias del género al que esta secuela remite no son tanto las de las películas de guerra, ni la ciencia ficción o el cine fantástico, sino el western. Un western de indios regio y robusto como los que hacía Gordon Douglas (Chuka o la magnífica Emboscada), con el rostro pálido genocida dispuesto a exterminar al pueblo simio en su reserva. Incluso se lee un rótulo que es la paráfrasis de una frase célebre: “El único simio bueno es el simio muerto”.
Como en los buenos westerns, hay en La guerra del planeta de los simios itinerario, bellos paisajes en estado salvaje y enfrentamientos. La diferencia principal, claro está, está en que aquí los héroes, aun siendo actores, no lo parecen, sepultados sus rostros por la magia digital. Y es curioso e inusual que Reeves les dedique tantos primeros planos y más de un primerísimo plano (a veces parecen homenajes a Sergio Leone), creando con esta cercanía un plus de sentimiento y emotividad, particularmente entre los ya familiares César y Maurice, cuya relación consigue momentos conmovedores en el tramo final. De los personajes nuevos, uno es un verdadero hallazgo de caracterización y humor: el mono que se hace llamar Bad Ape, al que hay que oír en versión original. Y otros dos, por sus nombres, que aquí silenciamos por prudencia, el incondicional de la serie sabrá trazar el correspondiente puente que le llevará al imperecedero original de 1968.