Decisiones compartidas.
El president incorpora a Turull, Forn y Ponsatí en el lugar de Munté, Jané y Ruiz
Puigdemont y Junqueras anunciaron un órgano colegiado para el 1-O.
Un Govern a medida para afrontar el 1-O es el que ha diseñado Carles Puigdemont en la remodelación hecha efectiva ayer con el relevo de tres consellers y el secretario del propio Consell Executiu, todos ellos del PDECat, que ha sido el gran damnificado de una crisis tan inesperada como previsible. Inesperada porque no entraba en los cálculos del presidente de la Generalitat tocar el gabinete y previsible porque, a pesar de ello, hacía tiempo que se veía venir que las dudas internas en torno al referéndum le acabarían pasando factura.
Jordi Turull (Presidència y portavoz), Joaquim Forn (Interior), Clara Ponsatí (Ensenyament) y Víctor Cullell (secretario del Govern en funciones) son los sustitutos de Neus Munté, Jordi Jané, Meritxell Ruiz y Joan Vidal de Ciurana, sacrificados por una coyuntura en la que las diferencias sobre la gestión del 1-O les ha acabado costando el cargo. Diferencias políticas en algunos casos y reticencias personales en otros para afrontar la situación, con la única salvedad de Neus Munté –visiblemente emocionada en la toma de posesión de los nuevos consellers–, cuya salida tendría más que ver con la dificultad en que había entrado su relación con Carles Puigdemont que con otra cosa.
Unos cambios presentados por él mismo, en todo caso, no como destituciones, sino como “pasos al lado” a petición de los propios interesados, con el objetivo de que “la primera de las garantías del referéndum sea el Govern”, quizás porque hasta ahora no lo era. Nada que ver con los motivos de confianza esgrimidos por el mismo presidente de la Generalitat para justificar el relevo de Jordi Baiget, porque “la determinación y convicción de todos los consellers”, también los salientes, “en la necesidad de avanzar hacia el referéndum del 1 de octubre es total”, y los cambios responden exclusivamente, por tanto, a un “fin de ciclo”.
La remodelación se complementa con el traspaso del área de procesos electorales de Governació al departamento de Oriol Junqueras, la creación de un órgano de coordinación política de las actuaciones referidas al referéndum integrado por Carles Puigdemont, el vicepresidente del Govern, el secretario del Consell Executiu –Víctor Cullell– y el secretario general de la vicepresidencia –Josep Maria Jové–, y el compromiso de que todas las decisiones sobre la cuestión el Govern las adoptará de manera corresponsable y solidaria. Es la reordenación de competencias que buscaba concentrar la ejecución del 1-O en un único conseller –Oriol Junqueras, como quería el presidente de la Generalitat–, pero con la particularidad de que el propio Carles Puigdemont forma parte del núcleo duro de decisión y el detalle, no menor, de que todas las decisiones serán tomadas de manera colegiada por todos sus miembros sin excepción, como pretendía el vicepresidente del Govern. Y la primera muestra de esta nueva dinámica podría visualizarse en la reunión del próximo martes con el procedimiento para la compra de urnas.
Unos ingredientes, en fin, con los que el presidente de la Generalitat está convencido de tener un gabinete cohesionado, netamente independentista, diseñado a su medida –el anterior lo había heredado de Artur Mas– para afrontar con garantías la recta final hacia el referéndum, en la que todas las decisiones que deberá tomar reconoció que ahora ya no tienen otro propósito que el de “hacer posible el 1-O”. Pero para que el Govern pueda “hacer posible el 1-O” el gran sacrificado es el PDECat. Tanto que Carles Puigdemont ni quiso hablar de consellers del PDECat, sino de consellers de Junts pel Sí. Y, aunque reconoció que los cambios se hacían de acuerdo con el partido y agradeció su colaboración y en especial la de Marta Pascal, el resultado de cuatro miembros del gabinete del PDECat relevados por ninguno de ERC es demoledor para la formación y su credibilidad en relación con el referéndum.
El presidente de la Generalitat, de hecho, no ha atendido ni la demanda del PDECat de compartir el sacrifico con ERC ni la de prescindir del sanedrín externo en la toma de decisiones del Govern. Y comentarios en tono paternalista como el de Oriol Junqueras en el sentido de que el PDECat es un “partido tan importante para Catalunya” que “resulta del todo imprescindible para llevar a cabo el trabajo que estamos haciendo” y “es merecido reconocerlo” no hacen si no confirmar la dificultad en que esta crisis política deja a la formación. Quizás por ello la reacción de la dirección del PDECat fue desentenderse políticamente –que no formalmente– de Junts pel Sí, recluirse en sí misma como un caracol en su capara-
zón y decidir dedicarse hasta el 1-O “exclusivamente a consolidar el proyecto político del partido”, porque “la voz firme, serena y contundente del PDECat tiene que oírse con toda su plenitud”, anunció Marta Pascal en una difícil y lacónica rueda de prensa en la sede del partido.
Una primera consecuencia de esta nueva posición es que la presidencia de Junts pel Sí, que Jordi Turull deja vacante y que corresponde designar al PDECat, no la ocupará ningún miembro del actual equipo de dirección del partido. Y otro daño colateral es que desde dentro del propio PDECat se considera que la continuidad de Neus Munté como vicepresidenta de la formación, a la vista del choque en la relación con Carles Puigdemont que ha rodeado su salida del Govern, está en el aire, a pesar de que la intención de la ya exconsellera es seguir en el puesto.