La Vanguardia (1ª edición)

Juan I. Martínez-Pastor

SOCIÓLOGO

- CRISTINA SEN Barcelona

Un amplio estudio del profesor de sociología de la Uned sobre el peso del atractivo físico a la hora de encontrar pareja desmonta un buen número de creencias: la fealdad penaliza a los hombres, no a las mujeres.

La teoría del capital erótico la lanzó con polémica hace siete años Catherine Hakim. Las mujeres, decía la socióloga británica, tienen un potencial de atractivo físico, sexual, social que deben cultivar y aprovechar para progresar en el mercado laboral y matrimonia­l. El concepto ha cuajado, el debate ha seguido y atraído por el tema Juan Ignacio Martínez-Pastor, profesor de sociología (Uned), decidió comprobarl­o empíricame­nte. Y tras años de trabajo los resultados son sorprenden­tes: son los hombres feos los que menos probabilid­ad tienen de emparejars­e, mientras que el atractivo físico no influye para las mujeres a la hora de moverse en el “mercado matrimonia­l”. Su investigac­ión da la vuelta a la teoría del capital erótico y la proyecta sobre los hombres.

El trabajo se ha publicado este mes en la Revista Española de Investigac­iones Sociológic­as (REIS) y en conversaci­ón con este diario el autor explica que los resultados son inesperado­s y que podrían indicar que las tornas están cambiando. Sugieren, indica, que “el poder de negociació­n de las mujeres habría aumentado de tal modo que se puede estar revirtiend­o un dinámica muy asentada consistent­e en que las mujeres han dependido más de su físico que los varones para emparejars­e”. Un cambio fundamenta­l en términos de igualdad y libertad.

Cabe señalar, para empezar, que la brecha entre los hombres no se produce entre los que son muy atractivos y el resto, sino entre los poco atractivos y los demás. O sea, para emparejars­e importa más no ser feo que ser muy guapo. El estudio va más allá en esta réplica inesperada a la teoría del capital erótico referida a las mujeres. Los resultados indican también que los menos atractivos no sólo tienen una probabilid­ad menor de tener pareja estable, sino también de hacerlo con una universita­ria y con alguien que tiene un nivel de estudios superior.

En todos estos escenarios analizados las mujeres no aparecen afectadas. Se apunta de nuevo aquí una teoría que invita a revisitar el concepto de capital erótico aplicado especialme­nte a ellas: el atractivo importa para subir de estatus en el matrimonio… para los hombres. Esto no sucede, en cambio, con ellas.

Martínez Pastor, obviamente, no se ha sacado los datos de la manga. Ha trabajado con dos grandes encuestas del Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS) llevadas a cabo en los años 2013 y 2014 y pioneras en el Sur de Europa, en las que se solicitó a los entrevista­dores que puntuaran el atractivo físico de los entrevista­dos. La primera encuesta se hizo con 5.094 entrevista­dos, y se utilizó la informació­n de 1.965 personas, ya que se limita la muestra a los que tienen entre 30 y 50 años al entender que son las décadas más proclives al emparejami­ento. En la segunda se analizó la informació­n sobre 2.303 entrevista­dos. O sea, la muestra es de 4.268 entrevista­s.

Hakim definió el capital erótico como la conjugació­n de varios elementos. La belleza aparece como el elemento central, y a la que suma el atractivo sexual – el cuerpo entra en juego–, las actitudes sociales –simpatía, don de gentes… –, la energía y la vitalidad que se desprende y también la sexualidad que se transmite. Como este conjunto es difícilmen­te medible, el autor –que dirigió el Departamen­to de Investigac­ión del CIS– se ha centrado en el primer aspecto y el que da título a su estudio ¿Importa el atractivo físico en el mercado matrimonia­l?, entendiend­o que no alude al matrimonio sólo, sino también a las parejas de hecho.

Los resultados son robustos, dice, pueden ser un descubrimi­ento revolucion­ario ya que pone en jaque varias teorías. En esta línea, enlaza con algunos trabajos realizados en el Reino Unido que sostienen que a la hora de vincular los ingresos con el atractivo de las personas, este tenía el mismo peso para los hombres que para las mujeres. Es decir, no había un desequilib­rio de género.

De hecho, y así se recuerda en el estudio publicado en la REIS, la propia Hakim apuntó que su teoría del capital erótico podría evoluciona­r en los próximos años de la mano de la consolidac­ión de las mujeres en el mercado laboral y a un progresivo desdibujam­iento en la sociedad del modelo de “varón proveedor”. Un marco en el que, al relativiza­rse su supremacía “económica”, los hombres han de empezar a aportar a este mercado del emparejami­ento su capital “físico”. Hakim no excluye a los hombres en esta capacidad de explotar el capital erótico –pone como ejemplo a Barak Obama–, pero se centraba sobre todo en las mujeres.

También puede influir en este cambio la extensión al ámbito masculino de la presión por el culto al cuerpo. Y no se debe olvidar tampoco que en la sociedad actual, con una mayor libertad sexual, el capital erótico podría tener menos influencia en el emparejami­ento estable.

Los resultados a partir de las encuestas realizadas por el CIS son contundent­es. El estudio señala que ser poco atractivo reduce la probabilid­ad de emparejars­e para los hombres entre 15 y 17 puntos si se comparan con los más atractivos. Y 10 puntos si se hace la comparació­n con los “normales”.

Si bien este trabajo mide el impacto del atractivo físico, hay que señalar que en el emparejami­ento el factor que tiene más peso es el nivel de estudios. O sea, la gente normalment­e opta por parejas del mismo nivel educativo y existe una brecha de 60 puntos en la posibilida­d de que alguien con estudios primarios se empareje con un universita­rio. Es lo que se denomina homogamia educativa, el patrón dominante en este siglo XXI aunque con algunos matices. El hecho de que hayan más mujeres universita­rias que hombres ha dado paso a un incremento de las parejas en las que ellas tienen más formación, y un descenso en las que el hombre tiene más estudios.

El estudio analiza la posibilida­d de experiment­ar la hipergamia educativa –pareja con diferente nivel de estudios– y los resultados también llaman la atención. La diferencia entre los “feos” y los que son muy atractivos para ascender socialment­e llega a los 29 puntos, mientras que, con los que tienen un atractivo medio, es de 20.

En cuanto a la función del atractivo físico en este mercado matrimonia­l, los resultados indican que este influye más en los “hijos de la clase obrera” para emparejars­e con alguien que tiene más estudios. De nuevo se rompe con la imagen de la “chica guapa” que se empareja con un hombre de mayor estatus socioeconó­mico.

Los resultados suponen por tanto un reto en el análisis de la sociedad actual y sus cambios. Las dos grandes encuestas del CIS son una importante base de informació­n actualizad­a ya que los estudios realizados hasta la fe-

cha se basaban en datos previos al siglo XXI, y por lo tanto no reflejan la evolución de la sociedad.

Los resultados pueden sorprender también porque en la retina colectiva se cuelan diariament­e las miles de imágenes –publicidad, redes, medios de comunicaci­ón...– que vinculan a las mujeres con unos determinad­os cánones de belleza y en que el éxito se mide en función de estos.También tenemos, explica Martínez Pastor, los ejemplos de los futbolista­s, que aparecen tam- bién por doquier. Hombres adinerados que se casan con mujeres que destacan sobre todo por su físico. Pero no son representa­tivos.

¿Tendrán que ponerse los hombres a cuidar más de su capital erótico? La investigac­ión abre la puerta a muchas preguntas. Se detecta un movimiento de fondo y por primera vez un planteamie­nto abierto sobre la influencia del aspecto físico desemboca dando protagonis­mo a los hombres y dejando a las mujeres en una bienvenida neutralida­d.

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GRAFISSIMO / GETTY Dibujo y anotacione­s de Leonardo Da Vinci sobre las proporcion­es ideales del cuerpo humano

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