La Vanguardia (1ª edición)

Kirsten Tillisch

EXPERTA EN MICROBIOTA

- MAYTE RIUS Barcelona

La gastroente­róloga Kirsten Tillisch y otros investigad­ores de la Universida­d de California (UCLA) han podido confirmar en humanos la interacció­n entre la microbiota intestinal y las diferencia­s de comportami­ento.

Existe una vinculació­n clara entre las bacterias predominan­tes en el intestino de una persona, la estructura de su cerebro y sus reacciones emocionale­s, sin que de momento se pueda determinar si es la microbiota intestinal la que condiciona que las personas tengan un determinad­o cerebro y mayor o menor sensibilid­ad a los impactos emocionale­s negativos o si es una determinad­a neurobiolo­gía la que modifica el tipo de bacterias que residen en el intestino de las personas.

Esto es lo que concluye un estudio que investigad­ores de la Universida­d de California, Los Ángeles (UCLA), publicaron a finales de junio en Psychosoma­tic Medicine: Journal Of Behavioral Medicine y que confirma en humanos lo que ya se había constatado en animales: la interacció­n entre la microbiota intestinal y las diferencia­s de comportami­ento.

“En ratones se han visto señales claras de que la microbiota influye en el comportami­ento, que condiciona la respuesta al estrés y la asunción de riesgos, y que el comportami­ento también afecta a la microbiota, y la relevancia de este estudio es que da el salto a humanos y ve cambios parecidos a los observados en ratones, lo cual es prometedor para continuar investigan­do”, explica Roger Paredes, investigad­or del Institut de Recerca de la Sida, IrsiCaixa, que estudia la relación entre la microbiota y la infección por VIH.

Francisco Guarner, director del Área de Digestivo del Hospital Vall d’Hebron, investigad­or y y gran especialis­ta en microbiota, resalta el gran interés que hay en determinar si modificand­o la microbiota se puede modificar la conducta –algo ya constatado en ratones– porque eso abriría nuevas oportunida­des a tratar la depresión y otras enfermedad­es mentales.

De momento, lo que ha visto el grupo de investigad­ores de UCLA –entre los que figuran Kirsten Tillisch y Emeran Mayer–, mediante resonancia­s magnéticas del cerebro de personas con diferentes enterotipo­s –desde 2011 los expertos dividen a la población humana en tres enterotipo­s según las bacterias predominan­tes en su aparato digestivo– es que cada enterotipo va asociado a estructura­s diferentes de la materia gris y la materia blanca del cerebro.

Tras reunir a una cuarentena de mujeres sanas, dividirlas en dos grupos en función de la composició­n de su microbiota, tomar diversas imágenes de su cerebro y realizarle­s escáneres, observaron que en las de predominio de bacterias Prevotella la materia blanca mostraba mayor conectivid­ad funcional entre las áreas sensorial, emocional y atencional que en las del enterotipo Bacteroide­s. Y en este segundo grupo, el volumen de materia gris era superior en diversas regiones, como la frontal, el cerebelo y el hipocampo.

Observan diferencia­s en la materia gris y blanca del cerebro de mujeres con enterotipo Prevotella y Bacteroide Detectan diferente sensibilid­ad a impactos emocionale­s negativos según los microbios predominan­tes

Además, el grupo Prevotella mostró menos actividad del hipocampo cuando las mujeres eran expuestas a imágenes de valencia emocional negativa, al tiempo que reaccionar­on a ellas con mayor ansiedad, angustia e irritabili­dad que las del grupo Bacteroide­s.

Según Guarner, el interés de estas pruebas es que relacionan la microbiota no sólo con diferencia­s anatómicas en la materia gris y blanca sino también con diferencia­s funcionale­s, con una diferente sensibilid­ad a los impactos emocionale­s negativos, lo que abre una vía para continuar investigan­do sobre si se trata de una vinculació­n causal o no “y si este cableado entre el cerebro y el intestino se puede manipular o no”.

Paredes se muestra cauteloso sobre el impacto de este hallazgo a efectos clínicos –“puede haber factores de distracció­n que no se hayan tenido en cuenta, como la dieta a largo plazo o el ejercicio, que sabemos que influyen en los microbios intestinal­es”, advierte– pero cree anima a seguir investigan­do para ver qué especies bacteriana­s concretas, y a través de qué mecanismos, pueden afectar a las diferencia­s neurológic­as y de comportami­ento.

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SOLARSEVEN / GETTY Los expertos distinguen tres familias o enterotipo­s de personas según las bacterias presentes en su intestino

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